Obra de Manuel Padorno |
Sobre
quién se va, el mar sabrá cerrar las puertas
Sur
qui s´en va la mer savra claquer la porte
Philippe Jaccottet
LA INSULARIDAD es un hecho consumado en el devenir de nuestra
literatura. Más que una condición metafísica que se hizo constante histórica,
sería una suerte de predestinación telúrica: el reconocimiento de la huella
humana en el territorio. Una superación estética de la idea general de paisaje
requiere una modificación social de la percepción sobre la naturaleza: las
islas como país atlántico tricontinental.
De esta forma la pertenencia a un clima poético consuma las
aspiraciones de realización colectiva. César Manrique no supo ver el respeto
intrínseco que gravita en la relación con el espacio físico bajo el concepto
renovador de soberanía ecológica.
LA MIRADA del poeta debe parecerse a un punto de vista similar a la
arqueobotánica: las zonas de humedad conservan pistas solemnes para la
interpretación de lo real. Lo profundo
como esencia empírica que revela las claves del tiempo socioatmosférico. Somos
habitantes del lenguaje en unas islas rodeadas de agua y arena. Alrededor nada
más. Estratovolcán.
MICROCLIMAS. En el desarrollo de un poema también cruzamos diferentes
estadios de la superficie insular. En la escritura quedan solidificadas las
impresiones sobre el mundo que nos constituye. Somos eco de palabras en el
mundo. Nos hacemos en un diálogo permanente con el hábitat social. Así fue como
los primeros poetas insulares del renacimiento conformaron el corpus canónico a
base de mitos. El pasado pretérito todavía alcanzaba a bañar los aledaños de
sus iglesias. Como lo fueron los modernistas que se lanzaron de cabeza al mar
cosmopolita del progreso. Y ahora son las piscinas del hotel adonde debe bucear
el creador insular.
LA IMAGEN pasajera de unos peces alevines en la pequeña dársena
deportiva de Agaete. Como el jolgorio de unos escolares en la hora del recreo,
nada parece evidenciar el dramático proceso de selección que deben afrontar en
su corta edad de vida. Cada uno sigue al otro con mimetismo de supervivencia.
Será difícil que la mayoría lleguen a bañarse en las aguas límpidas de alta
mar.
ES UN ERROR diletante querer reconciliarse con la naturaleza a base de
ascetismos. Como seres urbanos hechos por la mirada a lo inerte solo podemos
mantener una relación con la naturaleza equidistante a la sostenida con las
cosas ordinarias de la vida. En este sentido, lo prioritario para el poeta
sería vivificar su entorno con la energía lírica de la voluntad de vivir, así
es como después encontraremos las puertas de la naturaleza abiertas de par en
par.
PRONTO olvidamos aquellas cosas que un día concreto de nuestra vida
introdujo para siempre. Pienso en el perfume del comedor en el colegio, las
primeras ingestiones de comida en edad primaria. Ya no recordamos los primeros
besos con el arrebato del deseo inmaduro, las primeras lágrimas por el dolor
sentimental, los primeros azotes paternales que adiestraron nuestros impulsos
de maldad. Todas esas primeras experiencias con el cine, el tacto añejo con una
enciclopedia en tomos de 1985, las primeras gafas en la infancia precoz que nos
reflejaban el mundo. Sin embargo, en cada poema reiniciamos esa búsqueda de lo
otro perdido que nos devuelva a la raíz esencial de nuestra vida.
LAS CONVERSACIONES con una madre deberían formar parte integral
de la etapa académica, escolar. Por ella
conocemos el palpito inaugural de la existencia. En sus manos estuvo la comida
que nos creció adentro, a través de sus ojos reconocimos el balance de lo
justo, lo bueno y lo bello. También en torno suya hicimos los primeros pasos
bípedos, el llanto consolado en sus ropas y el alejamiento adolescente con el
amor y otras mujeres que encendían la llama de la pasión prohibida. A mí me
contó una vez que si hay dios lo tenemos que buscar dentro de nosotros mismos.
Y la invención de la inmortalidad, el alma que tanta literatura ha vertido en
siglos, no es otra cosa que la necesidad humana de permanecer.
ENTRE LA BRUMA esponjosa de un atardecer en el caserío de Taborno
puede percibirse la densidad vegetal del tiempo: batir de olas en la Fajana, el
trino sinfónico de pájaros, el zumbido repentino de un abejorro, la escurridiza
incursión de un lagarto tras una roca. Y de lejos un diálogo indistinto de los
vecinos que suena familiar y desconocido a la vez. Su indescifrable mensaje
lleva consigo la pista del eco humano que durante siglos ha formado parte de la
entraña paisajística de Anaga. No obstante el silencio reina en absoluto, como
si el exterior que contemplamos estuviese grabado en un disco de vinilo. La
verdadera extrañeza que provoca un atardecer en el caserío de Taborno está en
la riqueza abundante de su silencio.
HAY una forma de nutrición en cada trozo de paisaje verde montañoso.
Si contemplamos por un minuto exacto la misma superficie de monte podrá
comprobarse la variedad de matices y señales que el tiempo contuvo en ese
lugar. No puede haber en la estadía de un paseante por el Macizo de Anaga una
completa distancia como observador anónimo. Enseguida la vista se las tendrá
que ingeniar con la perturbación que origina el monteverde. No existen nacionalidades
en la distinción de personas que habitan cada día estos lugares mitológicos.
Turistas y oriundos quedan hechizados por la cumbre canaria, aunque una vez
finalice la jornada los visitantes se llevarán consigo la nostalgia, y los
vecinos de Anaga dormirán con ella hasta el final de sus vidas. Los grillos
tocan igual en todas las Anagas de la tierra.
HE observado el cableado eléctrico que recorre una distancia inaudita
entre la cordillera de Anaga. ¿Cómo se ganó ese espacio al caótico vergel de
Laurisilva?. Cuánto durará la torre primitiva no se sabe aún, pero sin duda
llegará el día en que su ausencia será otra vez repuesta por otro ingenio del
futuro que deberá volver a ganarse su sitio en medio de la nada.
RECUERDO la remembranza de un joven poeta que acudió al Macizo de
Anaga para consagrar su inspiración en el paisaje tinerfeño. Yo que también he
visitado estos columpios metafísicos, lejos de lograr un trance poético, he
sido imbuido por el designio histórico de proseguir los sentidos de la memoria
familiar. El sentido de pertenencia, una deuda vital.
LOS ESPANTAPÁJAROS me disgustan. No soporto su presencia fantasmática
de harapos que pretenden alejar a las aves de las parcelas humanizadas. Los
campesinos a ojos de cada animalito resultan ser sombras impertérritas y
pavorosas. Sin embargo el sudor del labriego nada tiene que ver con el
espantapájaros. Estas gentes de las que provengo por vía sanguínea, llevan
siglos de comunión con la tierra canaria. Ella misma adquiere toda su belleza
en la interacción telúrica mantenida con los seres humanos. Creo que la mimesis
del espantapájaros tendrá que ver mucho más con el concepto de los capataces de
las fincas, los mandamás de siempre que han legado en la cultura rural a esos
esperpentos invasores del paisaje.
APRENDÍ a identificar un brezo.
Justo debajo de la casa de Taborno crece un bello manzano, y alrededor todavía
permanece el laurel donde se columpiaba mi madre en su más tierna niñez.
A LO LARGO de la antigua red de senderos que atraviesan los barrios de
Anaga pueden verse pequeños refugios hechos en la roca para la necesidad de
protección ante las inclemencias del tiempo. Son curiosos espacios que aparecen
de forma aparentemente aleatoria, aunque su real ubicación responde a una
meditada estrategia popular de acondicionamiento de los caminos. Ya como
solamente pasan senderistas ociosos han quedado en desuso, vale la pena
guarecerse en estas cuevas durante un rato a pesar del turismo en la zona.
EN ÁRABE escuché las noticias por boca de mi padre acerca de los
altercados bélicos en la frontera de Líbano con Siria. Malas noticias. También
vi un reportaje sobre la teoría de la inflación cósmica mediante la cual se
explica la razón por la que el universo conserva la misma temperatura en sus
dos lados, aunque la luz en expansión esté a medio camino. La velocidad de la
luz sigue siendo irrebasable con la teoría de Einstein. Ya se verá lo que
ocurre en el futuro, tanto en Oriente Medio como en la teoría cosmológica ¿habrá otros
universos en sincronía con el nuestro?.
EN LA COCCIÓN de los alimentos hay un parentesco al fenómeno de la
creación poética. Desde temprano Mamá puso al fuego unos guisantes estofados. Y
en mis papeles comienzo a dar calor a nuevos textos.
EN EL TRANVÍA tuve un hallazgo mientras atraviesa la ciudad de La
Laguna: su metamorfosis cotidiana se puede contrarrestar por medio del viajero
que vuelve cada cierto tiempo y aprende a cambiar la mirada en su mismo sentido
a contrapelo.
VISITA al museo tinerfeño con la exposición sobre Walter Benjamin. Una
aventura interpretativa del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde aparecen
citas del filósofo alemán y reconstrucciones visuales que indagan en los
conceptos de aura, ciudad, pasajes comerciales y la propia obra de arte a dos
euros y medio. Recordé algunos momentos de mi infancia en el sur turístico
donde sin saberlo yo mismo era un flâneur que abarcaba el paso entretenido de
los turistas por el shopping center en cada atardecer.
LA ISLETA bordeada a bordo del buque Armas Volcán de Timanfaya en una
travesía marítima que pude soportar en las butacas viendo una película de
comedio mediocre. Ya no tengo mareos, se podría decir que cualquier barco que
me pongan delante será para mí una casa flotante, esta vez yo mismo tuve que
abrir una escotilla para que los pasajeros subieran a los salones. Incluso
estuve con uno de los tripulantes en zona restringida al mancharse mi chaqueta
con pintura reciente en una barandilla. No se me ocurre hacer tan siquiera una
reclamación para no perjudicar al trabajador de turno. Aunque ya podían
devolverme el dinero del pasaje con una feliz contrapartida. De nuevo las grúas
en el Muelle de la Luz, la ciudad al fresco en su letanía diaria, despedida de
los padres y bienvenida en casa donde dos perritas me reciben con una fiesta
entrañable.
NADA MEJOR que hacer el amor con alevosía, en la recreación del cuerpo
femenino reside el estadio supremo de libidinosidad. Aunque tengamos la luz
apagada, el contorno armónico de los cuerpos contiene una belleza incomparable.
Sin duda alguna podría decirse que follar bien es un acto revolucionario.
Antiproductivo.
MIENTRAS paseo a la perra con su collar de metal parece que el barrio
se ensancha alrededor. Hasta los jardines resultan útiles para el animal, a
través de sus ojos cualquier objeto vale para el juego. Excepto los coches, su
presencia masiva carece de cualquier provecho, una lacra auténtica que ni los
perros le dan más uso que para mear en sus ruedas. Medio barrio es un parking
al aire libre. Una putrefacción para la vida.
DURANTE el día aparecen los momentos de mayor simbolismo sobre la
cruda realidad: la postración de las abuelas en sus camas compartidas del
hospital capitalino. El perfume rancio del periódico provincial con noticias
vergonzosas sobre el despilfarro económico de la clase política. Y la presión
mediática con el fútbol como espectáculo de masas. Ciertamente, la miseria
cotidiana de la sociedad contemporánea no debería medirse por los índices
monetarios, sino por su riqueza imaginativa del cúmulo de experiencias que
brinda a los individuos en cada jornada. Esta tarde en coche por la avenida
marítima me llamó la atención la cantidad de gente que seguía de lejos una
regata de vela latina. Allí estaba ese halo de autenticidad insular que muchas
veces pasa desapercibido a nuestros ojos.
DE NOCHE hojeando un libro cartesiano sobre la luz. Estuvo inédito en
vida del filósofo francés. Me atrae su razonamiento continuo en torno a la
materialidad del mundo. La realidad queda descompuesta en su armazón crítico.
Esta mañana mirando por la ventana de la habitación hacia el bloque de
viviendas me he dado cuenta de que vivimos rodeados de cables. Kilómetros
infinitos de plástico con reflujos electromagnéticos. Tal vez dios viaje
solitario por esos territorios de la nada.
EL TIEMPO invertido en las redes sociales de internet se parece al
rato libre en que nos asomamos a la ventana para tomar un poco de aire. Vemos
lo que pasa alrededor sin ninguna implicación real. Estamos frente a la
pantalla, por muchos gritos que demos para llamar la atención cada cosa sigue
en su sitio: parpadeando.
LAS BONDADES climáticas atesoradas en la historia del archipiélago son
inversamente proporcionales a las calamidades sociales que han padecido sus
habitantes. En medio de todo, el poeta pervive milagrosamente con el único bien
que le sobrevive: la palabra.
PLAYA BLANCA, Costa Adeje, Valle del Golfo: esta mañana mantuve
conexión directa con cada uno de estos lugares emblemáticos de las islas.
Corralejo, Arrecife, Granadilla. Nuestra percepción del espacio insular puede
llegar a ser codificada por la costumbre urbana y la distancia entre islas. Sin
embargo por la variedad conseguimos hacer una suma final.
LA INVENCIÓN de los dioses ha sido un grave error. Por la propia
cadena de la evolución hubo un momento en que la humanidad proyectó su
capacidad de fabulación que la alejaba de la animalidad. Así fueron creadas las
distintas religiones. La soledad en el universo espantaba a las criaturas
inteligentes. Por eso hay algo encantador en las pinturas de época que
reflejaban la sacra conversazione.
LA PIEDAD nos hace libres. Ante el dolor ajeno, es una virtud
incalculable que alguien albergue síntomas de conmiseración, el grado de
hermandad que demuestra el valor de la solidaridad y la empatía hacia el que
sufre. El otro. Pero siempre desde una óptica materialista, terrenal: la idea
de un más allá resta a la finitud humana toda su fuerza motriz universal.
LA CASA está en venta. Horror vacui
EL HAMBRE como estado de padecimiento supone el más urgente motivo de
atención para el ser humano. La necesidad extrema pone en guardia el
dispositivo vital para la supervivencia. Quienes sufren estrecheces en algún
momento tienen un conocimiento más agudo sobre la realidad. De ahí la
existencia de los sabios eremitas y mártires de una causa universal: la propia
huelga de hambre como presión política tiene un grado de verdad muy alto. El
hambre en este sentido se recubre de moralidad y dona a quien la ejercita un
valor añadido de humanidad. Si bien la precariedad económica prolongada en el
tiempo lo que hace es todo lo contrario: deshumaniza.
HELADO de chocolate como salvoconducto para la llegada del verano. En
el recorrido nocturno por la playa de Las Canteras contemplo a las familias
saharauis que hace su vida sobre esta otra arena. Hay una fuerza especial de
atracción hacia la costa. La mirada también goza de un baño marino.
A PESAR de la insoportable carencia monetaria, la dramática espera de
un cambio a mejor que no llega, hoy conocí a la viuda del pintor Manolo
Millares en una exposición en la sala de la multinacional de los seguros donde
trabajé un verano. La belleza de Elvireta Escobio reluce en la mirada que se
detiene. Tal vez pueda entrevistarla. Una vez más no llevé bolígrafo. Craso
error.
LA NOTICIA del fallecimiento de una abuela nos hace más personas. Nada
tiene sentido cuando se masca una tragedia familiar. Pero con la muerte, al
final del sufrimiento ajeno, vemos el vuelo de unas palomas que se alejan para
siempre. Hay algo más allá de la fe que hace que la vida sea realmente
infinita: la conciencia total de su materialidad. La grandeza de la llama.
EL CREMATORIO no es imaginable. Pero existe todos los días con su
horario y su procedimiento legal. Ante la figura de un hombre abatido no quedan
palabras de consuelo, el silencio habla por él. Los pobres, los débiles, los
enfermos. Ninguno tiene lugar para el sistema. La planificación de su
eliminación no es circunstancial. La iglesia ha jugado un papel fundamental en
la trama humana.
POR FIN un baño ceremonial en la playa. En el telediario dijeron que
habría calima. Y los coches lucen una pátina de arena rubia. Con el atardecer
pintorreando el horizonte lejano, saboreamos una luz espesa y taciturna. Igual
que un cuadro de Juan Ismael.
VI un documental sobre el hombre que robó el cuadro de Mona Lisa.
Durante dos años escondió la belleza de Leonardo bajo su cama. Pasó a la
historia como el ladrón de arte que quiso devolver el renacimiento a Italia.
LE DIJE a ella que me enseñara un pecho, uno solo, rápido, para
alegrarme la mañana. Sin el erotismo no hay arte posible. Y tampoco mañanas.
UN CORO de gaviotas posadas en el mar, perfectamente visibles desde la
orilla mojada. Tranquilizan. Su presencia lejana otorga al ocaso une finalidad
prosaica, la desbandada común antes del desenlace nocturno. Pero no habrá
tiempo para disfrutar del atardecer. Los bañistas pliegan las toallas para
acudir a sus casas donde se retransmite el fútbol. Nadie quiere perderse la
épica deportiva. Otro círculo de tiza que atenaza nuestras vidas.
EN ALTA MAR otra vez con destino a Tenerife, por culpa del aire
acondicionado perdí la voz con una afonía rocambolesca. No somos personas sin
el habla, la comunicación se rebaja a un 50 %. Menta poleo, miel a cucharadas,
un sorbo de Brandy. Nada pudo arreglar la ronquera, pero leí los poemas
turísticos en la disco terraza del sur.
ABSTENERSE de las celebraciones deportivas supone un silencio
placentero. Los resortes del poder mediático instituyen el canon de lo
dominante. Hay personas que necesitan identificarse con el fútbol para darle un
sentido a sus vidas, un peligro alienante parecido a otros dogmas. Sin embargo
la diferencia es que tras el balompié hay un negocio, manipulaciones políticas
y todo de forma encubierta, sutil, sibilina. Al ver la masa festejando el
triunfo del equipo español uno se da cuenta de las debilidades que arrastra
esta sociedad. Puro espectáculo.
LA ISLA que habita en los cuadros. Cosmovisión atlántica.
LO MÁS DIFÍCIL es perder el equilibrio cotidiano, la inercia pujante
de cada día. Algo nos sostiene en pie, una especie de extintor apaga fuegos nos
cubre las espaldas. Hoy la ministra celebró que el paro bajó un dos por ciento.
Pero todavía cinco millones de trabajadores no tienen empleo. Y casi dos
millones carecen de cualquier cobertura social. Yo llevo así varios años. He
perdido la cuenta y la esperanza. Sin embargo es difícil que el cuerpo se venga
abajo, la anatomía soporta cualquier ejercicio físico. Ya vendrá la caída por
el recuento de los años. Mientras tanto esprintamos.
LOS CIENTÍFICOS han descubierto la partícula de dios que dio origen al
universo. El telediario un fogonazo de luces por ordenador demostraba el
hallazgo gracias al acelerador de partículas de Ginebra. ¿Dios tomará la
revancha?
FRENTE a un retablo de Luján Pérez en la Iglesia de Santa Rita por la
eucaristía funeral de la abuela. Solo me levanté del banquillo de los
feligreses pecadores por decoro familiar. Un tipo vestido de paisano tocaba el
organillo a pocos metros. Fue leída una carta de San Pablo. El cura bendijo a
los parientes con la entrega de la ostia. Al final de la misa un bullicio
profano ocupó la estancia por breves instantes. Enseguida cerró sus puertas la
iglesia. Hasta la función siguiente.
LARGO tránsito hacia el sur por la autopista de la historia. Llegada a
la ciudad natal con turistas deambulando el mediodía playero. Recuerdos
goteando en la arena caliente de la memoria personal. Al contacto del agua
tibia azulosa revivo el trance de la pila bautismal. Tónico bronceador en el
torso desnudo que enrojece con el transcurso de las horas. Subida de la marea.
Los lagartos abandonan su permanente vigilia para asaltar las sombras del
pic-nic humano. Entre las cañas combustiona la salitre estival. Retorno al
útero materno.
CON PRISMÁTICOS en el barrio pesquero de San Cristóbal. Domingo
anodino con lluvia caprichosa en los adoquines. La perra podenco se atreve a
saltar los charcos. Mientras meriendo unas ciruelas, el atardecer fulmina su
escaparate diurno.
EN AGAETE. Día de playa tras cruzar la médula norte de la isla:
túneles, encrucijadas, pistas de asfalto caliente. Una ventolera levantaba
cortinas de agua con una fuerza espontánea. Nadie sacaba las bolsas plásticas
de la costa. En la villa está todo listo para la fiesta de La Rama. Renovación
de las promesas y baile ecológico del eucalipto, el romero y el pino canario.
En el Paseo de los poetas un africano vendía máscaras y amuletos tribales.
UN ATAQUE de tos como
experiencia de la asfixia, de la vulnerabilidad, lo frágil y contingente de la
existencia humana. Aunque morir es muy difícil, la vida conserva su
perdurabilidad a toda costa. Me han inyectado algo tan doloroso como la
penicilina. Solo andar ya es un asunto muy complicado.
EN UN STOP me pregunto la cantidad de ambulancias que pasan
diariamente por el barrio. Al estar tan cerca del hospital puede sentirse la
presión de las urgencias médicas cotidianas. Pensé en la perspectiva de la
muerte, la dimensión del tiempo para los enfermos, moribundos y desamparados.
Para ellos la vida no cuenta. Su realidad va en ambulancia, sin retorno a la
normalidad.
OTRA VEZ los incendios forestales en las islas. El monte se quema también
en Catalunya, de Figueres a Portbou. Maldito fuego.
NO HACE falta dar muchos rodeos para alcanzar a tocar el agua en esta
isla. Pero un chapuzón en condiciones requiere dar muchas vueltas, tomar la
decisión y los preparativos que no llegan a su fin. La toalla, los bañadores y
la ropa de muda. Agua potable, las llaves de casa, el coche aparcado y luego
siempre adentrarse en la playa lentamente. Hasta que por fin nos disponemos al
contacto con el mar. Una relación difícil por antigua, epidérmica y casi
religiosa. El agua desborda nuestro yo.
AGOSTO de postal. Cerrado por vacaciones en los comercios familiares.
Bañistas por doquier. Ola de calor. Juegos olímpicos de London. Sin un céntimo
en el bolsillo.
UN EMAIL a las 7:56 horas de este viernes me concede un accésit
literario soñado durante este verano. De la euforia instantánea se pasa a la
normalidad sin grandes sobresaltos. Las penas, el dolor, y muchas otras
pesadillas duran mucho más. No estamos preparados para ser felices. Ya estoy
acostumbrado al estado de resistencia permanente. Y lo más importante: ningún
galardón cultural, ningún premio de mierda, ningún agasajo institucional me
quitará estos sueños de revolución, de literatura y de
utopía a vida o muerte.
HE VUELTO a la isla de El Hierro por segunda vez en un año y después
de toda una vida. Duermo en una casa de alemanes. Ahora yo soy el invitado.
LA MISMA LUNA septembrina de aquellos años laguneros. Recuerdo una
tarde en la que vi desde un último piso esa luna preñada de futuro. Sentía que
estaba vivo, podía presenciar esa imagen de porvenir con añoranza. Ahora que
tengo más de 30 años, no puedo menos que acongojarme ante el paso funesto del
tiempo. Y aún así, sé que sigo en el camino, las ganas de luchar no se pierden,
aunque esta precariedad se ha vuelto tan normal como una dolencia patológica.
Era una luz azul, como este cuaderno donde escribo, esa misma luna que nunca
olvidaré en todos los septiembres de mi vida.
EN PLAYA ARINAGA leyendo un poema por Ciudad Juárez. Llevo conmigo un
libro de Juan Rulfo. Y es que en Comala todo el mundo también estaba muerto.
ES VERDAD que en la soledad transitoria degustamos mejor el tiempo, al
principio duele y uno siente amagos de zozobra. Pero tras unos días llega el
estallido de libertad frente al espejo. Cada paso que demos nos inflama la
personalidad. Saqué de la biblioteca el viaje a Italia de Goethe.
EN SIETE días apenas estaré en dos sitios distintos de las islas donde
jamás fui antes. Y se parecen Artenara y Guía de Isora en la distancia
simbólica que evocan para el habitante de las islas. Solamente unas horas de su
inmovilidad valen para tener una idea aproximada de su historia. En estos
lugares quintaesenciales hay que saber como irse, una vez allí la atmósfera
detenida de sus horas nos atrapa como una telaraña.
AL ENCUENTRO de la madre. Nadie puede resistir la ilusión de volver al
abrazo materno tras un tiempo fatal de lejanía. No hay mejor recompensa vital.
Hace algunas noches que soñé con su pérdida, esa hora fatal que llegará tarde o
temprano. Mientras tanto nos atenemos a lo previsto, las caricias que tenemos
como consuelo.
LAS CALLES de Santa Cruz las vi como ajenas, nada tienen que ver
conmigo, pasados los años de residencia en Tenerife desconozco su tránsito
real. Y así con todo me gustó volver, saberme un huésped, despedirme de ellas
sin ningún drama.
POR PRIMERA vez amanezco en Guía de Isora, nunca antes estuve aquí. He
visto la boca de Tauce a un lado y La Gomera en peso al otro. Las campanadas de
la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz repican ante unos vecinos de procedencia
venezolana que alegan en los banquitos de sombra. Me he tropezado en mi
incursión matinal con un ciego, dos veces seguidas. Le he dado los buenos días
cada vez. Una forma de sentirme como del lugar. Desayuno de café con leche y
milonja de crema. Ducha de agua fría.
EXCURSIÓN en guagua por el esqueleto insular, hasta 5 guaguas
distintas para llegar a casa. Vi despertar Playa de las Américas: los turistas
salían en tropel de los hoteles. Y La Gomera desde lejos y tan cerca: límpida y
solemne. Al llegar a la estación capitalina volvía a sentir que la isla sigue
siendo la misma que descubrí en mi juventud.
ESTE MEDIODÍA invité a mi madre a un pollo asado, con papas arrugadas,
gofio escaldado y un quesillo de postre. Fui feliz. Esperamos juntos en el
cruce de Taborno. La tarde era una fuente que mana.
EN TABORNO una bandada fabulosa de estorninos sobrevolaban- flyover-
las terrazas comunales del pueblo, con el Roque al fondo y un mar detenido. Tal
vez la misma estampa que vio en su día Sabino Berthelot.
LA EXPERIENCIA sensitiva de la ciudad depende de sus medios de
transporte: el peatón confluye entre la carretera y los portalones. Pero de
igual manera el tranvía proyecta nuestra idea de lo urbano. Atravesando la
ciudad desde sus tripas, ofrece al viajero una imagen en movimiento del
entorno, a diferencia del coche donde la circulación de tipo rectilínea
determina su espacialidad.
HAY UN MOMENTO del embarque en donde la isla desaparece. Me gusta ver
desde la barandilla como la ciudad se hace cada vez más diminuta. Entonces los
pequeños prácticos acompañan al barco que zarpa desde el Muelle. De esta forma,
en la brevedad de su relación marítima queda a la vista el comportamiento de
todos los barcos.
TODAS LAS MAÑANAS paseo con la perra por las aceras del barrio. Sin
trascendencia alguna. Me doy cuenta mientras observo los barcos en la bahía de
Las Palmas de que el embotamiento en estas calles se parece al de los amasijos
de hierro que yacen en el mar. Pueden transcurrir días sin que se muevan nada.
Una tribulación que carece de lástima. Así es que la barriada atrapa a sus
vecinos de una forma carnívora. Nadie sabe lo que pasa en otros lados, pero
tampoco en su propia calle. Es como habitar en una caverna troglodita. Solo
cuando paseo con la perra cada mañana me doy cuenta de la necesidad urgente de
escapar huyendo a toda prisa de aquí.
GAVIOTAS en retirada. Una luz cenicienta en la caída de la tarde y el
chapoteo de agua en el grifo de la Plaza Santa Ana. Salí de casa para comprar
el periódico sin suerte. Ya finaliza septiembre. Este verano fue una ilusión.
OTRO VEZ con rumbo a Lanzarote. A bordo del catamarán surcando el
Atlántico de nuevo. He visto desaparecer la colmena de luces capitalinas. Y el
mar plateado por una luna preñada de nostalgias. Leo los pasajes de la crónica
normada Le Canarien, 600 años después de haber sido escrita. Este viaje de
noche, entre las bambalinas náuticas, hace que el tiempo carezca de peso. Es el
mismo viaje original a la isla de los volcanes. El destino es el comienzo.
LOS MARINEROS recogen los cabos con maestría, por ellos el barco se
mueve y tiene vida. Son los obreros de los viajes, su trabajo equivale a las
ruedas que mueven el mundo. Sin ellos no habría mares, ni barcos, ni viajes.
EN YAIZA. Tras una charla en el instituto público los estudiantes me
preguntan por mi fijación hacia la isla de Lanzarote. ¿Por qué piensas tanto en
Lanzarote?. Me quedé pensativo por un instante. Les respondí que cuando era
pequeño, mi primer viaje fue a los volcanes de Timanfaya, en las fotos de
infancia que conserva mi madre aparezco junto a ella, con un géiser a mis pies y el rostro de los
camellos a lo lejos. Tal vez esa experiencia primigenia me dio la fortuna de
conectar tan profundamente con la isla. Mientras escribo estas líneas observo
desde el malpaís de Yaiza, al borde del parque, como una sombra de nubes
acaricia el manto pedregoso de la isla. Así de leve es la memoria del tiempo.
NO PUDE contener la necesidad de visitar la Fundación César Manrique
tras pasar una mañana en Tahíche. La rotonda donde perdió la vida el artista
lanzaroteño universal es un símbolo paradigmático: la isla transita su órbita.
Tampoco esperaba que la entrada fuese gratis para mí. Disfruté de su obra como
un niño pequeño con un juguete nuevo. Incluso la colección de pinturas que pude
fotografiar servirá para mis poeturas y pintoremas. Había una energía
subterránea entre sus pasadizos de burbujas volcánicas. Manrique for ever.
DE NOCHE un recorrido por las callejuelas de Teguise. Las sombras del
caminante en las paredes de cal. Tinta sobre papel.
UNA CAÍDA súbita por las escaleras del portón pudo haberme causado la
muerte por accidente. Inaudito el resbalón por la lluvia y el hematoma
furibundo que me crece en la nalga derecha. Apenas sentí vergüenza por la
mirada ajena. Tan solo me levanté con el dolor que acuchillaba la carne y
proseguí el paseo con la perra cojeando. Creo que es un aviso, puro azar, para
que cuide y conserve mejor mis pasos cada día. El moretón intento disiparlo con
cremas farmacéuticas. Podría darle hasta mi apellido. Llamé a mi madre para
contarle el suceso igual que cuando era un niño.
LUNA LLENA. He visto desaparecer un crucero sobre el horizonte marino.
Esto también es una forma de narrativa.
SIEMPRE que encuentro al jardinero metido en la faena con mangueras y
tijeras aprovecho la ocasión para preguntar el nombre de algunas plantas. Ya he
despejado del todo mi ignorancia sobre el Aloe vera, los dragos comunes, los
geranios a los cuales siempre podo sus hojas muertas y los hibiscos de mi
infancia en la ciudad turística. El jardín del barrio es para la mayoría de
vecinos un lugar anónimo, infranqueable, completamente ajeno al tránsito
cotidiano. Aunque su utilidad- que la tiene- reside en su propia espesura, las
sombras vegetales para el encuentro de refugio en las horas de sol.
LA VOCACIÓN natural a ser un merodeador de la belleza, un frecuentador
de bancos desde los que contemplar el sino de la urbe.
EN LA PELÍCULA “Marrakech Inshallan” el niño protagonista cuenta que a
los turistas nada les preocupa. Ellos pagan por el té, fumar y ver a los
encantadores de serpientes. Cuando están cansados vuelven a sus hoteles. En
cambio el muchacho bereber vagabundea por el zoco, extraviado y solo tras su
largo viaje desde las cordilleras del Atlas. En su mirada todavía pervive la
inocencia.
ESTA MAÑANA tendré la primera intervención quirúrgica de mi vida. Al
menos que yo recuerde. Un quiste sebáceo que pasará a la historia en mi
espalda. Después de tantas molestias, su presencia está cargada de recuerdos
íntimos. Como cuenta Paul Auster en su “Diario de invierno” que quiero leer
pronto, las cicatrices constituyen nuestra memoria del tiempo en cada casa.
SOY UN CICERONE. Me encanta ver la ciudad de mis días a través de los
ojos de un visitante. La experiencia de provisionalidad, de una finitud
garantizada, hace que cada rincón recobre una dimensión especial. Con la visita
de amigos latinoamericanos he disfrutado casi por primera ve de mi ciudad natal
con un sentido de exuberante pertenencia a sus calles.
VISITA guiada a la casa de Galdós. Sus zapatos como símbolo de una
personalidad irrepetible. Me llamó especialmente la atención sus cartas de
Emile Zola y Honoré de Balzac. El único video donde aparece filmado en vida
está acariciando a su perro con unas gafas negras. Él mismo en esta casa diseñó
sus muebles con azulejos de motivos vegetales. Siempre el mar en su retina. La
ceguera como predestinación. Su vista consumió todo un siglo.
LAS ENCICLOPEDIAS cayeron de golpe desde lo alto de la habitación.
Escoba y fregona. De nuevo tengo que hacer la maleta. Un domingo más.
EN LA CARTERA de tela llevo conmigo 30 mil libras libanesas en
billetes que cogí del último viaje de mi padre a su país. Me acompañan desde
hace meses como una suerte de amuleto, sin más utilidad que acrecentar mis
raíces genéticas con un ajuste de cuentas con mi apellido. Con este dinero
podría estar en la ciudad de Beirut cualquier día, es lo mínimo para no
perderme. Con ellas que me entierren en Líbano.
LA PEQUEÑA Yorkshire está perdiendo su pelo, respira con dificultad y
en varias ocasiones ha sufrido colapsos que la llevan al borde de la muerte.
Cuando se desploma- igual que esta mañana- la llamo por su nombre mientras
sujeto el pecho y pongo su cuerpo en pie. Es un trance difícil, de momento no
han sido más que sustos, aunque por unos momentos siento yo mismo la fatalidad
del fin.
ESTUVE pintando el salón de casa de la abuela, con una brocha empapada
en el naranja calabaza que coloreaba la estancia familiar. Desde la escalera
apeas se aprecia la profundidad abismal de cada rincón, entre sombras de
recuerdos cumplía con mi compromiso estético.
RUMBO a Tenerife. Antes de subir a la guagua de Agaete he cruzado el
paso de peatones hasta el Catalina Park, a modo de despedida. He besado a mi
compañera y me quedé apenado, estoy convencido de que nos vamos a extrañar
mutuamente. Ya arranca el bus hacia la isla de las maldiciones. Avanti.
UNA NOCHE fría lagunera soportada gracias al calor de la solidaridad
con El Sahara. Reencuentro con la universidad después de tantos años. Hablé
desde el púlpito de nuestras abuelas, de nuestros padres emigrantes y esa
amistad verdadera que hay entre los poetas del mundo y que debería regir igual
las relaciones internacionales entre los pueblos.
LA TIBIEZA amarga y reconfortante de la yerba mate cebada por uno
mismo con sentido cortazariano en un banquito lagunero cerca del árbol de la
poesía. Esto es la felicidad.
LLEGADA a Taborno en compañía de mi madre con una pesada maleta de
libros y ropa. Aunque a decir verdad, podría haber llegado completamente
desnudo, lo que pesaba dentro de mí era ajeno a los bultos y superchería de
viajes. Necesitaba volver aquí para exorcizar el vacío.
DE NOCHE encontré entre cajas de papeles y álbumes de fotos aquel autógrafo
de la atleta jamaicana Marlene Ottey. Ella fue durante mucho tiempo la mujer
más bella y rápida del planeta, a pesar de haber quedado siempre en segundo
lugar durante las citas olímpicas. Lo conservo casi de milagro.
LA NOTICIA sobre la muerte de un conocido nos acrecienta la percepción
del paso del tiempo. Ya sea la fecha de aniversario de un tío en Líbano con mi
padre encendiendo velas en el salón, o la recepción funesta de un sms con la
defunción de un profesor de la universidad con quien compartimos una relación
de profunda humanidad. Ahí fuera acecha la nada. Por eso mismo sostengo mis
ideas de una ética de la finitud donde la vida cobra en sus instantes toda la
importancia real.
IMPREVISIBLE. Jamás pensé que en vísperas de la huelga general iba a
estar en la cama convaleciente del corazón. Consciente de mi vértigo,
plenamente confiado en la propia capacidad de uno mismo para salir adelante con
vehemencia creadora. Estoy sintiendo cada vez más un ejercicio visceral de
rechazo hacia cualquier convención social. En momentos de flaqueza me basto yo
solo, diría Nietzsche.
EN UN PARQUE el tiempo se mide distinto, sus mejores horas laten en el
despunte de cada día: su amanecida, el mediodía y el atardecer. Hay que
visitarlos en esas intersecciones simbólicas para acceder a su profundidad.
Sentarse a tomar mate amargo en cualquiera de sus rincones es una ceremonia a
la que no estoy dispuesto a renunciar jamás.
EN PUERTO DE LA CRUZ me siento en mi propio hogar. Cada vez que tomo
una guagua para visitar esta ciudad contemplo los balcones lejanos donde
parejas de turistas se asoman al paraíso. En compañía de un poeta danés
llegamos hasta sus orillas. Él me dijo que le parecía la otra cara de un campo
de concentración. En sus ojos azules interrogantes había un halo de antigua reminiscencia. La del
escritor que llega a las islas por primera vez y las hace suyas para siempre.
MANTENER una dieta estricta a base de croissants, hot dogs y papas
fritas durante varios días de festival poético puede llegar a ser extenuante.
No hay duda de que la existencia gira en torno a su base de alimentación. Pura
biología.
HE VISITADO por primera vez Barranco Hondo, en casa de mi hermana. Ya
puedo decir que mi familia es de aquí también. Pude ver cabras en la montaña
del Rosario, contemplar los balcones detenidos en el siglo 19 y gallineros
desparramados en fincas y caminos. Por la calle de Antonio el Pastor y la
esquina de Chajoigo un mago me dijo que del pueblo a veces uno se va y que
luego vuelve siempre. Las campanadas de la Iglesia de San José hace música de
las montañas. Ellas también crujen al derretirse el frío de las horas. Anoto en
el diario el nombre del poeta Antonio Alonso “Cho Morrocoyo” que bautizó el
centro cultural del pueblo. Siempre está cerrado.
POR FIN he confesado que una parte de mí es la propia de un
extranjero. En la isla nunca me daré del todo, tras pasar toda la infancia en
la ciudad turística no puedo remediar esa distancia primordial. Y además la
sangre fenicia que corre por mis venas me hace sentir todavía más ausente. Al
escuchar a un poeta iraquí recitando en lengua árabe siento en mis adentros un
cosquilleo de remordimientos.
ES DURO hacer una llamada telefónica para dormir seguro en un hogar
cada noche. A pesar de la hospitalidad familiar, presiento que mi carga
incomoda, obstruye sus vidas, interrumpe la normalidad. Me siento completamente
prescindible, y nada me consuelan las alabanzas amistosas por mis quehaceres
culturales, casi siempre lo que me queda es la soledad en su lado menos placentero,
esa lasitud asfixiante que me retrotrae a los años de la ciudad turística.
MIRANDO las hojas secas que bailan sobre los adoquines del edificio
central de la universidad. Aquí donde tantas veces soñé con la revolución
socialista y el movimiento estudiantil. Nunca fueron años perdidos, pero
tampoco hay retorno posible a su desnudez original.
LOS TOLDOS desvencijados en los apartamentos de Radazul, una chica
rubia europea mira por la ventanilla de la guagua sin ver el mar. Stop en la
parada inhóspita de un bar en Tabaiba. Cerrado los domingos. Sigo el camino
kilométrico a pie con rumbo a Barranco Hondo: laderas escarpadas con piteras y
cardones, cuevas que disimulan su estado al borde de la carretera, un podenco
huidizo con una mirada atormentada y el vuelo manso de los cernícalos en pleno
mediodía. Tenerife profundo.
CALABACINES y pimientos rellenos de arroz y carne en casa. Siempre que
vuelvo al hogar familiar encuentro la situación al límite: discusiones
acaloradas y repaso agónico sobre la grave situación económica. Las casas
vendidas, el derroche sin sentido, las diferencias entre la cultura árabe y la
canaria. Clímax horribilis. Al final siempre lo entrañable sustituye a la
fatiga, lo anecdótico al drama, la bendición al silencio.
EN LA PLAZA del Adelantado con lianas de luz en un sábado a mediodía.
Llegó diciembre. He almorzado foccacia con tomate y queso, un pastel estrudel y
yerba mate cebada para combatir el frío. Por una vez soy la excepción, el visitante de este lugar donde soñé mi
juventud.
POR FIN visité el castillete de Guayonje. Una tarde dominical bajo una
lluvia salvífica. Tras ir en coche por los montes de La Esperanza para la
búsqueda de un Teide envuelto en brumas. Con la compañía de varios amigos
compartimos notas de jazz, debate sobre banderas, poetas malditos y utopías. En
el rastro compré dos reproducciones de Felo Monzón y Antonio Padrón. Por medio
de la pintura la isla comienza a establecer su fuerza de atracción.
ME DESPEDÍ de la ciudad a media mañana: sin ninguna nostalgia en el
camino. Liquidación de facturas y devolución de paragüas, favores y notas.
Antes de subirme al tranvía compré a la vendedora romana una pulsera roja con
hilo de cera para mi compañera. Y de remate visité la facultad por última vez.
Me dieron el expediente y carta de pago oficial para la expedición del título
de licenciatura.
OTRO CLIP en las escaleras del barco con rumbo a Gran Canaria.
Increíble. Leo con ensimismamiento la obra completa de Luis Feria. “Más que el
mar”, “Cuchillo casi flor”, “Casa común” y “Arrás” en dos horas y media de
travesía.
MUELLE de la Luz a la intemperie con maletas desperdigadas en la
oscuridad. ¿Te ayudo?. Un beso milagroso al amor de la juventud.
LA ARIDEZ oscura y lúgubre del caso histórico de Guía soportó el
bullicio de poetas que compartieron un congreso en el puente de la
Constitución. Mi presencia allí estuvo llena de entusiasmo fatigoso y un
resquemor interior sobre la inminente sensación de extravío. El aliento
fraternal de los poetas me revierte la esperanza de un mundo mejor. Recuerdo
ahora el repique de campanas en la hora punta de un viernes otoñal. La
embriaguez dulzona de la palabra habitada. Metamorfosis.
UNA CASA también puede ser un infierno por momentos. Cuando se padecen
infortunios personales y zozobras económicas la presión nos estrangula la
voluntad de vivir. Nuestras branquias sucumben fuera del agua también. Perdemos
los papeles. Nos venimos a pique. Un hilo de supervivencia nos salva in
extremis. Es imposible soportar largo tiempo cualquier dolor del corazón.
HOY he presentido el final de una etapa en mi vida. Tal vez no vuelva
nunca más a residir en esta ciudad. La que me vio nacer. Por lo menos hasta un
futuro bastante incierto. Y no siento nostalgia. Realmente siempre fue un lugar
al que venía de visita. Adiós a Las Palmas.
YA TENGO preparada la maleta- con libros, amor y rabia- para el nuevo
año: Madrid. (Facebook). Como aquel sueño del poeta insulario, mi destino
también pasa por la salida, el abandono, la huida al centro. Sin remordimiento
alguno, haré lo que tuve que hacer años atrás en mi tierna adolescencia. El
viaje como principio.
DE MADRUGADA en el día de la profecía de los mayas sobre el final del
mundo. Solo en la habitación escucho la música acuática de Haendel. Bajo el
agua la realidad es indolora.
TARDE de Navidad. Volcado en la escritura de un poemario sobre la isla
de El Hierro y un texto de investigación poética: “La casa en el mar” con
insistente presencia en el barrio marinero de San Cristóbal. He llamado por
teléfono a la familia en Tenerife por las fiestas. Leí a Brodsky. Y también los
momentos estelares de la humanidad según Stefan Zweig. Me conmovieron los
capítulos sobre Haendel y Goethe.
ESPESO mediodía en la cama con amor. Oliverio Girondo fabularía aquí
con sus sortilegios. Salida a la avenida marítima para una despedida final.
Concluye el año: papier collé.
EN LA CASA de Taborno en un día cualquiera de enero. Un sol radiante,
con abejas y grillos de fondo. Nada más que una maleta con ropa, algunos libros
y el ordenador viejo para este viaje de solo ida. Tras varios días con los
diarios pasados a limpio se estropea el archivo con un virus para mayor
desesperación. Fatalidad.
HE LEÍDO en apenas una semana el “Diario de invierno” de Paul Auster y
preparo una conferencia sobre la obra de Orlando Hernández. Cada uno de estos
atardeceres he salido a caminar en completa soledad: el camino viejo hacia Afur
por el lado de la plaza hacia abajo y bordeando el caserío por el extremo este.
Se hizo de noche cuando alcancé el cruce de las Carboneras para acabar el día
con agujetas en el cuerpo. Me he cortado el pelo. Y he cerrado este cuaderno
azul como quien saca la cabeza del fondo del agua.
EN ALGÚN lugar del océano atlántico, a bordo del barco con pasaje de
vuelta a Las Palmas. Una luz embriagada alcanza este cuaderno gracias a los
ventanales de la sala de butacas. Pero vuelvo a la isla redonda casi peor que
como me marché. Incertidumbre total. No he ido otra vez a Taborno.
El pasaje lo saqué en un arranque de necesidad. Es lo que tiene vivir
entre islas. Pronto me espera Madrid. ¿Qué sucederá en el futuro espejito de
papel?
THE
END
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