lunes, 31 de octubre de 2016

La vida propia. Reseña de los Diarios del poeta Andrés Sánchez Robayna (1980-2007)

Los diarios de Andrés Sánchez Robayna




Un baño en la playa, caminatas nocturnas, horas de jardín. Cada página de la reciente publicación de Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) muestra un carrusel de vivencias múltiples que rebasan absolutamente la pura anotación fechada, el soliloquio del minutario al uso, el cronograma del asidero personal, ofreciendo un caudal de referencias paradigmáticas para conocer de cerca la trayectoria cosmovisional de un poeta de las islas cuya vocación diarística invoca a todas luces “el instante en que ardimos con el mundo”.


Tras sus anteriores entregas de la década del 80 con “La inminencia”, donde se percibían ya de lejos los años de estadía estudiantil en Barcelona junto a una llamativa reiteración del espacio de la playa como lugar trascendental de experiencias del poeta, y después de “Días y mitos” que alcanzaba hasta el año 2000 con un mosaico iluminador del territorio de la madurez en el que sobresale otro lugar de tránsito simbólico como es el bosque- con Bandama de fondo, Stonehenge, la campiña inglesa- el autor brinda nuevamente ahora la conjunción cronológica de una mirada singular, que es capaz de entremezclar la constante pulsión creativa y el halo docente del oficio añadido a la tarea de la traducción poética desde el taller que dirige hace décadas en la Universidad de La Laguna.


El diario “Mundo, año, hombre” de Sánchez Robayna jalona una visión panorámica de la vida, bajo la advocación de San Isidoro de Sevilla, sobre la primera década rutilante de un principio de siglo que amenazaba con su incertidumbre total y que desvela por fin el itinerario de viajes a destinos anhelados por el autor como Grecia- en varios trips- y toda Cuba- su “luz nuestra” y Lezama in memoriam-, con una suerte de traslación memorable de tientos reflexivos en torno a los paisajes de cada viaje que consuman una bionarrativa de temple mesurado y colofón meditativo que hace del nuevo volumen de sus diarios un recuento soberano del existir, de una vida propia que interpela de forma atrayente al ciudadano lector, repleta de haces de luz sobre ámbitos como la pintura- vuelven Klee, Tàpies, Chillida, Oramas- a la vez que consuma el magnetismo liberador del memorial compartido como una travesía hacia el autoconocimiento y la indagación crítica de los aconteceres de la experiencia en una cartografía global -sabedora de los derroteros del turismo de masas- que asume la complejidad hermenéutica de la condición esencialmente lingüística del ser humano, asomándose el autor a cuestiones de plena actualidad como el estudio científico del cerebro, los agujeros negros y la propia invisibilidad de la poesía.


Y es que a través de su escritura diarística, Andrés Sánchez Robayna vislumbra desde su soledad abierta un diálogo permanente con otras figuras del pensamiento y la creación lírica siempre presentes como el gallego José Ángel Valente y el repaso consciente a otros diaristas de excepción como Valéry, Amiel, Gide, Jünger , Prado Coelho, Cioran. Cada entrada anual de “Mundo, año, hombre” aclimata el tintero a la manera de susurrante quehacer trascendental, aquí aparecen con mayor repetición la luna, el jardín, las nubes, el “rito del atardecer” con el hallazgo del rayo verde, vuelven a darse cita los sueños personales, audiciones preferidas y lecturas varias, todo un abanico de enumeraciones que desbrozan la polución del devenir inexorable de las horas con una luz intermitente, crítica respecto a cuestiones como la perversión del lenguaje y el modus vivendi de la política oficial, so pena de aclamar para sí el retiro, refugio de “la casa abrigadora”, espacio entre el recuerdo y la esperanza.


El testimonio del poeta, dícese “colector de signos” es un genuino bastión en penumbra de la gravitación interrogante del yo, en una realidad dañada por la irreversibilidad medioambiental y las consecuencias desastrosas de la geopolítica mundial. Es la obra diarística de Sánchez Robayna una conciencia debeladora del mundo de la vida -lebenswelt diría Habermas- que resulta atenazado en todas las esferas de la existencia por la racionalización extenuante de una promesa de modernidad todavía inconclusa en el ojo del huracán de la debacle contemporánea.
Este libro a fin de cuentas es un obsequio tardío del autor, que reaviva a manos llenas el campo de visión sobre las confluencias en el panorama actual del pensamiento, con despedidas clave a figuras relevantes como Maurice Blanchot, Haroldo de Campos, el profesor José Manuel Blecua, el amigo Eugenio Granell, de Cartier-Bresson a Czeslaw Milosz, así como la celebración de amistades como Kostas Tsirópulos, François Wahl, Edmond Amran El Maleh, Alejandro Cioranescu, junto a la concurrencia a eventos del momento como el pasado centenario de Cernuda y viajes incesantes hasta Agadir, México, Cartagena de Indias, Berlín.


Todo en volandas y bajo el influjo de un diapasón clarividente en el que Tegueste, la isla, el “solar atlántico”, aparece y desaparece, el mar –“sí, madre longeva”- testigo de los momentos pasados en familia con M. y el testimonio del hijo que crece, a pie de playa y callao en mano, el legado del poeta: “pan eterno, belleza, jade fulvo”.
Samir Delgado, publicado en El Perseguidor, Diario de Avisos, 30 /10/2016
Islas Canarias

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