Instalación de la artista Maria Loizidou, fotografía de Nikos Markou (2015) |
En algún lugar tiene que existir el sol
Odysseas Elytis
El segundo estado del mundo
según el griego Odysseas Elytis está configurado por los artistas, los músicos
y los poetas, todos juntos a lo largo de los siglos y a pesar de sus
diferencias. El poeta, Premio Nobel de Literatura de 1979, hace énfasis en
muchos de sus escritos sobre la trascendencia de la palabra humana, de la unión
del arte y la vida, llamando la atención sobre la dificultad añadida de que
nadie está obligado a interesarse por la poesía y las artes, si bien es verdad
que una vez dentro de este segundo estado del mundo hay que aprender a caminar
sobre el agua, disfrutar de la ola del misterio, el esperma negro de la
creación.
Para Elytis, fallecido en
Atenas en 1996, Grecia era una “sensación concreta”, su acercamiento a la
literatura participaba de un amor profundo a su país más allá de toda frontera,
la identidad se palpaba como aquella seña de amistad a través de los siglos que
podía descifrarse en la contemplación de un papiro de Safo en el Museo
Británico. La escritura renace los puentes del tiempo y el idioma es la casa
común porque la riqueza del lenguaje humano reconcilia las posibilidades
extraviadas de utopía en un siglo fracturado por las guerras mundiales.
Tal vez por haber sido
ciudadano griego, otro morador tardío de la cuna de la civilización en el
declive de la Europa posmoderna, Odysseas Elytis refleja en su obra literaria
la voz del pulso renovado de lo humano con la historia, la naturaleza y el
arte, es el poeta quien descifra y celebra, su moral personal corresponde a las
condiciones naturales que marcaron una situación humana particular, y aquí el
escritor griego resulta clarividente para resolver la cuestión de la excepción,
del papel del poeta en el mundo, cuando alude a que lo importante es de qué
manera la excepción concibe la regla, cómo desde la escritura única de cada
tintero se afronta el orden impuesto y la posibilidad fascinante de volver a
poner todos los sentidos en la conversación oculta de las cosas.
Es curioso el modo en que desde
tan lejos de las islas, leyendo a un poeta griego en traducción mexicana, la
diferencia horaria no perturba para nada la extraña sincronicidad que otorga la
experiencia de estar en varios lugares a un mismo tiempo, así ocurre que
Odysseas Elytis menciona en sus escritos un cuadro de Óscar Domínguez, invoca
también el paraíso que un día los griegos ubicaron en las islas afortunadas, y
resuelve que cada uno es a fin de cuentas el vellocino de oro de sí mismo. A
través de la cultura, la literatura y todas las artes, el segundo estado del
mundo descubierto por un poeta griego conserva a duras penas la vigencia de un
espacio para la libre creación y el ensueño perdurable de que cada pequeño
lugar del planeta ofrezca un color propio, brinde una voz distinta y entone una
nota singular para la supervivencia real de la infinitud.
*Artículo originalmente
publicado en la Revista Dragaria, 2018
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