Obra del artista canario Antonio Padrón |
La mirada del poeta siempre
tuvo una intensidad profunda, la de un abuelo que mira el mundo como si fuera
un niño. Todo parecía ser mirado por primera vez. Su condición de emigrante
retornado daba a su mirada un lado continental, de mayor peso que el de una
isla. Era Venezuela, la patria de Bolívar, la que anochecía en sus
pensamientos. El amor de Francisco Tarajano por las islas, el recuerdo de su vida en
Venezuela y la pasión creativa por la literatura, le hacían un hombre de
palabra, el honor de su mirada pertenece a la hondura de los siglos, a la
historia de un pueblo, a la profundidad del corazón.
Todavía a su edad escribía
todos los días, cada uno de sus poemas aquilataba la urdimbre de una personalidad
singular, un poeta que echaba en el surco de sus devociones y quereres la
entrega sincera a unos ideales que defendió toda la vida. Por eso Tarajano
estará siempre en el terrero de la cultura, de la creación y de la identidad de
Canarias. Tras su muerte el pasado noviembre a la edad de 94 años las islas se
han quedado huérfanas, pues él era el poeta de los surcos y de las veredas, de
la memoria del campo y de la emigración, del paisaje doliente y del compromiso
cívico. Todos sus libros fueron producto del amor sincero y de la entrega en
alma a la bondad de las islas, su registro sobrepasaba la espontaneidad de la
décima y se acercaba a un plano de lo onírico real que conectaba directamente
con el inconsciente colectivo de la sociedad canaria. Si una de las funciones
de la poesía es dar un sentido a la vida y al paisaje, Tarajano se echó al
hombro una responsabilidad histórica, algo así como el conocido verso del
cubano Virgilio Piñera, “en el peso de una isla todo el amor de un pueblo”.
Hay hombres como él cada cien
años, si acaso dos o tres. Pienso que Tarajano forma parte de la estirpe de los
Guanartemes nobles y justos, la última vez que lo vi en vida reconocí en su
mirada al abuelo de Canarias, al luchador incansable por la solidaridad con los
pueblos. Él tuvo versos para Venezuela y Cuba, para el Sahara y Palestina,
todos los pueblos que luchan por su libertad tienen a Tarajano consigo, por eso
el poeta canario es universal, su canto trasciende las fronteras y se une al de
otros poetas de otros pueblos y naciones. Si la palabra poética está
considerada como uno de los referentes constitutivos de la identidad y de la
cosmovisión de todas las culturas, la obra literaria de Tarajano ahonda en la
defensa de todo aquello que constituye el alma de lo canario, desde la urdimbre
trascendental de la toponimia a la proyección evocativa de un pueblo que en el
último siglo ha visto el transcurso de los monocultivos y el desarrollismo de
la modernidad.
Tarajano fue un hombre canario
del siglo XXI, el suyo sigue siendo nuestro sueño, el de las islas que siguen latiendo
juntas y unidas en el océano de la memoria. Lejos del elitismo de las academias
y las rivalidades de los grupos literarios, Tarajano era como un roble,
persistía ajeno a los laureles de los premios y de las generaciones. Al conocer
su partida al otro lado recordé desde México a las personas que siempre han
estado a su lado, al pueblo de Agüimes que le vio nacer y a la ciudad atlántica
de Las Palmas de Gran Canaria que fue su refugio para la docencia y la poesía.
El pueblo canario atesora en Francisco Tarajano la obra literaria y humana de
un hombre con voz propia que hizo suyo el sudor, las penas e ilusiones de todo
el archipiélago. No está de más recordarle en este solsticio de verano, desde
hace unos meses existe por fortuna el Bosque de Tarajano en la Finca de Osorio,
una iniciativa de familiares y amigos respaldaba por el propio Cabildo de Gran
Canaria. Toda la luz de su obra poética tendrá refugio permanente en las
bibliotecas de las islas y ya vendrán los estudios doctorales sobre un legado
que abordó también de modo magistral todo el acervo popular del sur grancanario.
Fue un honor haberlo conocido
en persona y tener sus libros entre los míos más queridos, Tarajano fue el poeta
del origen guanche, de la savia ancestral, del corazón de más de cinco siglos
que no detiene su latido, a pesar de las
injusticias y atropellos que han sufrido las islas en su travesía atlántica.
Tarajano fue el poeta de Canarias, su marcha inició la cuenta atrás que otras
generaciones deben asumir para el futuro de las islas. Su amor es nuestro y
nunca olvidaremos a Tarajano, su vida permanece en nuestra memoria.
Samir Delgado, 2019
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