domingo, 15 de marzo de 2020

"Lo que permanece después de la mirada" Reseña del libro Jardín seco


Por Cecilia Domínguez Luis


Samir Delgado toma de la obra pictórica de Fernando Zóbel, -pintor abstracto nacido en Manila en 1924- Jardín seco, el título para su poemario, editado en Madrid por Bala Perdida editorial y con un excelente prólogo del teórico y crítico de Arte Alfonso de la Torre.

Y, como no podía ser de otra manera, Jardín seco va a ser, además una mirada-homenaje a este artista.

No es la primera vez que Samir elige como fuente de inspiración la obra de un artista plástico relevante. Ya la hizo con Manolo Millares y sus “arpilleras”, y con él parece que el poeta ha iniciado un camino donde poesía y arte van a marchar al unísono.

Como en el caso de Millares el poeta ha debido pasar por un proceso de interiorización de la obra de Zóbel, sobre todo y a juzgar por sus poemas, por la fase que caracteriza a la época de Ornitóptero, que toma el nombre de la célebre máquina voladora de Leonardo da Vinci, y donde se observa una clara influencia de lo oriental. En ella, la luz, el difumino y los trazos de tinta negra van a tener un papel preponderante. Y, a poco que vayamos leyendo los poemas y relacionándolos con los cuadros, nos daremos cuenta de que tanto Zóbel como Samir nos ofrecen el hallazgo de una nueva mirada.

Tal parece que, en las cinco partes de las que se compone este libro, el poeta va recopilando y recreando la evolución vital y pictórica del pintor abstracto donde la alborada del entintado anuncia efemérides sin retorno.

Plástica, poesía y música conforman un mundo que va a desembocar en Jardín seco, la parte central y más extensa de este libro, en la que, entre otras cosas escribe: la corriente desplayada atrae un bestiario al culmen de tinta, y donde vemos cómo la palabra de Samir se une a los trazos de Zóbel para ofrecernos, en hermosa combinación, la visión que ambos, poeta y pintor, tienen del universo.

En esta parte alternan los versos cortos con los versiculares, estableciéndose una suerte de interdependencia entre la belleza de lo contemplado y las palabras que la expresan. Contemplación e interiorización que se traducen en versos como:

Observar el vuelo de la abeja reina a este pretil de madera/El espacio sagrado del estío hacia el orden puro del abismo, del poema Kensintong, a versos como Alta hora del cielo con suturas de negro/Y desde el blanco para siempre/ el carbunclo de la fugacidad; del poema Malagón que le sigue inmediatamente.

Los trazos de tinta se hacen más contundentes en esta parte, donde tanto pintor como poeta tratan de eternizar el instante fugaz, a través de transmitirnos una sensación de espacio-tiempo, totalmente desnuda de ornamentos, como ocurre con la pintura china.

No en vano Zóbel decía que «en la obra de arte lo que no resulta necesario sobre, incluso distrae, debilita y estorba.» de ahí que sus trazos pretendan eternizar lo que queda del objeto, después de quitarle lo que se considera fugaz.

En otras palabras, pintor y poeta tratan de atrapar lo que permanece. De ahí que la pintura de Zóbel y los poemas de Samir nos remitan al mundo de las ideas, de lo conceptual.

Siempre se ha dicho que la poesía trata de eternizar el instante por medio de la palabra, asi como la pintura a través de los trazos.

En este caso tanto poeta como pintor tratan de buscar una reconciliación con lo que les rodea, apuntando a su esencia.

Por fin en casa la hora sin título
La mirada soberana del pintor
En el jardín seco dos libélulas a un tiempo

Inevitable la presencia de Cuenca, lugar donde el pintor fundó el Museo de Arte Abstracto Español, y donde Samir vivió una temporada en la que tuvo ocasión de contemplar, con detenimiento la obra de Zóbel.

Ambos, pintor y poeta se impregna, aunque en diferentes tiempos, de la magia de la ciudad. Magia que Samir completa con el descubrimiento de los cuadros del pintor español, que le inspirarán este hermoso libro.

Una ciudad en la que descansan los restos de Zóbel y cuya memoria se verá reforzada e iluminada por el libro de Samir Delgado, que termina con un poema titulado el puente, cuyos tres últimos versos dicen: Para siempre el puente/ Tumba de Zóbel pintor/ Imago hominis.

Todorov decía, respecto a la belleza que «Alcanzar y reforzarla constituye, a su vez, el único medio para redimir una cotidianeidad desoladora.» Y esto lo ha conseguido Samir Delgado con su Jardín seco.


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