lunes, 12 de diciembre de 2016

Cuaderno de Mayrit (Sobre un cuadro de Antonio López)

Antonio López. Lavabo y espejo, 1967. Museum of Fine Arts, Boston

Amo todo cuanto me abandona

Gamoneda


A Ángeles & Santi

MADRID  again: la muda de piel. 

EQUIPAJES. Siempre hay una primera maleta, todo aquello que se lleva uno consigo, lo propio. Deshacerse de papeles, ropa, objetos varios, comunidades de cosas en el trasiego interminable de una mudanza intercontinental parece una epopeya truncada. Nada que pueda formar parte del viaje extraña lo anterior, convertimos lo pasajero en totalidad. Las maletas son una apariencia dinámica del movimiento del yo, aparición de sí.

UN MAPA del metro que da vida al inframundo subterráneo, sumergirse en su deambulear sincronizante junto a otros congéneres del Madrid en plural, multiversico, conjunción de  pasadizos, escaleras, plataformas. El hiperdestino cotidiano.

CASA de poeta y fotógrafo, metro del barrio de la Concepción, a la llegada dos gatas gatunas, libros y más libros en el porvenir, fraternidad infinita y trasiegos comunes, cáscaras de mandarina en el bolsillo de la chaqueta. Reconocer en un santiamén ciertas estrellas del pasado, un mismo cielo, la bocanada de oxígeno renovadora, el diálogo trascendental con el semejante, la mano tomada de la compañera presentida a cada paso sucedido. De fondo suena Royksopp, so easy.



HUMMUS, mahshi, zahatar. Nada más llegar a Mayrit el sabor de lo familiar íntimo, bondades del paladeo infantil, té: la vida misma. Un paseo por los alrededores de la mezquita en la M30. Un verde relumbrante. Compartir con los poetas árabes una velada más en esta ciudad significa retomar el otro yo, ese con el que no puedo hablar nunca en su idioma pero está a cada paso, medialuna a la par, nunca lejos.

BOJEO del atardecer, la permanencia del sunset en todo memorial, afuera un jardín vecinal con cedro del atlas, meridiano de la estadía, intermedio supremo sideral.


Samir Delgado, Cuadernos de viaje (2016)  

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