Andrés Sánchez Robayna "Por el gran mar" (Galaxia Gutenberg, 2019)
Hay
libros en el devenir de la vida literaria de un autor contemporáneo que marcan
un compás decisivo para atraer nuevos lectores de poesía en el mercado editorial.
La visibilidad de una obra poética en el transcurso de esta tercera década de
siglo depende de muchos factores que tienen que ver no solo con la trayectoria
vital de un autor, sino también con la profundidad de su escritura, el
potencial de trasvase de vivencias universales, el sentido gravitacional que
habita en el universo poético de una voz. El más reciente libro de Andrés
Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) titulado “Por el gran mar” (Galaxia
Gutenberg, 2019) es uno de esos libros que a toda página están llamados a
significarse como punta de iceberg de una biografía poética indispensable para
entender el crisol del panorama poético en español, más aún al retratar de un
modo íntegro la cosmovisión de su personalidad creativa, un poeta clarividente
y solar que ha acentuado el poder revelatorio del lenguaje y el valor de la
reflexión crítica en estos tiempos de incertidumbre global.
En
México, la obra literaria del poeta y profesor Andrés Sánchez Robayna atesora
un reconocimiento dilatado en el tiempo y ha facilitado el puente cultural para
un diálogo fructífero en el mundo de las letras en español. Desde la
publicación de una antología de poemas en la editorial Vuelta hasta la práctica
aparición de los tres volúmenes de sus diarios en el prestigioso Fondo de
Cultura Económica, la firma del autor canario se ha consolidado en la orilla
mexicana como una de las expresiones del ámbito literario en español y su
legado conserva tras multitud de libros y quehaceres la fértil amplitud de una
mirada singular que aboga desde sus orígenes por la poesía y la modernidad ante
los derroteros de la nueva era digital y cibernética. Su trayectoria como
profesor universitario en la Cátedra de literatura española de la Universidad
de La Laguna ya ha supuesto la donación de buena parte de su biblioteca, el
antecedente primordial de la Revista Syntaxis y la importantísima labor de
impulso y consolidación del Taller de Traducciones, que permanece como un
espacio necesario para visibilizar la poesía internacional en el declinado universo
de las humanidades.
Una dedicación que además ha estado enriquecida con la
constante aportación de obra ensayística de capital trascendencia, en asuntos
relativos al paradigma de figuras históricas como Góngora, el diálogo con el
arte y los artistas -suyo es el reciente libro dedicado a la obra plástica de
Jorge Oramas- y la temática de la insularidad que ha ocupado al autor durante
décadas, desde la imprescindible reunión de poetas canarios bajo el título
Museo atlántico de principios de los ochenta, hasta el Cuaderno de las islas
publicado por Lumen al principio de la década que acaba de concluir, y donde se
citan textos de todas las épocas y lenguas bajo el designio y el hechizo de los
horizontes insulares. Y no sobra recalcar otros impulsos de enorme
significación como la edición primera que realizó Sánchez Robayna del poemario
Lo imprevisto de Domingo López Torres –autor justamente homenajeado el pasado
año por la ciudad de Santa Cruz de Tenerife- y la dedicación frecuente al
estudio y difusión de la vanguardia artística y literaria de las islas que cada
nueva década renueva el atractivo potencial de la tradición canaria en el marco
casi inexplorado de una historia literaria de los territorios polifónicos de la
insularidad atlántica del Caribe y la Macaronesia.
Además,
para Andrés Sánchez Robayna el año 2019 supuso la oportunidad de una nueva
edición de El libro, tras la duna (Sexto Piso), un volumen original de 2002
indispensable en su recorrido poético que incorpora esta vez novedades como el
prólogo del francés Yves Bonnefoy, extractos de diarios sucintos que valen como
documento heurístico del proceso de escritura y el dibujo original que Antoni
Tápies dedicó especialmente a un poemario crucial en el desarrollo de los
ciclos poéticos del autor. La luz y el mar, así como la isla toda, constituyen
el espectro del mundo interior del poeta que ausculta el limo de la
reminiscencia, el tiempo de los astros y el de la memoria familiar con un mismo
pulso creador, el conjunto de su obra es un acicate para la indagación
permanente del lenguaje que posibilita la propia huella de la vida en el
deambular inexorable del tiempo. Y vuelven de nuevo París o Barcelona a ser las
ciudades de evocación autobiográfica, junto a la luminosidad atlántica del
paisaje insular que es habitado por medio del poema, más que como escenario
escogido a priori bajo una determinación funcional, como en los sueños resultan
ser el barranco y el oleaje, las nubes y las rocas, los signos vitales y
geománticos de una hermenéutica que aspirando con influjo del romanticismo a lo
absoluto y a la eternidad, es capaz de brindar al lector del mañana instantáneas
de la vida personal que trascienden hacia una mirada universalizable de la
propia existencia y la configuración del hecho poético como un elemento de
verdad, de aletheia, de empatía humanizadora que reviste a la escritura de un
grado de conciencia iluminadora y resistente ante la estandarización del yo
desalmado y teledirigido de la globalización económica.
En el
latido de la obra poética de Sánchez Robayna se encuentra un halo místico que
afirma el surgimiento de un no saber que es perplejidad aurática y esplendente de
la experiencia de vivir y del lenguaje ante el imperio de la racionalidad
tecnologizante y el ordenamiento hiperconsumista de los deseos. Como en toda
producción literaria de largo alcance, de la lectura meditada de sus libros y
la consulta sistemática de sus diarios, pueden hallarse los indicios y las
huellas de una reveladora incursión hacia el misterio mismo de la vida y la
apasionante suculencia de una mirada hacia la naturaleza insular que desprende
todo el magma utópico que ha destellado en cinco siglos diferentes momentos de
universalidad y cosmopolitismo.
Ha
estado siempre Sánchez Robayna muy cerca de Lezama Lima o de Juan Ramón
Jiménez, el diálogo con la tradición no ha estado exento de modalidades de
experiencia discursiva y de tramos de dilucidación poética para la vertebración
de una moral de la imagen que se sucede como lingotes de significación vital.
Así la campana tañe repetidamente en el trasfondo de la memoria, el bosque
transitado o el ave irreal registran lo desconocido que resurge en el poema con
la estatura filosófica de un proyecto de escritura que ha alcanzado el clímax
de las coordenadas de la poesía para todas las épocas y lugares. En su nuevo
libro, el poeta inicia el tempo de la lectura mediante el conjuro de una ola y
la evocación trascendental de instantes de la infancia en la isla, el autor
invoca la obertura de los treinta y cinco poemas que constituyen un libro
providencial dedicado a la persona amada de un modo profundamente conmovedor,
ante los avatares de la finitud y de la muerte, y que sin duda alguna potencia la
entrada de lleno en el mundo propio del autor que ha sido referente de un oficio
escritural que ha combinado el ensayo, la poesía y los diarios como un proyecto
vital unitario.
Al igual
que Octavio Paz o José Ángel Valente, autores afines con un lugar destacado en
el patrimonio de amistades poéticas que han enriquecido la mirada de Sánchez
Robayna, el mar y la isla del poeta canario van más allá de la pradera de
Frédéric Boyer o la Rua dos Douradores de Pessoa-lugares y espacios de
fundación mitopoética- siendo el firmamento escrutado de la isla, el volcán y
su silencio ancestral, la cartografía genuina de una escritura que refulge
desde la carne propia como un tránsito existencial que espejea la hondura y el
vértigo de la interrogación contempladora y el hallazgo de la belleza
compartida que el poeta siempre ha confiado en un acto permanente de donación al
lector, de la palabra y la imagen, del mundo y de la luz, mientras “resuena la
grava, el sol revive, el cielo gira”.
Samir Delgado, 2020
Publicado originalmente en el suplemento
cultural El Perseguidor
Diario de Avisos, Islas Canarias
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