Sala Millares, Fundación Antonio Pérez (Cuenca) |
Jorge Monedero*
Recuerdo perfectamente la llegada del autor del presente poemario,
el canario Samir Delgado a la ciudad de Cuenca. Con un cuidado porte y el don
de la palabra como carta de presentación, surgió de repente en torno al 2013,
para hacerse en poco tiempo visible e imprescindible para los nativos, cargado
de ideas y proyectos que compartía con entusiasmo y estrenada complicidad. Y como
el dinosaurio del cuento de Fontanarrosa, nos pareció que siempre había estado
aquí.
Desde el primer día tuve claro que era otra víctima más de la
atracción que desde los años 60 emite permanentemente nuestra ciudad levítica,
un extraño influjo que atrapa a sus viajeros y visitantes. El casco antiguo es
un enclave privilegiado que mira desde lo alto de la montaña rocosa, imponente
y majestuosa mientras se deja abrazar por sus dos ríos, el Júcar y el Huecar
que se unen en feliz encuentro en el barrio de San Antón. El poeta canario sin
duda había sido seducido por la misma fuerza imantada y silenciosa que
paulatinamente atrajo en los años 60 a hombres de la talla de Fernando Zóbel,
Millares, Guerrero, Saura, Antonio Pérez, etc.
En el caso del escritor Delgado, juntó al narcótico olor a óleo
del omnipresente arte abstracto que todo lo inunda en el casco antiguo, se unió
la búsqueda de la huella castellana de su admirado artista y paisano Manolo
Millares.
Efectivamente, hoy en día la presencia de Manolo Millares en la
capital castellana sigue siendo muy viva. Aquí permanece al pie del cañón su
querido amigo Antonio Pérez, depositario del legado artístico de la familia
Millares Escobio que luce esplendoroso en una de las plantas de su fundación de
arte contemporánea. Es habitual en la ciudad también la presencia de Elvireta
Escobio viuda del artista canario y de sus hijas junto a artistas, comisarios y
personas que recuerdan la época en que Cuenca era el centro del arte nacional.
Como veníamos diciendo, en una de las zonas privilegiadas de la
fundación del creador, coleccionista y editor de Ruedo Ibérico, reciente hijo
predilecto de estas tierras, Antonio Pérez, ubicada en el antiguo
convento de las carmelitas, la tragedia se nos presenta envuelta en ropajes de arpillera.
Gigantes bastidores de creaciones que muestran su evolución desde la negritud
más pulcra hacia el blanco purificador, (al contrario que el genio Mark
Rothko), como un camino de redención, una trayectoria artística con sentido, y
sobre todo enérgica y poderosa. El blanco que en cultura popular castellana
sirve para encalar casas, limpiando y desinfectando, gana con el tiempo
importancia frente al negro, como un esfuerzo baldío de contrarrestar parte del
desgarramiento trágico de las obras anteriores.
En esos años, Samir sufre la aspereza del frío invierno de la
ciudad que lo acoge y en sus múltiples visitas y relecturas al espacio que
alberga la colección del canario en la FAP, junto con las obras presentes en la
colección Juan March en el modélico museo de Arte Contemporáneo, es capaz de
imbuirse en la desolación trágica de las arpilleras, dejarse envolver por los
despojos y los escombros como uno más. Una vez instalado en esa otra realidad,
con destreza profesional, atrapa la poesía que impregna los lienzos de
Millares, y quizás violentamente también la adhiere a su cuaderno de notas,
para más tarde ser capaz de depurarla con el tamiz de su pluma y darle forma
final.
De ahí nace “Las geografías circundantes”, poemario que recomiendo
con entusiasmo. Sin duda un homenaje a la altura del homenajeado, que nos deja
otra joya para engordar el maravilloso legado cultural en torno a nuestra
ciudad y sus artistas. No lo duden. Léanlo.
*Jorge Monedero López, es profesor de economía de educación
secundaria y ejerce de colaborador cultural en la Cadena Ser de Cuenca.
Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid,
Licenciado en Administración de Empresas por la UNED, MBA por el instituto de
Empresa y con estudios en gestión cultural.
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