miércoles, 5 de agosto de 2020

"Jamais". Los regresos de Oscar Domínguez

Ochenta años después de ser exhibido en la famosa exposición internacional surrealista celebrada en la galería Beaux-Arts de París, el gramófono de Oscar Domínguez que había desaparecido ha vuelto a la realidad, bajo el comisariado de Emmanuel Guigon volverá a ser el objeto hipnótico que revolucione la mirada de los visitantes que acudan al Museo Picasso de Barcelona a partir de este mes de julio y hasta la primera semana de noviembre. Gracias a una fotografía de Nick de Morgoli se ha podido seguir el rastro de una pieza emblemática que el surrealista canario regaló a Picasso después de la guerra mundial, de este modo ochenta años después los regresos de Oscar Domínguez se están convirtiendo en verdaderos revulsivos culturales que están reanimando la expectación y el redescubrimiento de una obra artística que capitalizó los mejores años de la vanguardia insular en los años de la Segunda República.

Oscar Domínguez perteneció a la estirpe de los expatriados que nunca regresaron a las islas durante el franquismo, huyó hacia Paris desde el Puerto de la Cruz en Tenerife en un periplo legendario con pasaporte extranjero que constituyó el aura del artista durante toda su vida. Excéntrico y surrealista, su dedicación a vida o muerte a la creación plástica le llevó al extremo del suicidio en una nochevieja parisina, un desenlace final que supuso su entrada por la puerta grande a la galaxia de los inmortales. Desde que se cumpliera el centenario de su nacimiento el pasado 2006 han sido múltiples los regresos del artista nacido en La Laguna, su casa natal es un conocido establecimiento de hostelería y el castillete donde pasó los años de su infancia en Guayonje, costa de Tacoronte, permanece en estado de ruina, como si habitara realmente uno de los cuadros del surrealista entre el vaho del tiempo perdido de los sueños. Una película de Lucas Fernández y un documental de Miguel G. Morales, las salas permanentes dedicadas a su obra en el TEA, novelas como la de Balbina Rivero y poemarios como el de Octavio Pineda, merecedor del premio Pedro García Cabrera en 2015, dialogan con el artista en una suerte de estela creativa que gira resucitando  al pintor. Muchos han sido los regresos de Oscar Domínguez mediante la consumación de una miscelánea de recordatorios y de conmemoraciones que han abordado en este nuevo siglo la trayectoria de uno de los artistas más influyentes y paradigmáticos del archipiélago y que fue conocido como le dragonier de Montparnasse. En 2014 su Retrato de Roma supera el millón de euros y las imágenes en vivo del artista pintando ante la cámara de Alain Resnais representan una de las ventanas para asomarse a la personalidad mítica del surrealista tinerfeño.

Oscar Domínguez fue el artista de la soledad insular, padecía una enfermedad que afectaba sus extremidades y presumía de una vida amorosa marcada por el desenfreno y la tragedia. No han sido pocos los estudios académicos y los ensayos monográficos que han esclarecido buena parte de la obra artística de Oscar Domínguez, desde la tesis del profesor Fernando Castro Borrego a las valiosas investigaciones de Pilar Carreño Corbella, pasando por la imprescindible monografía dedicada al artista en la colección de la Biblioteca de Artistas Canarios del Gobierno de Canarias aparecida en 1996. El propio Emmanuel GuigoN, actual director del Museu Picasso ya adelantaba en una conferencia pronunciada en el Institut d´humanitats de Barcelona en 1994 la sorpresa para la mirada que suponía la aportación del canario al arte universal. especialmente por sus afamadas decalcomanías sin objeto preconcebido que fueron presentadas por Breton en la revista Minotaure en 1936, el año fatídico del alzamiento militar fascista que convirtió Tenerife en su primer escenario de barbarie.

Domínguez formó parte de la generación surrealista y se fue replegando en sí mismo como quien se adentra en la cueva guanche de sus cuadros. Ilustró una edición de los Cantos de Maldoror o un libro de Paul Éluard, realizó exposiciones individuales tardías por Europa pero ya nunca regresó a las islas. Desde su participación activa en la generación de la revista Gaceta de Arte en Tenerife y su paso meteórico por los cafés presididos por André Breton, las diferentes etapas de su creación bascularon entre la figuración de la máquina de coser electro-sexual hasta la era cósmica, buena parte de su pinturas se ha considerado esenciales para el conocimiento de un siglo y de una época. De hecho, su amistad con Picasso era total y de esa relación surge la posibilidad del rescate de su objeto “Jamais” ahora expuesto en Barcelona con un aura estelar que parece regresar del pasado a pesar de la pandemia global y evidenciando el papel protagónico de los museos para seguir manteniendo la llama del ensueño que caracterizó a artistas colosales como Oscar Domínguez.

Las pinturas de Domínguez fueron cruciales para los espejos de su generación y entre los mitos de su vida destacan la amistad con Ernesto Sábato, a quien propuso un suicidio en pareja, y su relación con dos mujeres de vital importancia en el panorama de las artes, con Maud Westerdahl, antes de que la artista francesa se casara con el crítico de arte Eduardo Westerdahl, y su vínculo con la vizcondesa de Noailles. Su último descanso radica en el París eterno de su juventud, allá donde sus dos vidas se cruzan y todos los regresos posteriores a su isla han sido un colofón interminable de diálogos y visitaciones. 

 

       Publicado originalmente en el periódico Canarias 7, agosto 2020 

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