sábado, 1 de septiembre de 2018

Exposición “Santuario” El estudio de la artista Paty Aguirre

Obra de Paty Aguirre, "El Paraiso",
Óleo sobre tela, Exposición Santuario, Museo Los Gurza (2018) 

La artista duranguense Paty Aguirre tiene vocación y futuro, la configuración de su obra plástica prosigue hacia adelante fundiendo el sincretismo de lo circense y lo tragicómico, tanto la ironía como el compromiso, la polifonía y el susurro, la densidad y el flirteo, entre la máscara de polichinela y el juego de estarcidos



La adoración del sol también es idolatría. Bajo el imperio de las calculadoras y los spots consumista la lógica dominante de las imágenes en circuito cerrado de la pantalla global conlleva a una barbarie cotidiana que resulta asimilada como lo normal en el mundo de la vida social. Lo dijo Walter Benjamin en uno de sus escritos más visionarios: el capitalismo se convertirá en religión. Y ante la inminencia del colapso solamente el arte puede redimir la agonía acumulada de la existencia mortal sobre la faz de la tierra. 

Todavía la pintura resiste a la manera de actividad maravillosamente improductiva frente los embates enajenadores de un sistema saturado que incrementa a cada hora la pérdida de fe en la imagen como hábitat utópico. Si la pintura ha sido un bastión esencial como contrapoder que ha abanderado multitud de experiencias de vanguardia en el discurrir del arte- el lienzo es un ilimitado campo de batalla dijo Antonio Saura- la existencia real y tangible de una joven artista como Paty Aguirre en el precario censo demográfico del panorama de la creación plástica en el norte de México significa a todas luces una clarividente promesa de futuro.

El estudio de artista de Paty Aguirre en la calle Constitución del centro de Durango representa un capítulo más de otra novela ideal para el irredento Georges Perec e incluso un ejemplo de la morada del artista para la poética del espacio de Gastón Bachelard, Paty Aguirre ha vivido en distintos departamentos de un mismo edificio pintando su obra lienzo a lienzo, día y noche, como una forma de pervivencia de ese ideal protagónico en el que la mujer creadora forja su propio destino afrontando los obstáculos de la mediocridad institucional reinante y el modelo social abusivo y extorsionador del patriarcado neoliberal. Su pintura es un juego vital, el romance íntimo con el demiurgo de la creatividad, provocación y delirio, éxtasis a flor de piel, exuberancia y derroche de un santuario impregnado por la antorcha de la vida misma de una artista irreverente, consciente desus dones y resueltamente aplicada a la ardua tarea postedénica de volver a morder todas las manzanas prohibidas como un reclamo justo del derecho universal al goce de la existencia.

Entre los cuadros del “Santuario” de Paty Aguirre hay una entremezcla sutil de iconos sacros y paganos, imágenes de vírgenes y santos deconstruidos cuyo aura desmitificador no deja de ser igualmente hechizante para advertir desde la primera mirada al cuadro que hay una obra en proceso, seria y mordaz, con simbolismos trabajados en la estructura de una mitología propia que convierte sus lienzos en especies de mónadas de lo posmoderno, con una carga erótica repleta de dicotomías y paradojas, audacias de la mirada de Paty Aguirre que incorpora incluso su bestiario particular y una puesta en órbita de un mundo personal que ejemplifican la sensibilidad curtida hacia la naturaleza animal y el hálito de toda vida al filo extremo de la muerte en los tiempos de una catástrofe permanente a la que también -como nadie después- dedicó una canción implacable el poeta defeño Mario Santiago Papasquiaro.

La artista duranguense Paty Aguirre tiene vocación y futuro, la configuración de su obra plástica prosigue hacia adelante fundiendo el sincretismo de lo circense y lo tragicómico, tanto la ironía como el compromiso, la polifonía y el susurro, la densidad y el flirteo, entre la máscara de polichinela y el juego de estarcidos, ella aclimata cada cuadro con la mirada hacia la inmensidad del mundo que proveen los ventanales de su estudio de artista, en donde el cielo y la tierra se confunden igual que en su pintura, para el goce inaudito de quienes disponen del privilegio y hasta del valor necesario que se requiere, para visitar por unos segundos al menos, el santuario de su arte.





Museo Gurza, México 2018

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