José Carlos Cataño (1954-2019) Fotografía cortesía de Carmina de Luna Brignardelli |
José Carlos Cataño nace en La Laguna (Tenerife) en agosto de 1954 y acaba de fallecer en la ciudad de Barcelona en estas fechas del mes de agosto de 2019. Poeta, narrador y esanyista, Miembro Honorario de la Academia Canaria de la Lengua. Su obra poética aborda libros publicados desde 1975 y han sido reunidos en varias antologías de verso y prosa. Editorial Pre-Texto publicó recientemente el volumen Obra poética (1973-2007). Esta entrevista fue publicada en el diario digital Atlántico hoy la pasada primavera, desde aquí la volvemos a compartir con el pesar de la pérdida y como un sentido homenaje a su memoria.
Desde
la residencia en Barcelona el vínculo con las islas se ha mantenido desde el
concepto de la lejanía y la distancia ¿Dónde está el origen insular del
escritor y el surgimiento de la vocación poética que dio a luz Disparos en el paraíso? ¿Qué extrañas de
la isla? ¿Qué has encontrado en Barcelona después de décadas como residente?
Yo elegí Barcelona por su
europeidad, su cercanía al mar y la frontera. Hablo de 1974, cuando abandono
Tenerife para estudiar Filología Hispánica en Barcelona. Estaba harto de la
insularidad y solo quería territorios lejanos. De hecho, Barcelona iba a ser un
principio, mientras me preparaba para viajes más remotos. Sin embargo, de ese
ansia de distancia y de países lejanos se tuvo que ocupar la imaginación, pues
me fui quedando. Y lo expreso así, como en escalas, con numerosas intenciones
de volver. Fuera de Tenerife pude comprender lo que era la Isla y ahí empezó mi
diálogo con la distancia, mi reivindicación de la mirada hacia un lugar. Al mismo tiempo Barcelona me regaló la condición de
extranjero. Creo firmemente en el desarraigo, en la extranjeridad como
condiciones propicias para la escritura. Son también dos formas de la
desobediencia, algo en lo que “me eduqué” muy pronto. Desobediencia para con el
territorio de acogida (nunca me he sentido catalán), desobediencia paradójica con
el territorio que dejas atrás, vivido también como traición.
Y los deseos de volver no se
pudieron cumplir. Disparos en el paraíso
y Muerte sin ahí recogen la
frustración por el no retorno, el amor lejano, la marca de errante. Tanto tiempo
después, con visitas asiduas a las Islas, he tenido que reintepretarlas: por
una parte, ya no son las que vivía en la imaginación, en el territorio de la
distancia y de la evocación. Son distintas, son nuevas. Lo anterior es como si
fuera la película o la historia de otro. Mi relación con Barcelona también ha
variado, comprendiendo que vivo en otro país, Cataluña, cuyos rasgos, paisajes,
lengua, personas, también llevo en la sangre.
Uno
de los ejes de tu escritura está en el diario y la narrativa con la referencia
vital a la novela El exterminio de la luz
¿Hay alguna diferencia esencial entre la creación poética y la prosa plasmada desde
la vida cotidiana? ¿Qué ha representado para ti el universo del blog y las
redes sociales?
El exterminio de la luz,
escrita a cuatro manos con Carlos E. Pinto y con el heterónimo de Pórfido
Santos John, es una novela de iniciación y exotismo, con referencias antillanas
y al vudú que no eran frecuentes en su época (1975). En realidad la escribimos
para ganar un premio y con el dinero marcharnos a Martinica. De tu boca a los cielos (1985) recoge
otra parte de mí, el judaísmo, con la curiosidad que es de las pocas novelas
escritas en ladino y la jaquetía de los judíos del norte de Marruecos. Madame (1989) es la Isla, mis merodeos a
la Isla, las tentaciones y el afán de redención. No he vuelto a escribir más
novela, pero tengo ganas de hacerlo con
una historia que cifre mi cordón umbilical con La Laguna. Y, mientras, la
libertad de los diarios. Ya son son tres entregas de un conjunto que algún día
llevarán por título Los que cruzan el mar. En los últimos años llevo un
cuaderno digital del que se nutre la mayoría de las entradas de mis diarios,
aunque cuando los bajo a la hoja impresa no deje de corregir y de tachar. Son
las sensaciones, los pensamientos del momento, como lo que puedo escribir en
las redes. No se tratan de dogmas, ni de pensamientos sistematizados. En ellos
se refleja la pluralidad y la complejidad de la naturaleza.
Háblanos
de tu cercanía con el mundo de los rastros y los mercados, tienes una serie de
libros muy cercanos a la idea de Walter Benjamin sobre el aura y el
coleccionismo ¿Cómo ha influido la
cultura hebrea en tu escritura?
Tengo un libro, precisamente,
y que yo considero un diario, que se titula De
rastros y encantes, que recoge con breves entradas y fotos mi experiencia
en diversos mercados de pulga europeos y americanos. Yo empecé a ir a los
Encantes de Barcelona en cuanto llegué a la ciudad. Se trataba de
supervivencia. Tenía poco dineros y necesitaba libros, lámparas de lectura,
escritorio, muebles… Dejé de ir hasta que, hacia el cambio de siglo, se ha
convertido en una de las pocas prácticas que observo con rigurosa
perseverancia: los Encantes y el Mercado de Libro Viejo de San Antonio. El
nomadismo tiene su reflejo en estas visitas, o lo que observo y compro se añade
a mi nomadismo de ancla echada. En tres ocasiones me he tenido que liberar de
mi biblioteca y comenzar de cero. Esa conciencia de esencialidad y desprendimiento
es impagable. Y tiene que ver con el judaísmo diaspórico que practico. La letra
es el Templo, la Isla.
También
eres miembro de la Academia Canaria de la Lengua, ¿qué papel juega esta
institución en la revitalización de la cultura de las islas? Muchas gracias
Todo empezó por la insistencia
de mi entrañable amigo y poeta Manuel Padorno, que puso todo su empeño para que
me postulase, a lo que sumó su hermano, el también poeta Eugenio Padorno. Como
su nombre indica, y por razones espaciales, se trata de algo “honorario” o
simbólico. Sin embargo, desde la precariedad de medios de que dispone, su labor
es encomiable. Ya se está dejando atrás aquel complejo de inferioridad que yo
viví y que se reflejaba en los medios audiovisuales. Nosotros hablábamos mal el
castellano… No, yo hablo en canario, que es una modalidad del castellano de la
mesa ibérica. La Academia vela por esos registros propios de nuestra habla. Es
otro elemento de afirmación, como nuestra literatura, casi ignorada en la
Península, de nuestra canariedad, de sus rasgos distintivos y específicos
frente a una españolidad autoritaria, totalizadora, que no nos pertenece.
Samir Delgado, Entrevistas (2019)
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