sábado, 21 de marzo de 2020

Después del colapso. Una carta para el nuevo renacimiento

Serie "Urban fiction" de la artista china Xing Danwen


Escribir en silencio se parece a la lluvia. A estas horas hay millones de personas encerradas en sus casas bajo la amenaza del contagio del coranavirus que ha propagado en China, Italia y España un número despiadado de muertes. He recordado enseguida tras el nuevo récord de fallecidos en Lombardía aquel libro de poesía de Edgar Lee Masters titulado Antología de Spoon River, publicado en 1915 con sus doscientos cincuenta epitafios en verso libre sobre la América profunda.
El libro lo tuve en mis manos el otoño pasado en un mercado de Bolonia, entonces jamás imaginé lo que sucedería y aquellos poemas eran realmente una señal premonitoria de lo que pasaría en el norte de Italia. En México todavía la cuarentena es voluntaria mayormente y escribo en vilo estas gotas de rabia y dolor al comienzo de la primavera, mientras el colapso ha entrado de puntillas en la vida de la ciudadanía. No obstante, a pesar de la galopante crisis de emergencia sanitaria y los encierros domésticos que vaticinan un cambio radical en los modos de vida del capitalismo tardío, hay un indicio de esperanza que se vislumbra en la imaginación creativa de muchos ciudadanos que están multiplicando por medio de los soportes electrónicos un mensaje de resistencia, abogando por los recitales de poesía en streaming, compartiendo enlaces de películas y música para todos los gustos. La vida permanece puertas adentro.
La consternación generalizada ante las cifras fatídicas de la pandemia que continúa su camino mortífero no impide que desde las profundidades del universo íntimo y cotidiano de muchos hogares surjan gotas de agua, dispersas aún, con el halo espontáneo de la creatividad y del ensueño por cambiar las cosas y empezar de nuevo. Parece que el colapso social provocado por las cuarentenas y la suspensión extraordinaria del régimen imperante de la economía global ha motivado una aceleración de partículas en muchos lugares donde antes solo existía el creciente desierto posmoderno de la inercia espectacular de los rendimientos productivos, el consumismo masivo y el entretenimiento de masas.
Como en un cuento de ciencia ficción de J.G Ballard, titulado Días maravillosos, en el que los turistas ingleses retenidos por una crisis sin precedentes en los hoteles de Las Palmas de Gran Canaria en julio de 1985 se distraen del aislamiento con obras de teatro y otras ocupaciones culturales y que en la imaginación del escritor inglés, nacido en China, vislumbraba nuevas formas de vida que antes eran imposibles bajo la lógica perversa del sistema vacacional que acaba con todos los oasis. Las islas siempre han sido un lugar de evocaciones utópicas y desde hace siglos atesoran en su devenir histórico el signo del mestizaje y de la exuberancia, de las posibilidades inéditas. En Canarias, los surrealistas internacionales hace casi un siglo hicieron un llamamiento en favor de la imaginación y de los sueños ante una Europa que se lanzaba al vacío de la guerra mundial. Aunque ya el poder mediático de los turoperadores se han ocupado desde entonces en convertir el paraíso de la Macaronesia, las islas afortunadas, en un campo de concentración de cemento, diversión programada y deterioro ecológico planificado.
A estas horas en que todo el mundo sigue mirando hacia China por ser el origen del coronavirus, entre la expectativa de una vacuna real en pugna por las gigantes farmacéuticas y las sospechas de intelectuales como Noam Chomsky que advierten de la guerra bacteriológica bajo intereses de los Estados Unidos, he recordado las fotografías de la artista china Xing Danwen, que cuenta en su serie Urban Fiction la vida de un colapso venidero en las grandes ciudades. La belleza extrema de la luz y del vacío en la panorámica de unos edificios del futuro evoca la permanencia de la vida humana a pesar del desfase irreversible de una civilización tecnocrática que apenas está comenzando su conquista del espacio virtual.
Después del colapso debe llegar un nuevo renacimiento. Así como escribir se parece a la lluvia, tras los encierros colectivos volverá la vida de nuevo a las ciudades y solamente la memoria de la herida y la imaginación desatada ante la necesidad de la supervivencia podrán ofrecer en adelante una alternativa viable a un mundo encerrado en la hiperpublicidad de los escaparates y el dogmatismo absolutista del dinero. Volvamos de nuevo a las islas, a escribir sus horizontes. La única frontera que nos separa es la muerte y hay razones infinitas para mantener viva la esperanza.

Samir Delgado,
Marzo 2020   

domingo, 15 de marzo de 2020

"Lo que permanece después de la mirada" Reseña del libro Jardín seco


Por Cecilia Domínguez Luis


Samir Delgado toma de la obra pictórica de Fernando Zóbel, -pintor abstracto nacido en Manila en 1924- Jardín seco, el título para su poemario, editado en Madrid por Bala Perdida editorial y con un excelente prólogo del teórico y crítico de Arte Alfonso de la Torre.

Y, como no podía ser de otra manera, Jardín seco va a ser, además una mirada-homenaje a este artista.

No es la primera vez que Samir elige como fuente de inspiración la obra de un artista plástico relevante. Ya la hizo con Manolo Millares y sus “arpilleras”, y con él parece que el poeta ha iniciado un camino donde poesía y arte van a marchar al unísono.

Como en el caso de Millares el poeta ha debido pasar por un proceso de interiorización de la obra de Zóbel, sobre todo y a juzgar por sus poemas, por la fase que caracteriza a la época de Ornitóptero, que toma el nombre de la célebre máquina voladora de Leonardo da Vinci, y donde se observa una clara influencia de lo oriental. En ella, la luz, el difumino y los trazos de tinta negra van a tener un papel preponderante. Y, a poco que vayamos leyendo los poemas y relacionándolos con los cuadros, nos daremos cuenta de que tanto Zóbel como Samir nos ofrecen el hallazgo de una nueva mirada.

Tal parece que, en las cinco partes de las que se compone este libro, el poeta va recopilando y recreando la evolución vital y pictórica del pintor abstracto donde la alborada del entintado anuncia efemérides sin retorno.

Plástica, poesía y música conforman un mundo que va a desembocar en Jardín seco, la parte central y más extensa de este libro, en la que, entre otras cosas escribe: la corriente desplayada atrae un bestiario al culmen de tinta, y donde vemos cómo la palabra de Samir se une a los trazos de Zóbel para ofrecernos, en hermosa combinación, la visión que ambos, poeta y pintor, tienen del universo.

En esta parte alternan los versos cortos con los versiculares, estableciéndose una suerte de interdependencia entre la belleza de lo contemplado y las palabras que la expresan. Contemplación e interiorización que se traducen en versos como:

Observar el vuelo de la abeja reina a este pretil de madera/El espacio sagrado del estío hacia el orden puro del abismo, del poema Kensintong, a versos como Alta hora del cielo con suturas de negro/Y desde el blanco para siempre/ el carbunclo de la fugacidad; del poema Malagón que le sigue inmediatamente.

Los trazos de tinta se hacen más contundentes en esta parte, donde tanto pintor como poeta tratan de eternizar el instante fugaz, a través de transmitirnos una sensación de espacio-tiempo, totalmente desnuda de ornamentos, como ocurre con la pintura china.

No en vano Zóbel decía que «en la obra de arte lo que no resulta necesario sobre, incluso distrae, debilita y estorba.» de ahí que sus trazos pretendan eternizar lo que queda del objeto, después de quitarle lo que se considera fugaz.

En otras palabras, pintor y poeta tratan de atrapar lo que permanece. De ahí que la pintura de Zóbel y los poemas de Samir nos remitan al mundo de las ideas, de lo conceptual.

Siempre se ha dicho que la poesía trata de eternizar el instante por medio de la palabra, asi como la pintura a través de los trazos.

En este caso tanto poeta como pintor tratan de buscar una reconciliación con lo que les rodea, apuntando a su esencia.

Por fin en casa la hora sin título
La mirada soberana del pintor
En el jardín seco dos libélulas a un tiempo

Inevitable la presencia de Cuenca, lugar donde el pintor fundó el Museo de Arte Abstracto Español, y donde Samir vivió una temporada en la que tuvo ocasión de contemplar, con detenimiento la obra de Zóbel.

Ambos, pintor y poeta se impregna, aunque en diferentes tiempos, de la magia de la ciudad. Magia que Samir completa con el descubrimiento de los cuadros del pintor español, que le inspirarán este hermoso libro.

Una ciudad en la que descansan los restos de Zóbel y cuya memoria se verá reforzada e iluminada por el libro de Samir Delgado, que termina con un poema titulado el puente, cuyos tres últimos versos dicen: Para siempre el puente/ Tumba de Zóbel pintor/ Imago hominis.

Todorov decía, respecto a la belleza que «Alcanzar y reforzarla constituye, a su vez, el único medio para redimir una cotidianeidad desoladora.» Y esto lo ha conseguido Samir Delgado con su Jardín seco.