Fotografía cortesía de Alan Smith (Perú, 2019) |
En 1979 el poeta Alan Smith
descubre en la Biblioteca Nacional un libro inédito de Galdós que supondrá la
publicación de la novela póstuma “Rosalía”, una sorpresa inesperada para el
universo literario galdosiano y una predestinación para el joven profesor
norteamericano, nacido en Costa Rica, que este año se jubila en la Universidad
de Boston. Tras tomar conciencia de haber tenido ante sus ojos una novela sin
título que solamente conocía el propio Galdós, Alan Smith permaneció en el
metro madrileño con la perplejidad y la emoción de haber encontrado un
manuscrito que sería presentado parcialmente en el Coloquio Internacional de Literatura
Hispánica de Santander de 1981 y publicada en una edición de Cátedra de 1984.
Desde entonces han pasado
décadas entre dos siglos y el poeta Alan Smith ha representado a la estirpe de
ensayistas y profesores entregados en vida al estudio y la difusión del mundo
galdosiano. Suya ha sido una perseverancia doble, las nuevas lecturas sobre el
imaginario mitológico del escritor canario o su relación con otros autores como
Flaubert y la prolongación universal en el ámbito angloamericano de sus
novelas. Alan Smith ha legado su dedicación a Galdós en numerosos artículos
especializados, su firma en la Revista de anales galdosianos ha sido
providencial para establecer una continuidad generacional y su paso por las
islas en varias ocasiones ha significado la aportación de una mirada experta
sobre la literatura de Galdós, además de haber leído sus propios poemas
pertenecientes a la voz de una trayectoria creativa de reconocimiento
internacional. Libros suyos como Alcancía o Libro del lago contienen el pulso
lírico de un autor que escribe en español, con un acento madrileño puro, amante
de la literatura en ambas orillas- suya es la edición dedicada a la poesía de
Robert Creeley en el año 2000- y cuya pasión secreta por la pintura no tardará
en ser reconocida. Su sueño es pasar una larga temporada en Madrid pintando, no
ha cesado de viajar a España cada año y junto a su dedicación docente a orillas
del Charles River la escritura poética ha sido su verdadero lugar de
origen.
En este año del centenario de
la muerte de Galdós, la figura emblemática del autor que fallece ciego en el
Madrid de 1920 permanece bajo la estela crucial de representar a uno de los
mayores exponentes de la novela en español de todos los tiempos. Después de
Galdós, en el transcurso de un siglo han despertado nuevas miradas alrededor
del imaginario atlántico, el designio de la periferia y la conexión inédita de
narrativas mestizas que confluyen bajo el universo de la condición insular. Sin
duda, después de la novela póstuma encontrada por Alan Smith la imagen de Galdós
ha ganado mayor profundidad entre Castilla y América, con un testigo de
excepción que ha dedicado su carrera de profesor a estimular la lectura en
español y la investigación universitaria de numerosas generaciones en Boston. Galdós
refleja el más nítido pulso de cosmopolitismo literario que se asemeja a la
estela de otras personalidades tardías de la cultura universal en la modernidad
como Derek Walcott, Saint-John Perse y Lezama Lima, insulares también y que
como Galdós hicieron de la escritura un mundo para habitar.
Volver a Galdós cien años
después, con el eco de sus libros en la memoria de poetas como Alan Smith, establece
la posibilidad de nuevas ventanas que confluyen hacia la visión clarividente de
un escritor inmortal que universalizó las islas y la España de su época a
través de la literatura. Otros insulares como el Vizconde de Buen Paso o Alonso
Quesada también cruzaron el océano para llegar a Madrid con otros destinos, la
literatura de las islas ha forjado autores que como Galdós realizaron a su
manera un retablo de los episodios del tiempo que les tocó vivir y convirtieron
el oficio de la creación en un modo esencial de supervivencia. El poeta Alan
Smith descubrió a Galdós y en las islas tendrá su casa siempre.
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