domingo, 27 de diciembre de 2020

"El milagro de pintar versos de lava" Reseña del libro “Pintura número 100”


Reseña del libro “Pintura número 100” XXV Premio de Poesía Tomás Morales
Por María Jesús Alvarado


¿Qué fue primero? ¿La isla -volcán, viento, luz, memoria-, la pintura o la poesía? El milagro del arte ocurre cuando todo ello se confunde, cuando el poeta se convierte en materia y pinta el paisaje con sus versos. El orden no importa, tampoco la lógica ni el tiempo. César Manrique (1919-2019) fechó su Pintura nº100 en 1962, cuando ya había visto, sentido y respirado mucha isla. Samir Delgado la convierte en poesía cuando César cumple cien años, cuando es más pintura, más lienzo, más isla.  Porque el artista no muere nunca, crece con su obra cada día que pasa, y cualquiera que se acerque a ella, sea ahora o en cien años más, tendrá el privilegio de transitar por su paisaje como si fuera el momento en que la lava bullía desde las profundidades de la tierra para cubrir de negro y rojo la superficie de Lanzarote, y entenderá que los árboles puedan enraizar en el cielo y crecer hacia la tierra, buscando el fuego.

La contemplación emocional consciente del arte nos conecta con nuestra esencia más profunda y con la infinitud del universo. Conseguirlo a través de un recorrido de versos que nos la describen es también un arte. Y eso es lo que hace el poeta Samir Delgado, que practica la contemplación del arte con una mirada amplia, sencilla e íntima, consiguiendo que nuestra visión de las obras y artistas a los que nos convoca, aun siendo conocidos, se torne totalmente nueva y entusiasmada tras la lectura de sus versos.

Con este poemario, Samir Delgado no se limita a acercarnos a la Pintura nº100 de Manrique, sino que nos hace caminar por toda su obra pictórica y a través de ella homenajea con asombro y admiración la naturaleza volcánica de Lanzarote y el sueño de un artista que consiguió contagiarnos y convertirlo en el sueño de todos para este archipiélago tan necesitado de realidades que lo salven de sí mismo.

Precisamente “El sueño” es el título de la primera parte de este libro, que sigue con “La pintura”, “Los volcanes”, ¨Fósiles”, “La isla” y “El artista”. A través de cada uno de estos apartados, los versos de Samir Delgado nos llevan a redescubrir los lugares de la isla: Femés, Soo, Timanfaya, Las salinas, Famara, como si fuésemos el propio Manrique cuando los recorrió y se impregnó de ellos por primera vez, y nos conecta a su vez con su espíritu universal y cosmopolita, llevándonos a lugares tan diversos y dispersos como Atenas, Altamira, El Támesis, Venecia, Laussane, África, Amazonas, La Gran Manzana, Central Park, Lexington Avenue o el cine Princesa. La isla de Lanzarote como epicentro de un movimiento que nos conecta con la vida que late en cualquier rincón del planeta, y con la muerte, que puede sorprendernos en cualquier momento, como sorprendió a César en su BMW735i. Solo por sorpresa podía irse ese hombre que se atrevía a jugar con el viento pero incapaz de representar la guerra. 

Pintura nº100 nos adentra, verso a verso, entre cenizas y asombro, en una isla que arde y que nace en cada nueva mirada que la cubre. Una isla que se ve a sí misma desde fuera y desde dentro. Atlántico bañando la memoria. Viento africano que acaricia el espanto del fuego. Luz convertida en tierra negra, en sal, en huella. Negro que arde para envolver la isla en silencio permanente. Eso y mucho más es el milagro de Lanzarote, lo que esta Pintura número 100 de Manrique y Delgado no quiere que olvidemos. 


Publicado originalmente en el periódico Canarias 7, Islas Canarias


 

lunes, 21 de diciembre de 2020

“De la naturaleza artística a la nebulosa lírica: una ruta bidireccional” Reseña de Noel Olivares

 



Reseña del libro “Pintura número 100” XXV Premio de Poesía Tomás Morales


La entrega literaria de Samir Delgado “Pintura número 100” (César Manrique in memoriam), obra ganadora del XXV Premio Internacional de Poesía Tomás Morales (2019) recorre el universo manriqueño con formidable aliento poético en correspondencia con la versatilidad de la obra del artista lanzaroteño. Dividido en seis secciones, el libro conforma una topografía y una cosmogonía entre arte y poesía, territorios colindantes y extensivos, concluyentes. La lectura de la isla que en César se vuelve epicentro de un mundo dentro de otro a través de materiales tangibles, Samir Delgado lo transforma por medio de la palabra en otros mundos dentro de este (Éluard) con la materia del verso, heraldo fidedigno del espíritu.

Pintar la isla para recobrarla, escribir la isla para habitarla, Samir Delgado inició un buen día su exilio voluntario del archipiélago canario en busca de su destino (easy rider). Y tras su etapa conquense, primera estación donde dejó su impronta de revolucionario de las artes, alcanzó suelo mexicano, el mítico horizonte que acogió a tantos refugiados de la tragedia española del siglo veinte. Desde México, Samir Delgado está más presente que nunca a través del continente de los sueños con el archipiélago que lleva en la sangre. Y la prueba de esto reside en su titánico quehacer literario de ejercicio poético y labor crítica de los últimos años con excelentes libros como la trilogía precedente sobre arte y artistas: Galaxia Westerdahl, Las geografías circundantes (Tributo a Manuel Millares) y Jardín Seco -publicado por la editorial madrileña Bala Perdida- en torno a la obra de Fernando Zóbel.

Este volumen dedicado a la nebulosa estelar del gran César Manrique en el centenario de su nacimiento es un virtuoso homenaje en verso que traduce el espíritu de un creador inigualable desde la intensidad de un poeta en plenitud de sus facultades. El resultado bien a la vista está y el lector revive a través de estos poemas un itinerario sembrado de elementos icónicos representativos de un singular mundo artístico. Versos de fuego grabados en los surcos de la piedra, en el alma del paisaje que borbotea el aliento de los volcanes como “las piedras que siempre dicen la verdad después de la lluvia”. La soledad del artista, la soledad del poeta “se alimenta del fuego nocturno de las sombras” pero hay mucha luz en los versos de Samir y en el universo de César, -y mucha sombra en el anverso-, reflejos pintados porque aún persiste “muy lejos todo el sol/para después de la muerte”.

Las manos del pintor y las manos del poeta “encienden el lenguaje secreto de la noche de un bosque en las estrellas” y así los universos duales se corresponden y superponen fusionándose en explosiones infinitas desde la noche de los tiempos hasta el día sin fin. En la serie “Fósiles” (sección cuarta del libro) encontramos poderosos ecos del pasado, el pasado que nos habla con un verbo aplastante, permutativo, versos que son versículos enroscados como enredaderas en llamas, vestigios de un mundo paleontológico, testamento y testimonio de la muerte en poemas como Torso enterrado, Pájaro aplastado, Toro calcinado, Fósil anfibio. En la sección quinta “La isla”, el ser errante, alegoría del destino humano, reconoce su soñado renacimiento, encarna la isla y cierra los ojos para verla nacer dentro de sí jugando con el viento, juguete y jugador, comodín atemporal del universo.

Y llegamos al epílogo, un mundo verdadero frente a un mundo de imitación, “el engranaje turístico global”, ante la hora de la verdad, la hora del despojamiento de las máscaras, de la velocidad de la luz y la velocidad terrestre más allá del aire muerto para el desaliento del pájaro y el estigma de la flor de volcán. El poema BMW735i, una obra emblemática de César que simboliza su destino de “ser contemporáneo del futuro” define ese momento a partir del cual el artista entra en la inmortalidad: “Toda/ la sangre/ de un solo/cuerpo/detenida/al margen/de la circulación/el único instante/ del ángel”.

Pintura y poesía, éxtasis y vértigo, satélites, cometas, semillas y frutos, contorsionismos de arte y espacio, letra y claroscuros, huellas en el camino “la huella de un diente de sol” rastrean el devenir de las raíces en el cielo, el itinerario del artista perdido en los caminos del bosque de la existencia. César Manrique, a través de su legado encontró a su poeta, el artista de los sueños que da la réplica, el filósofo que argumenta y el profeta que anuncia: todo orden será superado por su perfectibilidad. En el poema “Solo en arena negra” de la primera sección (El sueño) círculo perfecto, leemos: “Al pintar la isla otra voz dirá entonces el nombre del origen de la caldera y la cárcava y el primer fuego”. Y más allá de la simbiosis de los lenguajes el corazón planea como un pájaro camino de una desierta lejanía indescifrable.


Publicado originalmente en Diario de Avisos, Suplemento cultural "El Perseguidor"

lunes, 14 de diciembre de 2020

Canarias y la poesía hispanoamericana

 


El pasado mes de noviembre tuve el honor de participar en el Coloquio Iberoamericano de Poesía del mítico Claustro de Sor Juana en Ciudad de México, un espacio de encuentro de diversas nacionalidades que ha debido sortear esta coyuntura sanitaria global. Allí pude afirmar que una tradición poética como la de Canarias está construida a contracorriente respecto al centro y que aún siendo considerada como una región ultraperiférica hubo en las islas un renacimiento, modernismo, surrealistas y poesía civil. Canarias ha sabido reconstruir su propia tradición frente a las inercias del poder, por lo que hoy en día la creación poética insular, naturalmente plural y diversa, posibilita que un universo simbólico como el de los archipiélagos se reivindique como el de los otros que nunca fueron y no dejaron ser, ya que nosotros somos los otros en el revés del proceso de civilización. Pienso en Alonso Quesada o el Vizconde de Buen Paso quienes regresan de sus viajes a Madrid con un mismo pálpito desorbitado.  

La tradición poética de las islas bebe de la lengua española y sin embargo no debe arrastrar ninguna inferioridad en su relación con otras tradiciones del español o de otras lenguas. Las islas cuentan con un extenso patrimonio creativo en su devenir cultural, cada vez es más necesaria la crítica literaria y el diálogo entre generaciones, sin embargo de nada valen las exclusiones y los apartamientos de la rivalidad entre tendencias, todas las voces suman la riqueza de la polifonía, por ello seguir por la senda del desconocimiento de la amplia cartografía de la poesía canaria no debería ser la pauta en la afirmación de alternativas. En el reciente artículo del poeta Ernesto Suárez en los Cuadernos Hispanoamericanos, se ofrece una valiosa miscelánea de elecciones personales sobre voces poéticas que abarcan desde los años 80 hasta el 2020. A pesar de las habituales ausencias, sería muy positivo para el diálogo crítico tener en cuenta a autores prominentes ya fallecidos como José Carlos Cataño o Francisco Tarajano, distantes en la edad y en el registro, pero que confirman la pluralidad de nuestro paisaje poético. Desde la voz del poeta del desarraigo que habita la isla por la distancia y el poeta de la identidad ancestral que regresa de la emigración. Como ellos hay una multitud de poéticas múltiples que merecen ser consideradas sin el menosprecio del silencio y manifiestan la existencia de una diversidad necesaria en la literatura insular.

A pesar de la desaparición crónica de revistas literarias con la llegada del milenio y de la inexplicable falta de publicación de las actas de los últimos congresos de poesía canaria en lo que llevamos de siglo, la tradición poética insular confluye en la transición democrática hasta la Autonomía de un modo intergeneracional. Las islas navegan desde el eco de las palabras hacia nuevas realidades y por eso las grandes carencias de estudios canarios en la universidad y del apoyo institucional al libro editado en las islas abona los terrenos del latifundio de nuestro propio desarraigo dentro y fuera de las islas. La escritura poética en Canarias es una gran aportación poco conocida aún en las literaturas hispanoamericanas, lo he presenciado en foros académicos de la diáspora caribeña en Nueva York y en festivales como el de Medellín.

Nuestras letras son un crisol de posibilidades aún inexploradas, lejos de abandonar la isla tal vez lo que precisamos es regresar nuevamente a ella, a la tierra inmemorial de los imaginarios, si bien toda frontera implica un límite, la identidad tricontinental de Canarias reúne las condiciones históricas de una personalidad atlántica que puede significarse en alternativa universalmente deseable, frente a los dogmas y elixires de la realidad dominante durante siglos. Ahí están las poéticas de las otras insularidades de la Macaronesia, todavía bajo el silencio de una distancia del idioma que pone a la luz la inacabada posibilidad de las teleologías de lo insular como proyecto universalista, libre del disfraz del falso exotismo y los jardines del bienestar superficial de los hoteles cinco estrellas que nunca vieron Galdós o Dulce María Loynaz.    

Puede resultar de interés un verso del poeta fluvial francés Jacques Darras cuando afirma que la poesía es una industria metafórica indígena, los seres vivos en tanto habitantes del planeta precisan del imaginario de lo poético, de ahí que a pesar de la encrucijada planetaria que cada vez se parece más a una segunda pérdida del paraíso en una fase irreversible, resulta que la poesía, la literatura y las múltiples disciplinas artísticas de la expresión humana son auténticos oasis en resistencia sobre la corporalidad de todo signo, mantienen el pulso del humanismo y de los acervos de la cultura que sostienen la utopía, lejos de la cortesanía oficial del sistema que ha llevado montañas de paraliteratura a las librerías en crisis.

En la Universidad del Claustro de Sor Juana de la Ciudad de México, un diálogo entre poetas de distintas procedencias y lugares muestra que son necesarios los espacios de diálogo en la universidad. Más allá de la gran tradición de la poesía existen las otras tradiciones de la diferencia enriquecedora, de la diversidad por descubrir, sin tener que rendirse más pleitesía a premios de poesía con nombres de la realeza. Por suerte, existen circuitos internacionales de literatura que alientan el descubrimiento de otras poéticas de la disidencia y del compromiso cívico, de la paz y de los valores de la solidaridad y el multilingüismo, la necesidad de nuevas alteridades que confluyan por medio del maravilloso vehículo de la palabra y de los imaginarios que sobreviven a pesar del simulacro y de la repetición de un espectáculo global que en Canarias se traduce en la visita de millones de turistas al año. El paisaje social del sur turístico ha encontrado nuevos filones de creación literaria en las generaciones de autores insulares nacidos en los 80 y como sucedió en otras épocas la realidad tiene en la creación literaria un espejo de proyección histórica.

Ante los desenlaces insospechados de esta nueva crisis universal, la poesía canaria y la literatura hispanoamericana pueden significarse como el lugar de la memoria y el salvoconducto para la propia condición de nuestra humanidad, una encrucijada que nos ofrece la posibilidad de reconceptualizar todo de nuevo, como sucedió en los tiempos de la II República española, donde tras el auge de la vanguardia literaria llegó el golpe de la dictadura de las derechas que todavía se atreven a retirar poemas de Miguel Hernández en Madrid. Volver a tomar la palabra es el futuro y el diálogo entre las poéticas de la insularidad nos conecta con la actualidad de la cultura planetaria, de camino al deseado arcoíris de la convivencia y de la pluralidad de voces, nativas y extranjeras, las narrativas del mestizaje y del ensueño fundacional de la literatura de Canarias que nos recuerdan esa búsqueda desde la perplejidad y la magua del existir en obras poéticas como la de José María Millares Sall, quien sin salir de la isla, fundó el horizonte de Liverpool.

Publicado originalmente en Canarias 7

14 de diciembre de 2020

martes, 1 de diciembre de 2020

"Pintura número 100" Reseña de Quintín Alonso Méndez

 

César Manrique "Pintura número 100"(1962)

Reseña del libro "Pintura número 100. César Manrique in memoriam" XXV Premio de Poesía Tomás Morales, 2019

"Cada número semeja un recuerdo como imagen, clavado en la pared imaginaria de la memoria por punchas oxidadas por el salitre como heridas que salvan

Pintura número 100 se disculpa, busca apoyo en el bastión insondable de la obra pictórica -la palabra ha de ser imagen para ser poesía- de César Manrique, homenaje a quien antes de la palabra se hundió en la poesía de la imagen, imagen voluble en cada golpe de instante, en cada soplo, latido, del tiempo, aunque detenido tiempo, y la vertió, con los pigmentos cósmicos de la lava, la luz y el océano, en el lienzo, la piedra, la grieta, materia atlántica de isla, de universo, nunca de continente.

Pero Pintura número 100 es más que mirarse y verse en un espejo, simple placer del contemplarse y desconocerse en el saberse, es raíz, desnudez del poeta ante sí mismo, ante el paisaje sobrecogedor de lo inalcanzable, totalidad dispersa del yo en cada partícula, en cada poro de cada palabra, descubierta, reinventada, acogida como propia, es decir, como universal, planta, roca, luz, sed de agua, piel de mar, de la luz que va más allá de los sentidos, penetra, traspasa, socava, intima, se queda, vuela, se hace aire, naturaleza, misterio y reconocimiento, asombro y descubrimiento, cada vez descubrimiento, primera vez, en cada acto de la fusión mística-material con el planeta isla, naufragio siempre, casa siempre. Samir se abre -flor carnal de piedra, piel de roca fósil, de aire-, en Pintura número 100, en seis cabalísticos pétalos («el sueño», «la pintura», «los volcanes», «fósiles», «la isla», «el artista»), pero el número no importa, aunque seamos límite, origen y final, un menudo átomo de espacio creador del tiempo, de materia volcánica y océano, salitre y fuego de las entrañas, pero antes de los dos extremos terrenales está lo que no tiene tiempo, lo que es la eternidad del siempre, éxtasis de lo quieto, quizás el vacío, poema perfecto.

Samir Delgado viene de una poesía cerrada, hermética, porque dos muros de piedra a los lados del camino estrecho, evitando la luz inmensa del vuelo y no dejando ver más que la escasa aparente luz del limitado objetivo al final de un túnel o laberinto girando sobre sí mismo, no dejaban ver la transparencia de la nada, de la totalidad, pero un golpe de caída, o abismo, o vuelo, ha tirado abajo los muros y entonces surge, se desparrama, se vierte, el poeta, el que aún teme pero ya se atreve a desnudarse, a despojarse del yo, aún con el pudor, pero el atrevimiento, del niño, del adolescente, del hombre, ante el descubrimiento y el estupor, pero entonces desaparece el humano, el invasor, y no necesita escarbar: pululan los versos como polen, invisibles, con y por la piel de los sentidos.

Solo quiero decir, desde mi inconciencia de mundo, que Pintura número 100 (infinito número) es poesía, sin saberlo, sin proponérselo, sin quererlo, espontáneo como el nacimiento de la primera única célula: poesía: indestructible: de origen volcánico y de algas los pigmentos de las imágenes, óleo de océano atlántico.

Y brota en el malpaís la palabra barroca, sin ella no podría la poesía asomarse/no asomarse a la magnanimidad de isla, de surcos sobre el océano comunicándose con otra isla, imantados territorios náufragos, aislados, entrelazados, de isla.

Esta poesía con mayúsculas se abre a los horizontes y al mismo tiempo se cierra en flor, de lava y mar, de isla.

¿Son los números fechas, instantes, luminosas heridas, pequeñas marcas que vamos dejando para encontrarle el regreso a los recuerdos? ¿es un fósil el barroquismo? ¿es leyenda lo barroco, la lengua de la palabra, surco, piedra, sed, pájaros de sol trasparente trayendo todos los colores picoteando en las mañanas labriegas, en las noches grilladas por la tristeza que es pobre? La pintura no es más que plasmar la imagen, las infinitas imágenes dentro de la imagen, según el ánimo de la luz, el óleo no es más que la esencia de la tierra, su misma raíz. Cada número semeja un recuerdo como imagen, clavado en la pared imaginaria de la memoria por punchas oxidadas por el salitre como heridas que salvan.

Es en el pétalo número tres de la rosa de los vientos, en «los volcanes» (aquí soy débil, más débil), donde Samir Delgado, o mejor dicho, la poesía de Samir, ya íntegra e impúdicamente despojado del yo, es más isla, más silencio, herida, dolor, terruño, más uva sedienta, siempre insatisfecha, de la roca volcánica. Sentencias. Cada destilarse de un poema se desparrama sobre el lienzo en delicada, seca, pura sentencia. Samir: Pintura número 100: Poesía. Cuerpo de poesía.

Solo es el comienzo. Siempre

                                              

Quintín Alonso Méndez, escritor y novelista

Bajamar, Tenerife, 2020

lunes, 23 de noviembre de 2020

"Paul Celan" (Del libro La carta de Cambridge)




PAUL CELAN se lanzó a las aguas del Sena la noche del 19 de abril de 1970. El poeta hizo de la obra literaria en lengua alemana un testimonio de lo indecible tras el sufrimiento padecido en el campo de concentración de Auschwitz-Bikernau. Como otros poetas europeos apoyó la causa de la II República española. Los franceses Paul Éluard, autor del afamado poema Liberté de 1942 o René Char, que también participó de modo solidario en la suscripción popular para la tumba de Antonio Machado, tuvieron en las aguas de París y la Provenza francesa los motivos de inspiración para sus creaciones líricas. Tras los cincuenta años del fallecimiento de Paul Celan a la vista, el otro exilio de la vida que supone la muerte del poeta devuelve un halo de trascendencia a sus poemas con la misma intensidad que desprende a esta hora la imagen de la tumba de Collioure. Cruzar el puente Mirabeau en los versos de Apollinaire: viene la noche suena la hora


Samir Delgado, "La carta de Cambridge"


Prix International de Littérature Antonio Machado 2020



 

jueves, 5 de noviembre de 2020

"Lugar intermedio y condición del agua" (Del libro Los poemas perdidos de Luis Cernuda)

 

Luis Cernuda (1902-1963)
                                                                                              


<<LUGAR INTERMEDIO>>

 

 En la llamarada de tu cuerpo el único equilibrio

 

                                                                                                                                                                                        Alí Chumacero

 

I

 

UN lugar intermedio

entre la casa y el camino

 

mirar hacia arriba

constituye las estrellas

 

el poema se hace cuerpo

del tránsito vuelto para sí

 

tiempo propio en el espacio

del tiempo

 

 

II

Voy a sembrar un árbol de sol

                                  Margarito Cuéllar

 

A solas una tarde otoñal en el parque para ver la caída de la luz entre los ramajes de la abundancia del verde y el antiguo campanario con balas de la Revolución. Entonces saber a ciencia cierta del privilegio absoluto de estar vivo ahí, en la tarde pletórica que regala su aire inmenso igual que la bonanza del poema. Esa misma sensación íntima de la ciudad vista en la perspectiva de las nubes. Cuantas veces ya en los aledaños del atardecer, esta isla indivisible de lo visto, que hace del viaje interior un mapa de las golondrinas y sus días



<<CONDICIÓN DEL AGUA>>

 

                                                         Todo es mundo y material para pintar

                                    Roger von Gunten

I

 

LA lluvia

de lejos

 

o estar

bajo la lluvia

 

el poema

trasciende

 

la condición

del agua

 

II

                              

LAS nubes del nuevo país detenidas por un minuto intenso, profundo, trascendental. Mirar las nubes durante un espacio de reflexión íntima a través de la ventana solitaria. Sentirlas como propias en su condición del agua. Y en esas nubes la historia de un tiempo propio que fue del poeta, más allá de la ventana cerrar los ojos entonces, para alcanzar aquellos blancos que dan cuerda a todos los mundos por venir

 

 

III

 

LA belleza es la experiencia de todas las experiencias-dijiste- la clave está en que la belleza como tal, cualquiera que sea, devuelve al yo su condición plena, de todas las experiencias suyas reunidas, en tanto que capacidad de ver. Más allá de la idea de un objeto depositario que contrae sobre sí la plenitud del mundo, la belleza incentiva en el que mira la condición del agua: lo que vive da vida, el agua que siempre se experimenta de un modo extrañamente compartido




Samir Delgado


Del libro "Los poemas perdidos de Luis Cernuda" (Literatelia, México, 2019)


jueves, 15 de octubre de 2020

Ramón Gaya "Un cielo espléndido, de una belleza desmesurada"

                       Ramón Gaya (Murcia, 10 de octubre 1910-Valencia, 15 de octubre 2005)


El pincel también tuvo que seguir el camino del exilio de los poetas. Es el caso de Ramón Gaya, embarcado en el Sinaia. En su casa de Murcia observé mis primeras imágenes de Chapultepec antes de que el parque defeño formara parte de mi paisaje cotidiano predilecto en México, sus verdes, el colofón del azul, arboledas en domingo.

 Con el poeta y artista me sucedió igual que con otras obras de arte: una vez asumida su verdad como propia — alétheia de los griegos — donación del color, del sentido interiorizado del óleo para uno mismo, al través del deleite contemplativo -sosiego del instante- el parque como tal se parecerá al cuadro, y no al revés. Este fenómeno de donación, transfusión estética, del cuadro a la realidad, sugiere un valor trascendental a la imagen, esbozo primordial para asumir una poética de la visibilidad, que en plena sociedad de la saturación, la velocidad y el predominio de lo informativo, me interesa como proyecto vital de escritura. Admiro la obra de Ramón Gaya desde entonces con una atención in crescendo, el murciano fallecido en 2005 es autor de poemas y ensayos sobre arte de una hondura iluminante. En uno de sus diarios muestra reticencia malhumorada por abandonar París sin ver su primavera, aquejado de haber vivido trece años sin estaciones en México DF. Y cuenta, ya de regreso en otros junios a mediados del 50:

<<Llegada a México. Atontamiento y cansancio. Una cierta alegría. Sensación de ceguera. Algunos buenos amigos han venido a recibirme. Un cielo espléndido, de una belleza desmesurada. Todo parece asentado en su lugar. No, no falta nada, o casi nada. Falto... yo. Veremos cuándo llego>>

Ramón Gaya formó parte de la experiencia republicana de las Misiones pedagógicas y en concreto del Museo circulante, en el que copias de obras de arte del Museo del Prado —las mismas obras salvadas por Alberti y María Teresa León bajo los bombardeos sobre Madrid— eran divulgadas en los pueblos más recónditos como fórmula de la renovación educativa del momento. Y también en las trincheras del frente, lugar donde la poesía de Miguel Hernández redoblaba los ánimos del combate. El pintor poeta, exiliado en México también, representa una figura crucial, vivificadora de la del del huerto —a diferencia de la huerta— como un espacio de cultura, exponente del intelectual español honesto y comprometido, cuya trayectoria artística y vivencial caminaba con el peso sobre los hombros de la historia fatídica de una república acribillada, plantado frente a un cuadro de Tiziano, de un atardecer en Italia:

<<Es magnífico y al mismo tiempo desesperante que, después de varios siglos, las cosas sigan ahí, completamente inéditas, desconocidas, intactas>>


Samir Delgado


domingo, 20 de septiembre de 2020

Benedetti en Nueva York

 

Fotografía del autor (Nueva York, 2018)

Este mes de septiembre se cumple el centenario del poeta uruguayo y la suspensión del Congreso Internacional convocado por la Universidad de Alicante, el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos y el Instituto Cervantes no ha impedido la celebración de la obra del poeta


Todas las calles de Nueva York se parecen a un poema de Lorca. Cuando se llega a Nueva York por primera vez hay un sentimiento de euforia combinado con la extrañeza de caminar el futuro, otro planeta. El 14 de septiembre de 1959 el poeta uruguayo Mario Benedetti disfruta de un cumpleaños en la Gran Manzana, y cuenta de un cielo de ayer sobre sus hombros y de un gallo que canta al Empire State Building y millones de mandíbulas en la ciudad de los rascacielos. Aquel era el año de la revolución cubana, del auge bélico con la guerra de Vietnam y de las terribles inundaciones en Uruguay. Y es además el año de la víspera de la novela La Tregua en la que el poeta maduro, el hombre de escritorios y oficinas, ya entrado en los cuarenta, atestigua la universalidad de la nostalgia del bandoneón y de los cielos plomizos de Montevideo en un libro necesario dentro de la narrativa latinoamericana.

Con su poema hecho desde Nueva York tiene lugar la aportación del uruguayo al imaginario de los poetas que han dado testimonio de la ciudad global a través de sus escrituras, los poemas prevalecen al devenir de los tiempos, constituyen el acervo y la médula de los lugares, de las memorias. José Hierro donó a la posteridad su último poemario en 1998, el reconocido cuaderno neoyorquino donde hay un diálogo tardío con los fantasmas que pueblan el Hudson lorquiano, el mismo río que Federico reinventó en sus años de la Columbia University. La publicación del mítico libro fue en México en 1940, todavía pueden encontrarse ediciones originales en las librerías de antigüedades de la calle Donceles, cuatro años después de su asesinato impune. Y otro de los libros enigmáticos corresponde al poeta árabe Adonis que publica en 1971 el Epitafio para Nueva York, un ajuste de cuentas del escritor sirio libanés con la metrópolis occidental.

La megalópolis que vio nacer la poesía norteamericana por boca de Whitman lleva en sus entrañas los versos de muchos poetas que han hecho de su mirada lírica un testamento decisivo. Y Benedetti no podía quedarse en silencio tampoco, suyo es el poema de la extenuación íntima y de la esperanza postergada, el poeta habla de la cruz del confort en la frente del imperio y de un paso del tiempo que no es el verdadero, como no era verdadero su cumpleaños en aquellas calles, en aquellas sombras.

Ahora que se cumple su centenario hay que recordar la presencia del poeta uruguayo en Tenerife, en varias ocasiones visitó la isla del Teide, fue memorable su recital poético en compañía de Daniel Viglietti en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna y cuando en el año 2000 se le concedió el Premio Son Latino, allí fue donde le conocí y pude saludarle, estrechar su mano, desearle buena suerte,  al poeta de los inventarios y de los amores juveniles, el de las primaveras con una esquina rota.


 Publicado originalmente en suplemento El Perseguidor, Diario de Avisos, Canarias

20 de septiembre de 2020

lunes, 14 de septiembre de 2020

La última carta de Pedro Lezcano

Fotografía cortesía de Maribel Lacave, 1981

Firmada en el mes de agosto de 2002, en la víspera insospechada de su muerte por venir, el poeta Pedro Lezcano escribe en su ordenador, al que denomina juguete informático, una última carta a su amiga Maribel Lacave, autora canaria residente en Chile. Tras décadas de amistad, confiesa que quiere contarle como era aquel ahora suyo, tan distinto al de otro ayer, octogenario y maltrecho. Estaba comenzando un nuevo siglo, el poeta Pedro Lezcano había nacido en Madrid y habían pasado muchos otros veranos ante sus ojos, los más oscuros del franquismo y también los veranos de la democracia. Suya era la isla submarina, la que se encuentra bajo el agua, la de los poemas que escribió durante toda una vida.

Dice Pedro Lezcano en su carta que pensaba que morir era otra cosa, y celebra el mar y la luz, la maravilla inalcanzable del mundo en la casa de Santa Brígida. Hay fotografías de familia en esa última carta que Maribel Lacave conserva como oro en paño en su casa de Chiloé, en los sures del mundo que se han convertido en la otra isla de la poeta canaria, autora de libros necesarios en la literatura de nuestros días. Y le dice Pedro Lezcano a su lejana amiga, a quien prologó libros suyos con otras cartas, que a pesar de guardar luto por su cuerpo envejecido sigue luchando por amar la vida. Habla de Chile, de cuando fue en viaje semi clandestino para cumplir con la tarea de auxiliar con recaudaciones monetarias de solidaridad a los sindicatos chilenos que padecían la crueldad despiadada de la dictadura de Pinochet.

Y es que Pedro Lezcano fue un hombre pacifista y de letras, amante de los libros y de la humanidad, ajedrecista y micólogo, poeta dibujante que supo de imprentas y de dramaturgia, de revistas y tribunas. Y fue además el escritor nacido en Madrid que hizo de la insularidad su predestinación. El augurio de haber llegado al mundo en tierra continental le hizo descubrir los secretos del volcán, admira a los modernistas y sus conocimientos de filosofía pura le acercan a la cultura como el lugar desde el que vivir, desde el lado iluminador del pensamiento crítico, de la rebeldía de ideales.

Ya es un clásico en la tradición insular de la poesía aludir a la Antología Cercada que compartió con los hermanos Millares Sall, el poema de la maleta de los años 80 llevado a cómic y musicalizado por el Taller Canario -Rogelio Botanz es su mejor recitador-, libros suyos forman parte esencial de las bibliotecas públicas de las islas y como Presidente del Cabildo de Gran Canaria, durante el primer lustro de los años 90, demostró que la poesía también deber entenderse con los imperativos de la vida pública. Tras años de militancia política en la izquierda fue de los diputados canarios que defendió la autodeterminación de los pueblos, el derecho democrático que debía ser ejercido para el progreso de una sociedad. De hecho, igual que otros poetas canarios, como Francisco Tarajano y Agustín Millares, fue defensor de la clase trabajadora.  Amigo del Sahara y de Cuba, de Nicaragua, de los pueblos que tejen la esperanza de sus días, frente a un sistema que lleva al planeta hacia la fatalidad y el colapso.

En la última carta que Pedro Lezcano escribe a la poeta canaria Maribel Lacave, cuyos versos considera un faro de honestidad, sabía que conservaba la lucidez aunque en los atardeceres sombríos de la edad esa clarividencia podía ser fatídica. Escribe de su paraíso, que era bañarse en la costa de la isla con toda suerte de azares. Y le pide que le cuente de aquellas tierras mapuches, del otro lado del mundo, y que regrese pronto, porque se le estaban acumulando los abrazos sobre el mar. Y firma, de puño y letra, la última carta, fe de vida.


Publicado originalmente en el periódico Canarias 7

13 de septiembre de 2020

 

 

martes, 25 de agosto de 2020

"No existen fronteras para la poesía" Entrevista en prensa árabe internacional

 



Entrevista realizada y traducida por Ali Bounoua

Usted es hijo de una madre canaria y de un padre libanés que emigró a las Islas Canarias. ¿Nos puede contar algo respecto a este detalle? Y ¿hasta qué punto influyen sobre usted sus orígenes árabes emocionalmente hablando?

Desde hace siglos las islas Canarias han sido un lugar de tránsito para muchas generaciones de migrantes que encontraron en el archipiélago un lugar ideal para mejorar las condiciones de vida. En mi caso mi padre fue un emigrante de la guerra civil libanesa y el origen de nuestra familia está vinculado directamente a un sentimiento de pertenencia a la identidad árabe que va más allá de la lengua. Yo también soy árabe desde el corazón.

¿Había estado alguna vez, como persona o poeta, en alguno de los países árabes? ¿Cómo fue la experiencia y cuáles fueron sus impresiones?

Desde mi infancia ha existido una memoria de Beirut, visité por primera vez el Líbano cuando era niño y tengo una imagen muy nítida y transparente de aquella experiencia, además el contacto con la familia ha sido permanente y por eso tengo la sensación de que en años venideros cuando todo mejore regresaré a Beirut. Ya he podido visitar también otros lugares como Ramallah en calidad de invitado por el gobierno palestino en unas jornadas de intercambio entre escritores hispanos y árabes en 2015. También he visitado Túnez o Jordania, de todos modos al tener un padre árabe realmente tienes en casa el sabor de la gastronomía y las costumbres árabes toda la vida.

 

¿Hay alguna presencia de la cultura árabe en la literatura canaria generalmente y en la poesía que usted escribe especialmente?

Hay un poema del autor modernista Tomás Morales que habla de la tradición de las tiendas de árabes en la famosa calle Triana de la capital de la isla de Gran Canaria, hay en el imaginario colectivo de la sociedad canaria una cercanía especial hacia la identidad árabe, y en mi caso escribo también desde mi propia condición de libanés de segunda generación, aunque no hable árabe  yo siempre reivindico un sentimiento de arabidad que es mucho más perdurable que las cuestiones administrativas de un pasaporte. Hay una forma de sentir lo árabe que es común a todas las naciones y que constituye un destino de unidad y de paz para el futuro. Hay un proyecto en el que estoy escribiendo en la actualidad sobre la posible amistad entre José Martí y Ameen Rihani en Nueva York, dos de las personalidades más importantes de la literatura en español y lengua árabe, es una gran idea para una novela.

¿Qué ecos tiene usted de la literatura árabe? ¿Ha leído alguna vez algo de la poesía árabe traducida al español? ¿Tuvo alguna experiencia con los poetas árabes en España o en otra parte?

Uno de los escritores árabes que sigo desde muy joven es a Khalil Gibran, la mezcla entre la pintura y los libros de este autor libanés universal me ha cautivado desde siempre, de hecho visité hace poco en el Museo Soumaya de Ciudad de México la sala dedicada a su legado. Además he leído a poetas contemporáneos como Adonis y Mahmud Darwish con mucha concentración. Y aparte tengo el privilegio de contar con la amistad del escritor y traductor iraquí Abdul Hadi Sadoun, uno de los referentes más notables de la literatura árabe hoy. 

Si se le pide presentar la literatura canaria para el lectorado árabe, ¿qué diría usted? ¿Qué es lo que distingue a la literatura canaria?

Las islas eran consideradas en la mitología griega como un lugar sagrado para la inmortalidad, nuestro lugar en el mundo tiene tres continentes como frontera y la literatura canaria ha sido siempre una prolongación exótica de la poesía y la novela latinoamericana, con una atmósfera atlántica de gran valor cosmopolita. Tenemos más de quinientos años de literatura y todas las corrientes estéticas han tenido acento canario, desde el renacimiento hasta el surrealismo, hay románticos canarios que reclamaban la memoria de los guanches en el siglo XIX y la vanguardia literaria de las islas ha sido muy importante en la historia de la poesía civil antes y después de la dictadura de Franco en España. La literatura canaria es un espacio de universalidad.

¿Cuáles son, en su opinión, los obstáculos ante el alcance de las letras canarias al mundo árabe?

No existen fronteras para la poesía y aunque las traducciones de un idioma a otro siempre han sido un obstáculo en la historia hay que considerar que la belleza de la literatura es internacional. Tengo fe en que el mundo árabe pueda conocer más cerca la literatura de las islas Canarias, en las fuentes documentales del mundo árabe también Canarias tuvo un lugar ideal por ser tierra de mitos y de paisajes, de hecho también no debemos olvidar que Benito Pérez Galdós era canario y que el escritor más importante en lengua española junto a Cervantes y José Martí era de origen insular. También hay otros ejemplos de gran importancia en el Caribe, sobre la relación entre el mundo árabe y la literatura en español, me parece que es el momento de que se conozca más la obra del cubano Fayad Jamis, un poeta nacido en México y de padre libanés que hizo de La Habana su mayor inspiración.

Usted reside en México hace casi cuatro años y se naturalizó mexicano, ¿podría esto entenderse como esa búsqueda eterna de los poetas canarios de un horizonte más amplio que su archipiélago tal como lo hicieron los literatos de Las Islas que llegaron a la universalidad: Benito Pérez Galdós, Justo Jorge Padrón? 

Estoy muy agradecido a México por ser mi nuevo país de adopción, muchas generaciones de escritores y artistas de la II República española encontraron en México una segunda oportunidad para la libertad y una vida mejor. Se dice que los escritores canarios que habitan en un continente expresan una energía de expansión que proviene de la fuerza de los volcanes, hay pintores canarios como Óscar Domínguez que vivieron en París y pasaron a formar parte de la historia gracias a su originalidad creativa. Hay en México además un ambiente muy próspero para la literatura y realmente es un privilegio poder escribir en la tierra de los aztecas y los mayas

¿Alguna palabra que quiere decir a los amantes de la poesía en el mundo árabe?

Todas las culturas han considerado la poesía como uno de los más bellos patrimonios de la humanidad, y como dijo Federico García Lorca la civilización árabe siempre fue de una riqueza infinita para las ciencias, la literatura y todas las artes, ojalá en el futuro todos los países reconozcan el valor de la literatura para construir puentes de entendimiento y concordia entre las naciones, vivimos en el mismo planeta y la poesía será una de las señas de identidad de la condición humana.

 

Publicada en el periódico HesPress.com de Marruecos 

(Agosto, 2020)

miércoles, 5 de agosto de 2020

"Jamais". Los regresos de Oscar Domínguez

Ochenta años después de ser exhibido en la famosa exposición internacional surrealista celebrada en la galería Beaux-Arts de París, el gramófono de Oscar Domínguez que había desaparecido ha vuelto a la realidad, bajo el comisariado de Emmanuel Guigon volverá a ser el objeto hipnótico que revolucione la mirada de los visitantes que acudan al Museo Picasso de Barcelona a partir de este mes de julio y hasta la primera semana de noviembre. Gracias a una fotografía de Nick de Morgoli se ha podido seguir el rastro de una pieza emblemática que el surrealista canario regaló a Picasso después de la guerra mundial, de este modo ochenta años después los regresos de Oscar Domínguez se están convirtiendo en verdaderos revulsivos culturales que están reanimando la expectación y el redescubrimiento de una obra artística que capitalizó los mejores años de la vanguardia insular en los años de la Segunda República.

Oscar Domínguez perteneció a la estirpe de los expatriados que nunca regresaron a las islas durante el franquismo, huyó hacia Paris desde el Puerto de la Cruz en Tenerife en un periplo legendario con pasaporte extranjero que constituyó el aura del artista durante toda su vida. Excéntrico y surrealista, su dedicación a vida o muerte a la creación plástica le llevó al extremo del suicidio en una nochevieja parisina, un desenlace final que supuso su entrada por la puerta grande a la galaxia de los inmortales. Desde que se cumpliera el centenario de su nacimiento el pasado 2006 han sido múltiples los regresos del artista nacido en La Laguna, su casa natal es un conocido establecimiento de hostelería y el castillete donde pasó los años de su infancia en Guayonje, costa de Tacoronte, permanece en estado de ruina, como si habitara realmente uno de los cuadros del surrealista entre el vaho del tiempo perdido de los sueños. Una película de Lucas Fernández y un documental de Miguel G. Morales, las salas permanentes dedicadas a su obra en el TEA, novelas como la de Balbina Rivero y poemarios como el de Octavio Pineda, merecedor del premio Pedro García Cabrera en 2015, dialogan con el artista en una suerte de estela creativa que gira resucitando  al pintor. Muchos han sido los regresos de Oscar Domínguez mediante la consumación de una miscelánea de recordatorios y de conmemoraciones que han abordado en este nuevo siglo la trayectoria de uno de los artistas más influyentes y paradigmáticos del archipiélago y que fue conocido como le dragonier de Montparnasse. En 2014 su Retrato de Roma supera el millón de euros y las imágenes en vivo del artista pintando ante la cámara de Alain Resnais representan una de las ventanas para asomarse a la personalidad mítica del surrealista tinerfeño.

Oscar Domínguez fue el artista de la soledad insular, padecía una enfermedad que afectaba sus extremidades y presumía de una vida amorosa marcada por el desenfreno y la tragedia. No han sido pocos los estudios académicos y los ensayos monográficos que han esclarecido buena parte de la obra artística de Oscar Domínguez, desde la tesis del profesor Fernando Castro Borrego a las valiosas investigaciones de Pilar Carreño Corbella, pasando por la imprescindible monografía dedicada al artista en la colección de la Biblioteca de Artistas Canarios del Gobierno de Canarias aparecida en 1996. El propio Emmanuel GuigoN, actual director del Museu Picasso ya adelantaba en una conferencia pronunciada en el Institut d´humanitats de Barcelona en 1994 la sorpresa para la mirada que suponía la aportación del canario al arte universal. especialmente por sus afamadas decalcomanías sin objeto preconcebido que fueron presentadas por Breton en la revista Minotaure en 1936, el año fatídico del alzamiento militar fascista que convirtió Tenerife en su primer escenario de barbarie.

Domínguez formó parte de la generación surrealista y se fue replegando en sí mismo como quien se adentra en la cueva guanche de sus cuadros. Ilustró una edición de los Cantos de Maldoror o un libro de Paul Éluard, realizó exposiciones individuales tardías por Europa pero ya nunca regresó a las islas. Desde su participación activa en la generación de la revista Gaceta de Arte en Tenerife y su paso meteórico por los cafés presididos por André Breton, las diferentes etapas de su creación bascularon entre la figuración de la máquina de coser electro-sexual hasta la era cósmica, buena parte de su pinturas se ha considerado esenciales para el conocimiento de un siglo y de una época. De hecho, su amistad con Picasso era total y de esa relación surge la posibilidad del rescate de su objeto “Jamais” ahora expuesto en Barcelona con un aura estelar que parece regresar del pasado a pesar de la pandemia global y evidenciando el papel protagónico de los museos para seguir manteniendo la llama del ensueño que caracterizó a artistas colosales como Oscar Domínguez.

Las pinturas de Domínguez fueron cruciales para los espejos de su generación y entre los mitos de su vida destacan la amistad con Ernesto Sábato, a quien propuso un suicidio en pareja, y su relación con dos mujeres de vital importancia en el panorama de las artes, con Maud Westerdahl, antes de que la artista francesa se casara con el crítico de arte Eduardo Westerdahl, y su vínculo con la vizcondesa de Noailles. Su último descanso radica en el París eterno de su juventud, allá donde sus dos vidas se cruzan y todos los regresos posteriores a su isla han sido un colofón interminable de diálogos y visitaciones. 

 

       Publicado originalmente en el periódico Canarias 7, agosto 2020 

miércoles, 24 de junio de 2020

Alan Smith. El poeta que descubrió a Galdós

Fotografía cortesía de Alan Smith (Perú, 2019)


En 1979 el poeta Alan Smith descubre en la Biblioteca Nacional un libro inédito de Galdós que supondrá la publicación de la novela póstuma “Rosalía”, una sorpresa inesperada para el universo literario galdosiano y una predestinación para el joven profesor norteamericano, nacido en Costa Rica, que este año se jubila en la Universidad de Boston. Tras tomar conciencia de haber tenido ante sus ojos una novela sin título que solamente conocía el propio Galdós, Alan Smith permaneció en el metro madrileño con la perplejidad y la emoción de haber encontrado un manuscrito que sería presentado parcialmente en el Coloquio Internacional de Literatura Hispánica de Santander de 1981 y publicada en una edición de Cátedra de 1984.

Desde entonces han pasado décadas entre dos siglos y el poeta Alan Smith ha representado a la estirpe de ensayistas y profesores entregados en vida al estudio y la difusión del mundo galdosiano. Suya ha sido una perseverancia doble, las nuevas lecturas sobre el imaginario mitológico del escritor canario o su relación con otros autores como Flaubert y la prolongación universal en el ámbito angloamericano de sus novelas. Alan Smith ha legado su dedicación a Galdós en numerosos artículos especializados, su firma en la Revista de anales galdosianos ha sido providencial para establecer una continuidad generacional y su paso por las islas en varias ocasiones ha significado la aportación de una mirada experta sobre la literatura de Galdós, además de haber leído sus propios poemas pertenecientes a la voz de una trayectoria creativa de reconocimiento internacional. Libros suyos como Alcancía o Libro del lago contienen el pulso lírico de un autor que escribe en español, con un acento madrileño puro, amante de la literatura en ambas orillas- suya es la edición dedicada a la poesía de Robert Creeley en el año 2000- y cuya pasión secreta por la pintura no tardará en ser reconocida. Su sueño es pasar una larga temporada en Madrid pintando, no ha cesado de viajar a España cada año y junto a su dedicación docente a orillas del Charles River la escritura poética ha sido su verdadero lugar de origen. 

En este año del centenario de la muerte de Galdós, la figura emblemática del autor que fallece ciego en el Madrid de 1920 permanece bajo la estela crucial de representar a uno de los mayores exponentes de la novela en español de todos los tiempos. Después de Galdós, en el transcurso de un siglo han despertado nuevas miradas alrededor del imaginario atlántico, el designio de la periferia y la conexión inédita de narrativas mestizas que confluyen bajo el universo de la condición insular. Sin duda, después de la novela póstuma encontrada por Alan Smith la imagen de Galdós ha ganado mayor profundidad entre Castilla y América, con un testigo de excepción que ha dedicado su carrera de profesor a estimular la lectura en español y la investigación universitaria de numerosas generaciones en Boston. Galdós refleja el más nítido pulso de cosmopolitismo literario que se asemeja a la estela de otras personalidades tardías de la cultura universal en la modernidad como Derek Walcott, Saint-John Perse y Lezama Lima, insulares también y que como Galdós hicieron de la escritura un mundo para habitar.

Volver a Galdós cien años después, con el eco de sus libros en la memoria de poetas como Alan Smith, establece la posibilidad de nuevas ventanas que confluyen hacia la visión clarividente de un escritor inmortal que universalizó las islas y la España de su época a través de la literatura. Otros insulares como el Vizconde de Buen Paso o Alonso Quesada también cruzaron el océano para llegar a Madrid con otros destinos, la literatura de las islas ha forjado autores que como Galdós realizaron a su manera un retablo de los episodios del tiempo que les tocó vivir y convirtieron el oficio de la creación en un modo esencial de supervivencia. El poeta Alan Smith descubrió a Galdós y en las islas tendrá su casa siempre.  

Publicado originalmente en Diario de Avisos, Suplemento cultural El Perseguidor, Junio 2020