El pasado mes de noviembre tuve
el honor de participar en el Coloquio Iberoamericano de Poesía del mítico Claustro
de Sor Juana en Ciudad de México, un espacio de encuentro de diversas nacionalidades
que ha debido sortear esta coyuntura sanitaria global. Allí pude afirmar que una
tradición poética como la de Canarias está construida a contracorriente
respecto al centro y que aún siendo considerada como una región ultraperiférica
hubo en las islas un renacimiento, modernismo, surrealistas y poesía civil. Canarias
ha sabido reconstruir su propia tradición frente a las inercias del poder, por
lo que hoy en día la creación poética insular, naturalmente plural y diversa, posibilita
que un universo simbólico como el de los archipiélagos se reivindique como el
de los otros que nunca fueron y no dejaron ser, ya que nosotros somos los otros
en el revés del proceso de civilización. Pienso en Alonso Quesada o el Vizconde
de Buen Paso quienes regresan de sus viajes a Madrid con un mismo pálpito
desorbitado.
La tradición poética de las islas
bebe de la lengua española y sin embargo no debe arrastrar ninguna inferioridad
en su relación con otras tradiciones del español o de otras lenguas. Las islas
cuentan con un extenso patrimonio creativo en su devenir cultural, cada vez es
más necesaria la crítica literaria y el diálogo entre generaciones, sin embargo
de nada valen las exclusiones y los apartamientos de la rivalidad entre
tendencias, todas las voces suman la riqueza de la polifonía, por ello seguir
por la senda del desconocimiento de la amplia cartografía de la poesía canaria
no debería ser la pauta en la afirmación de alternativas. En el reciente artículo
del poeta Ernesto Suárez en los Cuadernos Hispanoamericanos, se ofrece una valiosa
miscelánea de elecciones personales sobre voces poéticas que abarcan desde los
años 80 hasta el 2020. A pesar de las habituales ausencias, sería muy positivo
para el diálogo crítico tener en cuenta a autores prominentes ya fallecidos
como José Carlos Cataño o Francisco Tarajano, distantes en la edad y en el
registro, pero que confirman la pluralidad de nuestro paisaje poético. Desde la
voz del poeta del desarraigo que habita la isla por la distancia y el poeta de
la identidad ancestral que regresa de la emigración. Como ellos hay una multitud
de poéticas múltiples que merecen ser consideradas sin el menosprecio del
silencio y manifiestan la existencia de una diversidad necesaria en la literatura
insular.
A pesar de la desaparición
crónica de revistas literarias con la llegada del milenio y de la inexplicable falta
de publicación de las actas de los últimos congresos de poesía canaria en lo
que llevamos de siglo, la tradición poética insular confluye en la transición
democrática hasta la Autonomía de un modo intergeneracional. Las islas navegan
desde el eco de las palabras hacia nuevas realidades y por eso las grandes carencias
de estudios canarios en la universidad y del apoyo institucional al libro
editado en las islas abona los terrenos del latifundio de nuestro propio desarraigo
dentro y fuera de las islas. La escritura poética en Canarias es una gran
aportación poco conocida aún en las literaturas hispanoamericanas, lo he presenciado
en foros académicos de la diáspora caribeña en Nueva York y en festivales como el
de Medellín.
Nuestras letras son un crisol de
posibilidades aún inexploradas, lejos de abandonar la isla tal vez lo que
precisamos es regresar nuevamente a ella, a la tierra inmemorial de los
imaginarios, si bien toda frontera implica un límite, la identidad
tricontinental de Canarias reúne las condiciones históricas de una personalidad
atlántica que puede significarse en alternativa universalmente deseable, frente
a los dogmas y elixires de la realidad dominante durante siglos. Ahí están las
poéticas de las otras insularidades de la Macaronesia, todavía bajo el silencio
de una distancia del idioma que pone a la luz la inacabada posibilidad de las teleologías
de lo insular como proyecto universalista, libre del disfraz del falso exotismo
y los jardines del bienestar superficial de los hoteles cinco estrellas que nunca
vieron Galdós o Dulce María Loynaz.
Puede resultar de interés un
verso del poeta fluvial francés Jacques Darras cuando afirma que la poesía es
una industria metafórica indígena, los seres vivos en tanto habitantes del
planeta precisan del imaginario de lo poético, de ahí que a pesar de la encrucijada
planetaria que cada vez se parece más a una segunda pérdida del paraíso en una
fase irreversible, resulta que la poesía, la literatura y las múltiples
disciplinas artísticas de la expresión humana son auténticos oasis en resistencia
sobre la corporalidad de todo signo, mantienen el pulso del humanismo y de los
acervos de la cultura que sostienen la utopía, lejos de la cortesanía oficial
del sistema que ha llevado montañas de paraliteratura a las librerías en crisis.
En la Universidad del Claustro de
Sor Juana de la Ciudad de México, un diálogo entre poetas de distintas procedencias
y lugares muestra que son necesarios los espacios de diálogo en la universidad.
Más allá de la gran tradición de la poesía existen las otras tradiciones de la
diferencia enriquecedora, de la diversidad por descubrir, sin tener que
rendirse más pleitesía a premios de poesía con nombres de la realeza. Por suerte,
existen circuitos internacionales de literatura que alientan el descubrimiento de
otras poéticas de la disidencia y del compromiso cívico, de la paz y de los
valores de la solidaridad y el multilingüismo, la necesidad de nuevas
alteridades que confluyan por medio del maravilloso vehículo de la palabra y de
los imaginarios que sobreviven a pesar del simulacro y de la repetición de un
espectáculo global que en Canarias se traduce en la visita de millones de
turistas al año. El paisaje social del sur turístico ha encontrado nuevos
filones de creación literaria en las generaciones de autores insulares nacidos
en los 80 y como sucedió en otras épocas la realidad tiene en la creación literaria
un espejo de proyección histórica.
Ante los desenlaces insospechados
de esta nueva crisis universal, la poesía canaria y la literatura
hispanoamericana pueden significarse como el lugar de la memoria y el salvoconducto
para la propia condición de nuestra humanidad, una encrucijada que nos ofrece
la posibilidad de reconceptualizar todo de nuevo, como sucedió en los tiempos
de la II República española, donde tras el auge de la vanguardia literaria llegó
el golpe de la dictadura de las derechas que todavía se atreven a retirar
poemas de Miguel Hernández en Madrid. Volver a tomar la palabra es el futuro y
el diálogo entre las poéticas de la insularidad nos conecta con la actualidad
de la cultura planetaria, de camino al deseado arcoíris de la convivencia y de
la pluralidad de voces, nativas y extranjeras, las narrativas del mestizaje y
del ensueño fundacional de la literatura de Canarias que nos recuerdan esa
búsqueda desde la perplejidad y la magua del existir en obras poéticas como la
de José María Millares Sall, quien sin salir de la isla, fundó el horizonte de
Liverpool.
14 de diciembre de 2020
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