viernes, 18 de octubre de 2013

Diarios, Cuaderno azul atlántico (2012)


Obra de Manuel Padorno


Sobre quién se va, el mar sabrá cerrar las puertas
Sur qui s´en va la mer savra claquer la porte
Philippe Jaccottet


LA INSULARIDAD es un hecho consumado en el devenir de nuestra literatura. Más que una condición metafísica que se hizo constante histórica, sería una suerte de predestinación telúrica: el reconocimiento de la huella humana en el territorio. Una superación estética de la idea general de paisaje requiere una modificación social de la percepción sobre la naturaleza: las islas como país atlántico tricontinental.
De esta forma la pertenencia a un clima poético consuma las aspiraciones de realización colectiva. César Manrique no supo ver el respeto intrínseco que gravita en la relación con el espacio físico bajo el concepto renovador de soberanía ecológica.

LA MIRADA del poeta debe parecerse a un punto de vista similar a la arqueobotánica: las zonas de humedad conservan pistas solemnes para la interpretación  de lo real. Lo profundo como esencia empírica que revela las claves del tiempo socioatmosférico. Somos habitantes del lenguaje en unas islas rodeadas de agua y arena. Alrededor nada más. Estratovolcán.

MICROCLIMAS. En el desarrollo de un poema también cruzamos diferentes estadios de la superficie insular. En la escritura quedan solidificadas las impresiones sobre el mundo que nos constituye. Somos eco de palabras en el mundo. Nos hacemos en un diálogo permanente con el hábitat social. Así fue como los primeros poetas insulares del renacimiento conformaron el corpus canónico a base de mitos. El pasado pretérito todavía alcanzaba a bañar los aledaños de sus iglesias. Como lo fueron los modernistas que se lanzaron de cabeza al mar cosmopolita del progreso. Y ahora son las piscinas del hotel adonde debe bucear el creador insular.

LA IMAGEN pasajera de unos peces alevines en la pequeña dársena deportiva de Agaete. Como el jolgorio de unos escolares en la hora del recreo, nada parece evidenciar el dramático proceso de selección que deben afrontar en su corta edad de vida. Cada uno sigue al otro con mimetismo de supervivencia. Será difícil que la mayoría lleguen a bañarse en las aguas límpidas de alta mar.

ES UN ERROR diletante querer reconciliarse con la naturaleza a base de ascetismos. Como seres urbanos hechos por la mirada a lo inerte solo podemos mantener una relación con la naturaleza equidistante a la sostenida con las cosas ordinarias de la vida. En este sentido, lo prioritario para el poeta sería vivificar su entorno con la energía lírica de la voluntad de vivir, así es como después encontraremos las puertas de la naturaleza abiertas de par en par.

PRONTO olvidamos aquellas cosas que un día concreto de nuestra vida introdujo para siempre. Pienso en el perfume del comedor en el colegio, las primeras ingestiones de comida en edad primaria. Ya no recordamos los primeros besos con el arrebato del deseo inmaduro, las primeras lágrimas por el dolor sentimental, los primeros azotes paternales que adiestraron nuestros impulsos de maldad. Todas esas primeras experiencias con el cine, el tacto añejo con una enciclopedia en tomos de 1985, las primeras gafas en la infancia precoz que nos reflejaban el mundo. Sin embargo, en cada poema reiniciamos esa búsqueda de lo otro perdido que nos devuelva a la raíz esencial de nuestra vida.

LAS CONVERSACIONES con una madre deberían formar parte integral de  la etapa académica, escolar. Por ella conocemos el palpito inaugural de la existencia. En sus manos estuvo la comida que nos creció adentro, a través de sus ojos reconocimos el balance de lo justo, lo bueno y lo bello. También en torno suya hicimos los primeros pasos bípedos, el llanto consolado en sus ropas y el alejamiento adolescente con el amor y otras mujeres que encendían la llama de la pasión prohibida. A mí me contó una vez que si hay dios lo tenemos que buscar dentro de nosotros mismos. Y la invención de la inmortalidad, el alma que tanta literatura ha vertido en siglos, no es otra cosa que la necesidad humana de permanecer.

ENTRE LA BRUMA esponjosa de un atardecer en el caserío de Taborno puede percibirse la densidad vegetal del tiempo: batir de olas en la Fajana, el trino sinfónico de pájaros, el zumbido repentino de un abejorro, la escurridiza incursión de un lagarto tras una roca. Y de lejos un diálogo indistinto de los vecinos que suena familiar y desconocido a la vez. Su indescifrable mensaje lleva consigo la pista del eco humano que durante siglos ha formado parte de la entraña paisajística de Anaga. No obstante el silencio reina en absoluto, como si el exterior que contemplamos estuviese grabado en un disco de vinilo. La verdadera extrañeza que provoca un atardecer en el caserío de Taborno está en la riqueza abundante de su silencio.

HAY una forma de nutrición en cada trozo de paisaje verde montañoso. Si contemplamos por un minuto exacto la misma superficie de monte podrá comprobarse la variedad de matices y señales que el tiempo contuvo en ese lugar. No puede haber en la estadía de un paseante por el Macizo de Anaga una completa distancia como observador anónimo. Enseguida la vista se las tendrá que ingeniar con la perturbación que origina el monteverde. No existen nacionalidades en la distinción de personas que habitan cada día estos lugares mitológicos. Turistas y oriundos quedan hechizados por la cumbre canaria, aunque una vez finalice la jornada los visitantes se llevarán consigo la nostalgia, y los vecinos de Anaga dormirán con ella hasta el final de sus vidas. Los grillos tocan igual en todas las Anagas de la tierra.


HE observado el cableado eléctrico que recorre una distancia inaudita entre la cordillera de Anaga. ¿Cómo se ganó ese espacio al caótico vergel de Laurisilva?. Cuánto durará la torre primitiva no se sabe aún, pero sin duda llegará el día en que su ausencia será otra vez repuesta por otro ingenio del futuro que deberá volver a ganarse su sitio en medio de la nada.

RECUERDO la remembranza de un joven poeta que acudió al Macizo de Anaga para consagrar su inspiración en el paisaje tinerfeño. Yo que también he visitado estos columpios metafísicos, lejos de lograr un trance poético, he sido imbuido por el designio histórico de proseguir los sentidos de la memoria familiar. El sentido de pertenencia, una deuda vital.

LOS ESPANTAPÁJAROS me disgustan. No soporto su presencia fantasmática de harapos que pretenden alejar a las aves de las parcelas humanizadas. Los campesinos a ojos de cada animalito resultan ser sombras impertérritas y pavorosas. Sin embargo el sudor del labriego nada tiene que ver con el espantapájaros. Estas gentes de las que provengo por vía sanguínea, llevan siglos de comunión con la tierra canaria. Ella misma adquiere toda su belleza en la interacción telúrica mantenida con los seres humanos. Creo que la mimesis del espantapájaros tendrá que ver mucho más con el concepto de los capataces de las fincas, los mandamás de siempre que han legado en la cultura rural a esos esperpentos invasores del paisaje.

APRENDÍ  a identificar un brezo. Justo debajo de la casa de Taborno crece un bello manzano, y alrededor todavía permanece el laurel donde se columpiaba mi madre en su más tierna niñez.

A LO LARGO de la antigua red de senderos que atraviesan los barrios de Anaga pueden verse pequeños refugios hechos en la roca para la necesidad de protección ante las inclemencias del tiempo. Son curiosos espacios que aparecen de forma aparentemente aleatoria, aunque su real ubicación responde a una meditada estrategia popular de acondicionamiento de los caminos. Ya como solamente pasan senderistas ociosos han quedado en desuso, vale la pena guarecerse en estas cuevas durante un rato a pesar del turismo en la zona.

EN ÁRABE escuché las noticias por boca de mi padre acerca de los altercados bélicos en la frontera de Líbano con Siria. Malas noticias. También vi un reportaje sobre la teoría de la inflación cósmica mediante la cual se explica la razón por la que el universo conserva la misma temperatura en sus dos lados, aunque la luz en expansión esté a medio camino. La velocidad de la luz sigue siendo irrebasable con la teoría de Einstein. Ya se verá lo que ocurre en el futuro, tanto en Oriente Medio como en la teoría cosmológica ¿habrá otros universos en sincronía con el nuestro?.


EN LA COCCIÓN de los alimentos hay un parentesco al fenómeno de la creación poética. Desde temprano Mamá puso al fuego unos guisantes estofados. Y en mis papeles comienzo a dar calor a nuevos textos.

EN EL TRANVÍA tuve un hallazgo mientras atraviesa la ciudad de La Laguna: su metamorfosis cotidiana se puede contrarrestar por medio del viajero que vuelve cada cierto tiempo y aprende a cambiar la mirada en su mismo sentido a contrapelo.

VISITA al museo tinerfeño con la exposición sobre Walter Benjamin. Una aventura interpretativa del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde aparecen citas del filósofo alemán y reconstrucciones visuales que indagan en los conceptos de aura, ciudad, pasajes comerciales y la propia obra de arte a dos euros y medio. Recordé algunos momentos de mi infancia en el sur turístico donde sin saberlo yo mismo era un flâneur que abarcaba el paso entretenido de los turistas por el shopping center en cada atardecer.

LA ISLETA bordeada a bordo del buque Armas Volcán de Timanfaya en una travesía marítima que pude soportar en las butacas viendo una película de comedio mediocre. Ya no tengo mareos, se podría decir que cualquier barco que me pongan delante será para mí una casa flotante, esta vez yo mismo tuve que abrir una escotilla para que los pasajeros subieran a los salones. Incluso estuve con uno de los tripulantes en zona restringida al mancharse mi chaqueta con pintura reciente en una barandilla. No se me ocurre hacer tan siquiera una reclamación para no perjudicar al trabajador de turno. Aunque ya podían devolverme el dinero del pasaje con una feliz contrapartida. De nuevo las grúas en el Muelle de la Luz, la ciudad al fresco en su letanía diaria, despedida de los padres y bienvenida en casa donde dos perritas me reciben con una fiesta entrañable.

NADA MEJOR que hacer el amor con alevosía, en la recreación del cuerpo femenino reside el estadio supremo de libidinosidad. Aunque tengamos la luz apagada, el contorno armónico de los cuerpos contiene una belleza incomparable. Sin duda alguna podría decirse que follar bien es un acto revolucionario. Antiproductivo.

MIENTRAS paseo a la perra con su collar de metal parece que el barrio se ensancha alrededor. Hasta los jardines resultan útiles para el animal, a través de sus ojos cualquier objeto vale para el juego. Excepto los coches, su presencia masiva carece de cualquier provecho, una lacra auténtica que ni los perros le dan más uso que para mear en sus ruedas. Medio barrio es un parking al aire libre. Una putrefacción para la vida.


DURANTE el día aparecen los momentos de mayor simbolismo sobre la cruda realidad: la postración de las abuelas en sus camas compartidas del hospital capitalino. El perfume rancio del periódico provincial con noticias vergonzosas sobre el despilfarro económico de la clase política. Y la presión mediática con el fútbol como espectáculo de masas. Ciertamente, la miseria cotidiana de la sociedad contemporánea no debería medirse por los índices monetarios, sino por su riqueza imaginativa del cúmulo de experiencias que brinda a los individuos en cada jornada. Esta tarde en coche por la avenida marítima me llamó la atención la cantidad de gente que seguía de lejos una regata de vela latina. Allí estaba ese halo de autenticidad insular que muchas veces pasa desapercibido a nuestros ojos.

DE NOCHE hojeando un libro cartesiano sobre la luz. Estuvo inédito en vida del filósofo francés. Me atrae su razonamiento continuo en torno a la materialidad del mundo. La realidad queda descompuesta en su armazón crítico. Esta mañana mirando por la ventana de la habitación hacia el bloque de viviendas me he dado cuenta de que vivimos rodeados de cables. Kilómetros infinitos de plástico con reflujos electromagnéticos. Tal vez dios viaje solitario por esos territorios de la nada.

EL TIEMPO invertido en las redes sociales de internet se parece al rato libre en que nos asomamos a la ventana para tomar un poco de aire. Vemos lo que pasa alrededor sin ninguna implicación real. Estamos frente a la pantalla, por muchos gritos que demos para llamar la atención cada cosa sigue en su sitio: parpadeando.

LAS BONDADES climáticas atesoradas en la historia del archipiélago son inversamente proporcionales a las calamidades sociales que han padecido sus habitantes. En medio de todo, el poeta pervive milagrosamente con el único bien que le sobrevive: la palabra.

PLAYA BLANCA, Costa Adeje, Valle del Golfo: esta mañana mantuve conexión directa con cada uno de estos lugares emblemáticos de las islas. Corralejo, Arrecife, Granadilla. Nuestra percepción del espacio insular puede llegar a ser codificada por la costumbre urbana y la distancia entre islas. Sin embargo por la variedad conseguimos hacer una suma final.

LA INVENCIÓN de los dioses ha sido un grave error. Por la propia cadena de la evolución hubo un momento en que la humanidad proyectó su capacidad de fabulación que la alejaba de la animalidad. Así fueron creadas las distintas religiones. La soledad en el universo espantaba a las criaturas inteligentes. Por eso hay algo encantador en las pinturas de época que reflejaban la sacra conversazione.


LA PIEDAD nos hace libres. Ante el dolor ajeno, es una virtud incalculable que alguien albergue síntomas de conmiseración, el grado de hermandad que demuestra el valor de la solidaridad y la empatía hacia el que sufre. El otro. Pero siempre desde una óptica materialista, terrenal: la idea de un más allá resta a la finitud humana toda su fuerza motriz universal.

LA CASA está en venta. Horror vacui

EL HAMBRE como estado de padecimiento supone el más urgente motivo de atención para el ser humano. La necesidad extrema pone en guardia el dispositivo vital para la supervivencia. Quienes sufren estrecheces en algún momento tienen un conocimiento más agudo sobre la realidad. De ahí la existencia de los sabios eremitas y mártires de una causa universal: la propia huelga de hambre como presión política tiene un grado de verdad muy alto. El hambre en este sentido se recubre de moralidad y dona a quien la ejercita un valor añadido de humanidad. Si bien la precariedad económica prolongada en el tiempo lo que hace es todo lo contrario: deshumaniza.

HELADO de chocolate como salvoconducto para la llegada del verano. En el recorrido nocturno por la playa de Las Canteras contemplo a las familias saharauis que hace su vida sobre esta otra arena. Hay una fuerza especial de atracción hacia la costa. La mirada también goza de un baño marino.

A PESAR de la insoportable carencia monetaria, la dramática espera de un cambio a mejor que no llega, hoy conocí a la viuda del pintor Manolo Millares en una exposición en la sala de la multinacional de los seguros donde trabajé un verano. La belleza de Elvireta Escobio reluce en la mirada que se detiene. Tal vez pueda entrevistarla. Una vez más no llevé bolígrafo. Craso error.

LA NOTICIA del fallecimiento de una abuela nos hace más personas. Nada tiene sentido cuando se masca una tragedia familiar. Pero con la muerte, al final del sufrimiento ajeno, vemos el vuelo de unas palomas que se alejan para siempre. Hay algo más allá de la fe que hace que la vida sea realmente infinita: la conciencia total de su materialidad. La grandeza de la llama.

EL CREMATORIO no es imaginable. Pero existe todos los días con su horario y su procedimiento legal. Ante la figura de un hombre abatido no quedan palabras de consuelo, el silencio habla por él. Los pobres, los débiles, los enfermos. Ninguno tiene lugar para el sistema. La planificación de su eliminación no es circunstancial. La iglesia ha jugado un papel fundamental en la trama humana.

POR FIN un baño ceremonial en la playa. En el telediario dijeron que habría calima. Y los coches lucen una pátina de arena rubia. Con el atardecer pintorreando el horizonte lejano, saboreamos una luz espesa y taciturna. Igual que un cuadro de Juan Ismael.

VI un documental sobre el hombre que robó el cuadro de Mona Lisa. Durante dos años escondió la belleza de Leonardo bajo su cama. Pasó a la historia como el ladrón de arte que quiso devolver el renacimiento a Italia.

LE DIJE a ella que me enseñara un pecho, uno solo, rápido, para alegrarme la mañana. Sin el erotismo no hay arte posible. Y tampoco mañanas.

UN CORO de gaviotas posadas en el mar, perfectamente visibles desde la orilla mojada. Tranquilizan. Su presencia lejana otorga al ocaso une finalidad prosaica, la desbandada común antes del desenlace nocturno. Pero no habrá tiempo para disfrutar del atardecer. Los bañistas pliegan las toallas para acudir a sus casas donde se retransmite el fútbol. Nadie quiere perderse la épica deportiva. Otro círculo de tiza que atenaza nuestras vidas.

EN ALTA MAR otra vez con destino a Tenerife, por culpa del aire acondicionado perdí la voz con una afonía rocambolesca. No somos personas sin el habla, la comunicación se rebaja a un 50 %. Menta poleo, miel a cucharadas, un sorbo de Brandy. Nada pudo arreglar la ronquera, pero leí los poemas turísticos en la disco terraza del sur.

ABSTENERSE de las celebraciones deportivas supone un silencio placentero. Los resortes del poder mediático instituyen el canon de lo dominante. Hay personas que necesitan identificarse con el fútbol para darle un sentido a sus vidas, un peligro alienante parecido a otros dogmas. Sin embargo la diferencia es que tras el balompié hay un negocio, manipulaciones políticas y todo de forma encubierta, sutil, sibilina. Al ver la masa festejando el triunfo del equipo español uno se da cuenta de las debilidades que arrastra esta sociedad. Puro espectáculo.

LA ISLA que habita en los cuadros. Cosmovisión atlántica.

LO MÁS DIFÍCIL es perder el equilibrio cotidiano, la inercia pujante de cada día. Algo nos sostiene en pie, una especie de extintor apaga fuegos nos cubre las espaldas. Hoy la ministra celebró que el paro bajó un dos por ciento. Pero todavía cinco millones de trabajadores no tienen empleo. Y casi dos millones carecen de cualquier cobertura social. Yo llevo así varios años. He perdido la cuenta y la esperanza. Sin embargo es difícil que el cuerpo se venga abajo, la anatomía soporta cualquier ejercicio físico. Ya vendrá la caída por el recuento de los años. Mientras tanto esprintamos.

LOS CIENTÍFICOS han descubierto la partícula de dios que dio origen al universo. El telediario un fogonazo de luces por ordenador demostraba el hallazgo gracias al acelerador de partículas de Ginebra. ¿Dios tomará la revancha?

FRENTE a un retablo de Luján Pérez en la Iglesia de Santa Rita por la eucaristía funeral de la abuela. Solo me levanté del banquillo de los feligreses pecadores por decoro familiar. Un tipo vestido de paisano tocaba el organillo a pocos metros. Fue leída una carta de San Pablo. El cura bendijo a los parientes con la entrega de la ostia. Al final de la misa un bullicio profano ocupó la estancia por breves instantes. Enseguida cerró sus puertas la iglesia. Hasta la función siguiente.

LARGO tránsito hacia el sur por la autopista de la historia. Llegada a la ciudad natal con turistas deambulando el mediodía playero. Recuerdos goteando en la arena caliente de la memoria personal. Al contacto del agua tibia azulosa revivo el trance de la pila bautismal. Tónico bronceador en el torso desnudo que enrojece con el transcurso de las horas. Subida de la marea. Los lagartos abandonan su permanente vigilia para asaltar las sombras del pic-nic humano. Entre las cañas combustiona la salitre estival. Retorno al útero materno.

CON PRISMÁTICOS en el barrio pesquero de San Cristóbal. Domingo anodino con lluvia caprichosa en los adoquines. La perra podenco se atreve a saltar los charcos. Mientras meriendo unas ciruelas, el atardecer fulmina su escaparate diurno.

EN AGAETE. Día de playa tras cruzar la médula norte de la isla: túneles, encrucijadas, pistas de asfalto caliente. Una ventolera levantaba cortinas de agua con una fuerza espontánea. Nadie sacaba las bolsas plásticas de la costa. En la villa está todo listo para la fiesta de La Rama. Renovación de las promesas y baile ecológico del eucalipto, el romero y el pino canario. En el Paseo de los poetas un africano vendía máscaras y amuletos tribales.

UN ATAQUE  de tos como experiencia de la asfixia, de la vulnerabilidad, lo frágil y contingente de la existencia humana. Aunque morir es muy difícil, la vida conserva su perdurabilidad a toda costa. Me han inyectado algo tan doloroso como la penicilina. Solo andar ya es un asunto muy complicado.

EN UN STOP me pregunto la cantidad de ambulancias que pasan diariamente por el barrio. Al estar tan cerca del hospital puede sentirse la presión de las urgencias médicas cotidianas. Pensé en la perspectiva de la muerte, la dimensión del tiempo para los enfermos, moribundos y desamparados. Para ellos la vida no cuenta. Su realidad va en ambulancia, sin retorno a la normalidad.  

OTRA VEZ los incendios forestales en las islas. El monte se quema también en Catalunya, de Figueres a Portbou. Maldito fuego.

NO HACE falta dar muchos rodeos para alcanzar a tocar el agua en esta isla. Pero un chapuzón en condiciones requiere dar muchas vueltas, tomar la decisión y los preparativos que no llegan a su fin. La toalla, los bañadores y la ropa de muda. Agua potable, las llaves de casa, el coche aparcado y luego siempre adentrarse en la playa lentamente. Hasta que por fin nos disponemos al contacto con el mar. Una relación difícil por antigua, epidérmica y casi religiosa. El agua desborda nuestro yo.

AGOSTO de postal. Cerrado por vacaciones en los comercios familiares. Bañistas por doquier. Ola de calor. Juegos olímpicos de London. Sin un céntimo en el bolsillo.

UN EMAIL a las 7:56 horas de este viernes me concede un accésit literario soñado durante este verano. De la euforia instantánea se pasa a la normalidad sin grandes sobresaltos. Las penas, el dolor, y muchas otras pesadillas duran mucho más. No estamos preparados para ser felices. Ya estoy acostumbrado al estado de resistencia permanente. Y lo más importante: ningún galardón cultural, ningún premio de mierda, ningún agasajo institucional me quitará estos sueños de revolución, de literatura  y  de utopía a vida o muerte.

HE VUELTO a la isla de El Hierro por segunda vez en un año y después de toda una vida. Duermo en una casa de alemanes. Ahora yo soy el invitado.

LA MISMA LUNA septembrina de aquellos años laguneros. Recuerdo una tarde en la que vi desde un último piso esa luna preñada de futuro. Sentía que estaba vivo, podía presenciar esa imagen de porvenir con añoranza. Ahora que tengo más de 30 años, no puedo menos que acongojarme ante el paso funesto del tiempo. Y aún así, sé que sigo en el camino, las ganas de luchar no se pierden, aunque esta precariedad se ha vuelto tan normal como una dolencia patológica. Era una luz azul, como este cuaderno donde escribo, esa misma luna que nunca olvidaré en todos los septiembres de mi vida.

EN PLAYA ARINAGA leyendo un poema por Ciudad Juárez. Llevo conmigo un libro de Juan Rulfo. Y es que en Comala todo el mundo también estaba muerto.

ES VERDAD que en la soledad transitoria degustamos mejor el tiempo, al principio duele y uno siente amagos de zozobra. Pero tras unos días llega el estallido de libertad frente al espejo. Cada paso que demos nos inflama la personalidad. Saqué de la biblioteca el viaje a Italia de Goethe.

EN SIETE días apenas estaré en dos sitios distintos de las islas donde jamás fui antes. Y se parecen Artenara y Guía de Isora en la distancia simbólica que evocan para el habitante de las islas. Solamente unas horas de su inmovilidad valen para tener una idea aproximada de su historia. En estos lugares quintaesenciales hay que saber como irse, una vez allí la atmósfera detenida de sus horas nos atrapa como una telaraña.

AL ENCUENTRO de la madre. Nadie puede resistir la ilusión de volver al abrazo materno tras un tiempo fatal de lejanía. No hay mejor recompensa vital. Hace algunas noches que soñé con su pérdida, esa hora fatal que llegará tarde o temprano. Mientras tanto nos atenemos a lo previsto, las caricias que tenemos como consuelo.

LAS CALLES de Santa Cruz las vi como ajenas, nada tienen que ver conmigo, pasados los años de residencia en Tenerife desconozco su tránsito real. Y así con todo me gustó volver, saberme un huésped, despedirme de ellas sin ningún drama.

POR PRIMERA vez amanezco en Guía de Isora, nunca antes estuve aquí. He visto la boca de Tauce a un lado y La Gomera en peso al otro. Las campanadas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz repican ante unos vecinos de procedencia venezolana que alegan en los banquitos de sombra. Me he tropezado en mi incursión matinal con un ciego, dos veces seguidas. Le he dado los buenos días cada vez. Una forma de sentirme como del lugar. Desayuno de café con leche y milonja de crema. Ducha de agua fría.

EXCURSIÓN en guagua por el esqueleto insular, hasta 5 guaguas distintas para llegar a casa. Vi despertar Playa de las Américas: los turistas salían en tropel de los hoteles. Y La Gomera desde lejos y tan cerca: límpida y solemne. Al llegar a la estación capitalina volvía a sentir que la isla sigue siendo la misma que descubrí en mi juventud.

ESTE MEDIODÍA invité a mi madre a un pollo asado, con papas arrugadas, gofio escaldado y un quesillo de postre. Fui feliz. Esperamos juntos en el cruce de Taborno. La tarde era una fuente que mana.

EN TABORNO una bandada fabulosa de estorninos sobrevolaban- flyover- las terrazas comunales del pueblo, con el Roque al fondo y un mar detenido. Tal vez la misma estampa que vio en su día Sabino Berthelot.

LA EXPERIENCIA sensitiva de la ciudad depende de sus medios de transporte: el peatón confluye entre la carretera y los portalones. Pero de igual manera el tranvía proyecta nuestra idea de lo urbano. Atravesando la ciudad desde sus tripas, ofrece al viajero una imagen en movimiento del entorno, a diferencia del coche donde la circulación de tipo rectilínea determina su espacialidad.

HAY UN MOMENTO del embarque en donde la isla desaparece. Me gusta ver desde la barandilla como la ciudad se hace cada vez más diminuta. Entonces los pequeños prácticos acompañan al barco que zarpa desde el Muelle. De esta forma, en la brevedad de su relación marítima queda a la vista el comportamiento de todos los barcos.

TODAS LAS MAÑANAS paseo con la perra por las aceras del barrio. Sin trascendencia alguna. Me doy cuenta mientras observo los barcos en la bahía de Las Palmas de que el embotamiento en estas calles se parece al de los amasijos de hierro que yacen en el mar. Pueden transcurrir días sin que se muevan nada. Una tribulación que carece de lástima. Así es que la barriada atrapa a sus vecinos de una forma carnívora. Nadie sabe lo que pasa en otros lados, pero tampoco en su propia calle. Es como habitar en una caverna troglodita. Solo cuando paseo con la perra cada mañana me doy cuenta de la necesidad urgente de escapar huyendo a toda prisa de aquí.

GAVIOTAS en retirada. Una luz cenicienta en la caída de la tarde y el chapoteo de agua en el grifo de la Plaza Santa Ana. Salí de casa para comprar el periódico sin suerte. Ya finaliza septiembre. Este verano fue una ilusión.

OTRO VEZ con rumbo a Lanzarote. A bordo del catamarán surcando el Atlántico de nuevo. He visto desaparecer la colmena de luces capitalinas. Y el mar plateado por una luna preñada de nostalgias. Leo los pasajes de la crónica normada Le Canarien, 600 años después de haber sido escrita. Este viaje de noche, entre las bambalinas náuticas, hace que el tiempo carezca de peso. Es el mismo viaje original a la isla de los volcanes. El destino es el comienzo.

LOS MARINEROS recogen los cabos con maestría, por ellos el barco se mueve y tiene vida. Son los obreros de los viajes, su trabajo equivale a las ruedas que mueven el mundo. Sin ellos no habría mares, ni barcos, ni viajes.

EN YAIZA. Tras una charla en el instituto público los estudiantes me preguntan por mi fijación hacia la isla de Lanzarote. ¿Por qué piensas tanto en Lanzarote?. Me quedé pensativo por un instante. Les respondí que cuando era pequeño, mi primer viaje fue a los volcanes de Timanfaya, en las fotos de infancia que conserva mi madre aparezco junto a ella,  con un géiser a mis pies y el rostro de los camellos a lo lejos. Tal vez esa experiencia primigenia me dio la fortuna de conectar tan profundamente con la isla. Mientras escribo estas líneas observo desde el malpaís de Yaiza, al borde del parque, como una sombra de nubes acaricia el manto pedregoso de la isla. Así de leve es la memoria del tiempo.

NO PUDE contener la necesidad de visitar la Fundación César Manrique tras pasar una mañana en Tahíche. La rotonda donde perdió la vida el artista lanzaroteño universal es un símbolo paradigmático: la isla transita su órbita. Tampoco esperaba que la entrada fuese gratis para mí. Disfruté de su obra como un niño pequeño con un juguete nuevo. Incluso la colección de pinturas que pude fotografiar servirá para mis poeturas y pintoremas. Había una energía subterránea entre sus pasadizos de burbujas volcánicas. Manrique for ever.

DE NOCHE un recorrido por las callejuelas de Teguise. Las sombras del caminante en las paredes de cal. Tinta sobre papel.

UNA CAÍDA súbita por las escaleras del portón pudo haberme causado la muerte por accidente. Inaudito el resbalón por la lluvia y el hematoma furibundo que me crece en la nalga derecha. Apenas sentí vergüenza por la mirada ajena. Tan solo me levanté con el dolor que acuchillaba la carne y proseguí el paseo con la perra cojeando. Creo que es un aviso, puro azar, para que cuide y conserve mejor mis pasos cada día. El moretón intento disiparlo con cremas farmacéuticas. Podría darle hasta mi apellido. Llamé a mi madre para contarle el suceso igual que cuando era un niño.

LUNA LLENA. He visto desaparecer un crucero sobre el horizonte marino. Esto también es una forma de narrativa.

SIEMPRE que encuentro al jardinero metido en la faena con mangueras y tijeras aprovecho la ocasión para preguntar el nombre de algunas plantas. Ya he despejado del todo mi ignorancia sobre el Aloe vera, los dragos comunes, los geranios a los cuales siempre podo sus hojas muertas y los hibiscos de mi infancia en la ciudad turística. El jardín del barrio es para la mayoría de vecinos un lugar anónimo, infranqueable, completamente ajeno al tránsito cotidiano. Aunque su utilidad- que la tiene- reside en su propia espesura, las sombras vegetales para el encuentro de refugio en las horas de sol.

LA VOCACIÓN natural a ser un merodeador de la belleza, un frecuentador de bancos desde los que contemplar el sino de la urbe.

EN LA PELÍCULA “Marrakech Inshallan” el niño protagonista cuenta que a los turistas nada les preocupa. Ellos pagan por el té, fumar y ver a los encantadores de serpientes. Cuando están cansados vuelven a sus hoteles. En cambio el muchacho bereber vagabundea por el zoco, extraviado y solo tras su largo viaje desde las cordilleras del Atlas. En su mirada todavía pervive la inocencia.

ESTA MAÑANA tendré la primera intervención quirúrgica de mi vida. Al menos que yo recuerde. Un quiste sebáceo que pasará a la historia en mi espalda. Después de tantas molestias, su presencia está cargada de recuerdos íntimos. Como cuenta Paul Auster en su “Diario de invierno” que quiero leer pronto, las cicatrices constituyen nuestra memoria del tiempo en cada casa.

SOY UN CICERONE. Me encanta ver la ciudad de mis días a través de los ojos de un visitante. La experiencia de provisionalidad, de una finitud garantizada, hace que cada rincón recobre una dimensión especial. Con la visita de amigos latinoamericanos he disfrutado casi por primera ve de mi ciudad natal con un sentido de exuberante pertenencia a sus calles.

VISITA guiada a la casa de Galdós. Sus zapatos como símbolo de una personalidad irrepetible. Me llamó especialmente la atención sus cartas de Emile Zola y Honoré de Balzac. El único video donde aparece filmado en vida está acariciando a su perro con unas gafas negras. Él mismo en esta casa diseñó sus muebles con azulejos de motivos vegetales. Siempre el mar en su retina. La ceguera como predestinación. Su vista consumió todo un siglo.

LAS ENCICLOPEDIAS cayeron de golpe desde lo alto de la habitación. Escoba y fregona. De nuevo tengo que hacer la maleta. Un domingo más.

EN LA CARTERA de tela llevo conmigo 30 mil libras libanesas en billetes que cogí del último viaje de mi padre a su país. Me acompañan desde hace meses como una suerte de amuleto, sin más utilidad que acrecentar mis raíces genéticas con un ajuste de cuentas con mi apellido. Con este dinero podría estar en la ciudad de Beirut cualquier día, es lo mínimo para no perderme. Con ellas que me entierren en Líbano.

LA PEQUEÑA Yorkshire está perdiendo su pelo, respira con dificultad y en varias ocasiones ha sufrido colapsos que la llevan al borde de la muerte. Cuando se desploma- igual que esta mañana- la llamo por su nombre mientras sujeto el pecho y pongo su cuerpo en pie. Es un trance difícil, de momento no han sido más que sustos, aunque por unos momentos siento yo mismo la fatalidad del fin.

ESTUVE pintando el salón de casa de la abuela, con una brocha empapada en el naranja calabaza que coloreaba la estancia familiar. Desde la escalera apeas se aprecia la profundidad abismal de cada rincón, entre sombras de recuerdos cumplía con mi compromiso estético.

RUMBO a Tenerife. Antes de subir a la guagua de Agaete he cruzado el paso de peatones hasta el Catalina Park, a modo de despedida. He besado a mi compañera y me quedé apenado, estoy convencido de que nos vamos a extrañar mutuamente. Ya arranca el bus hacia la isla de las maldiciones. Avanti.

UNA NOCHE fría lagunera soportada gracias al calor de la solidaridad con El Sahara. Reencuentro con la universidad después de tantos años. Hablé desde el púlpito de nuestras abuelas, de nuestros padres emigrantes y esa amistad verdadera que hay entre los poetas del mundo y que debería regir igual las relaciones internacionales entre los pueblos.

LA TIBIEZA amarga y reconfortante de la yerba mate cebada por uno mismo con sentido cortazariano en un banquito lagunero cerca del árbol de la poesía. Esto es la felicidad.

LLEGADA a Taborno en compañía de mi madre con una pesada maleta de libros y ropa. Aunque a decir verdad, podría haber llegado completamente desnudo, lo que pesaba dentro de mí era ajeno a los bultos y superchería de viajes. Necesitaba volver aquí para exorcizar el vacío.

DE NOCHE encontré entre cajas de papeles y álbumes de fotos aquel autógrafo de la atleta jamaicana Marlene Ottey. Ella fue durante mucho tiempo la mujer más bella y rápida del planeta, a pesar de haber quedado siempre en segundo lugar durante las citas olímpicas. Lo conservo casi de milagro.

LA NOTICIA sobre la muerte de un conocido nos acrecienta la percepción del paso del tiempo. Ya sea la fecha de aniversario de un tío en Líbano con mi padre encendiendo velas en el salón, o la recepción funesta de un sms con la defunción de un profesor de la universidad con quien compartimos una relación de profunda humanidad. Ahí fuera acecha la nada. Por eso mismo sostengo mis ideas de una ética de la finitud donde la vida cobra en sus instantes toda la importancia real.

IMPREVISIBLE. Jamás pensé que en vísperas de la huelga general iba a estar en la cama convaleciente del corazón. Consciente de mi vértigo, plenamente confiado en la propia capacidad de uno mismo para salir adelante con vehemencia creadora. Estoy sintiendo cada vez más un ejercicio visceral de rechazo hacia cualquier convención social. En momentos de flaqueza me basto yo solo, diría Nietzsche.

EN UN PARQUE el tiempo se mide distinto, sus mejores horas laten en el despunte de cada día: su amanecida, el mediodía y el atardecer. Hay que visitarlos en esas intersecciones simbólicas para acceder a su profundidad. Sentarse a tomar mate amargo en cualquiera de sus rincones es una ceremonia a la que no estoy dispuesto a renunciar jamás.

EN PUERTO DE LA CRUZ me siento en mi propio hogar. Cada vez que tomo una guagua para visitar esta ciudad contemplo los balcones lejanos donde parejas de turistas se asoman al paraíso. En compañía de un poeta danés llegamos hasta sus orillas. Él me dijo que le parecía la otra cara de un campo de concentración. En sus ojos azules interrogantes había un  halo de antigua reminiscencia. La del escritor que llega a las islas por primera vez y las hace suyas para siempre.

MANTENER una dieta estricta a base de croissants, hot dogs y papas fritas durante varios días de festival poético puede llegar a ser extenuante. No hay duda de que la existencia gira en torno a su base de alimentación. Pura biología.

HE VISITADO por primera vez Barranco Hondo, en casa de mi hermana. Ya puedo decir que mi familia es de aquí también. Pude ver cabras en la montaña del Rosario, contemplar los balcones detenidos en el siglo 19 y gallineros desparramados en fincas y caminos. Por la calle de Antonio el Pastor y la esquina de Chajoigo un mago me dijo que del pueblo a veces uno se va y que luego vuelve siempre. Las campanadas de la Iglesia de San José hace música de las montañas. Ellas también crujen al derretirse el frío de las horas. Anoto en el diario el nombre del poeta Antonio Alonso “Cho Morrocoyo” que bautizó el centro cultural del pueblo. Siempre está cerrado.

POR FIN he confesado que una parte de mí es la propia de un extranjero. En la isla nunca me daré del todo, tras pasar toda la infancia en la ciudad turística no puedo remediar esa distancia primordial. Y además la sangre fenicia que corre por mis venas me hace sentir todavía más ausente. Al escuchar a un poeta iraquí recitando en lengua árabe siento en mis adentros un cosquilleo de remordimientos.

ES DURO hacer una llamada telefónica para dormir seguro en un hogar cada noche. A pesar de la hospitalidad familiar, presiento que mi carga incomoda, obstruye sus vidas, interrumpe la normalidad. Me siento completamente prescindible, y nada me consuelan las alabanzas amistosas por mis quehaceres culturales, casi siempre lo que me queda es la soledad en su lado menos placentero, esa lasitud asfixiante que me retrotrae a los años de la ciudad turística.


MIRANDO las hojas secas que bailan sobre los adoquines del edificio central de la universidad. Aquí donde tantas veces soñé con la revolución socialista y el movimiento estudiantil. Nunca fueron años perdidos, pero tampoco hay retorno posible a su desnudez original.

LOS TOLDOS desvencijados en los apartamentos de Radazul, una chica rubia europea mira por la ventanilla de la guagua sin ver el mar. Stop en la parada inhóspita de un bar en Tabaiba. Cerrado los domingos. Sigo el camino kilométrico a pie con rumbo a Barranco Hondo: laderas escarpadas con piteras y cardones, cuevas que disimulan su estado al borde de la carretera, un podenco huidizo con una mirada atormentada y el vuelo manso de los cernícalos en pleno mediodía. Tenerife profundo.

CALABACINES y pimientos rellenos de arroz y carne en casa. Siempre que vuelvo al hogar familiar encuentro la situación al límite: discusiones acaloradas y repaso agónico sobre la grave situación económica. Las casas vendidas, el derroche sin sentido, las diferencias entre la cultura árabe y la canaria. Clímax horribilis. Al final siempre lo entrañable sustituye a la fatiga, lo anecdótico al drama, la bendición al silencio.

EN LA PLAZA del Adelantado con lianas de luz en un sábado a mediodía. Llegó diciembre. He almorzado foccacia con tomate y queso, un pastel estrudel y yerba mate cebada para combatir el frío. Por una vez soy la excepción,  el visitante de este lugar donde soñé mi juventud.

POR FIN visité el castillete de Guayonje. Una tarde dominical bajo una lluvia salvífica. Tras ir en coche por los montes de La Esperanza para la búsqueda de un Teide envuelto en brumas. Con la compañía de varios amigos compartimos notas de jazz, debate sobre banderas, poetas malditos y utopías. En el rastro compré dos reproducciones de Felo Monzón y Antonio Padrón. Por medio de la pintura la isla comienza a establecer su fuerza de atracción.

ME DESPEDÍ de la ciudad a media mañana: sin ninguna nostalgia en el camino. Liquidación de facturas y devolución de paragüas, favores y notas. Antes de subirme al tranvía compré a la vendedora romana una pulsera roja con hilo de cera para mi compañera. Y de remate visité la facultad por última vez. Me dieron el expediente y carta de pago oficial para la expedición del título de licenciatura.

OTRO CLIP en las escaleras del barco con rumbo a Gran Canaria. Increíble. Leo con ensimismamiento la obra completa de Luis Feria. “Más que el mar”, “Cuchillo casi flor”, “Casa común” y “Arrás” en dos horas y media de travesía.

MUELLE de la Luz a la intemperie con maletas desperdigadas en la oscuridad. ¿Te ayudo?. Un beso milagroso al amor de la juventud.

LA ARIDEZ oscura y lúgubre del caso histórico de Guía soportó el bullicio de poetas que compartieron un congreso en el puente de la Constitución. Mi presencia allí estuvo llena de entusiasmo fatigoso y un resquemor interior sobre la inminente sensación de extravío. El aliento fraternal de los poetas me revierte la esperanza de un mundo mejor. Recuerdo ahora el repique de campanas en la hora punta de un viernes otoñal. La embriaguez dulzona de la palabra habitada. Metamorfosis.

UNA CASA también puede ser un infierno por momentos. Cuando se padecen infortunios personales y zozobras económicas la presión nos estrangula la voluntad de vivir. Nuestras branquias sucumben fuera del agua también. Perdemos los papeles. Nos venimos a pique. Un hilo de supervivencia nos salva in extremis. Es imposible soportar largo tiempo cualquier dolor del corazón.

HOY he presentido el final de una etapa en mi vida. Tal vez no vuelva nunca más a residir en esta ciudad. La que me vio nacer. Por lo menos hasta un futuro bastante incierto. Y no siento nostalgia. Realmente siempre fue un lugar al que venía de visita. Adiós a Las Palmas.

YA TENGO preparada la maleta- con libros, amor y rabia- para el nuevo año: Madrid. (Facebook). Como aquel sueño del poeta insulario, mi destino también pasa por la salida, el abandono, la huida al centro. Sin remordimiento alguno, haré lo que tuve que hacer años atrás en mi tierna adolescencia. El viaje como principio.

DE MADRUGADA en el día de la profecía de los mayas sobre el final del mundo. Solo en la habitación escucho la música acuática de Haendel. Bajo el agua la realidad es indolora.

TARDE de Navidad. Volcado en la escritura de un poemario sobre la isla de El Hierro y un texto de investigación poética: “La casa en el mar” con insistente presencia en el barrio marinero de San Cristóbal. He llamado por teléfono a la familia en Tenerife por las fiestas. Leí a Brodsky. Y también los momentos estelares de la humanidad según Stefan Zweig. Me conmovieron los capítulos sobre Haendel y Goethe.

ESPESO mediodía en la cama con amor. Oliverio Girondo fabularía aquí con sus sortilegios. Salida a la avenida marítima para una despedida final.
Concluye el año: papier collé.

EN LA CASA de Taborno en un día cualquiera de enero. Un sol radiante, con abejas y grillos de fondo. Nada más que una maleta con ropa, algunos libros y el ordenador viejo para este viaje de solo ida. Tras varios días con los diarios pasados a limpio se estropea el archivo con un virus para mayor desesperación. Fatalidad.

HE LEÍDO en apenas una semana el “Diario de invierno” de Paul Auster y preparo una conferencia sobre la obra de Orlando Hernández. Cada uno de estos atardeceres he salido a caminar en completa soledad: el camino viejo hacia Afur por el lado de la plaza hacia abajo y bordeando el caserío por el extremo este. Se hizo de noche cuando alcancé el cruce de las Carboneras para acabar el día con agujetas en el cuerpo. Me he cortado el pelo. Y he cerrado este cuaderno azul como quien saca la cabeza del fondo del agua.

EN ALGÚN lugar del océano atlántico, a bordo del barco con pasaje de vuelta a Las Palmas. Una luz embriagada alcanza este cuaderno gracias a los ventanales de la sala de butacas. Pero vuelvo a la isla redonda casi peor que como me marché. Incertidumbre total. No he ido otra vez a Taborno.
El pasaje lo saqué en un arranque de necesidad. Es lo que tiene vivir entre islas. Pronto me espera Madrid. ¿Qué sucederá en el futuro espejito de papel? 
                                                                                             
THE END

No hay comentarios:

Publicar un comentario