viernes, 3 de marzo de 2023

Carta abierta para lectores del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, The Times, Correio da Manhá, Corriere della Sera y Expressen

 


“Gigantes y molinos en una isla atlántica”

Hay lugares auténticos en todos los destinos del archipiélago de Canarias, muchos turistas acuden a realizar senderismo en el Macizo de Anaga como una de las experiencias más singulares de su estadía en Tenerife. Los caseríos de Taborno y Afur, nombres de origen prehispánico en esta isla de la Macaronesia, son referentes tradicionales de las medianías de color azul atlántico, se ve el mar desde el bosque. Las casas permanecen a plena luz del día, como si fuera de noche, se sienten lejanamente cerca, como un eco de otros tiempos.

En la actualidad hay una pequeña vivienda que sufrió un deslizamiento del terreno por las lluvias de invierno y se encuentra cerrada. Sus habitantes fueron desalojados y permanecen a la espera de un regreso difícil. El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha preferido sancionar y demoler el domicilio familiar, en lugar de buscar una alternativa, para que la experiencia dramática de una pérdida de hogar no sea el destino para un lugar tan bello. La casa de piedra había sido a principios de 1900 una tienda de víveres, según la tradición oral. Al pueblo de Taborno acudieron personalidades de la cultura europea que visitaban la isla. La casa cerrada fue en su día un regalo de bodas para los abuelos y allí nacieron siete ciudadanos naturales de Taborno. Dos grandes laureles fueron testigos del éxodo rural sufrido por esta familia de Anaga, la dureza de la vida bajo la dictadura de Franco obligó a buscar el pan y una vida mejor en la capital de la isla canaria.

Muchas décadas después, a comienzos del nuevo siglo, la casa del Montecillo, en Taborno, volvió a tener luz y agua, la vida de una familia es muy parecida a un árbol, las raíces crecen hacia la profundidad y las hojas mueren y renacen al sol. En esta casa se escribieron libros de poesía, hubo una biblioteca con hasta veinte años de historia y ahora la casa está cerrada, a toda costa se mantiene en pie porque es de piedra antigua, todavía resiste porque forma parte del caserío, aunque con la cuenta atrás de treinta días para ser demolida. No hay camino para tractores o máquinas del Ayuntamiento, solo se puede llegar a pie, los senderos guanches son milenarios. Para las autoridades debe ser la familia quien debe hacer escombros su propio hogar, de lo contrario tendrá que asumir treinta mil euros del coste de la demolición. Las piedras de una casa en Anaga son centenarias, no se ven tras la pared, como la memoria de todos los silencios.  

Europa no se imagina esta nueva aventura para Cervantes, con gigantes y molinos, según se mire. El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha ordenado la demolición por emergencia de una casa pequeña, desde la cual se ve el mar y el Roque de Taborno. Muchos hoteles de la isla de Tenerife fueron ilegales, aunque ningún hogar puede ser ilegal, los sueños y la vida no entienden de leyes. Las escrituras de una casa se llaman “hijuelas”, cuentan la historia de sus moradores. Nunca antes sucedió algo parecido en Anaga, la casa del Montecillo puede ser un caso perdido, aunque tal vez sobreviva mucho más tiempo que la Fuente del Monumento a Franco, en la isla atlántica que sufrió el comienzo de la guerra civil española.

Los turistas van y vienen cada día, las nubes son las mismas en todos sus recuerdos. La casa de una familia también se parece a los archipiélagos, sus ventanas nacen al otro lado del fondo del mar, los rayos del sol tocan a la puerta. En la isla atlántica de Tenerife una casa vale igual que el paraíso,  no debe ser borrada del mapa, no hay leyes que puedan agredir el derecho a la vida y a la conservación de las raíces de un pueblo. 

Los seres humanos que habitan entre los volcanes son como islas también, se miran y se sueñan, compartiendo la luz del atlántico. En Anaga todas las casas provienen de muy lejos, como la cueva y el sendero, la vida participa en la gran historia del mar.  


Samir Delgado


(Texto en proceso de traducción)

Crédito de la fotografía: Turistas en Anaga, EL DÍA (2020)