Tumba del artista en el Cementerio de Tazacorte
El conjunto de cuadros de José Martín que se exponen en el CAAM hasta finales de octubre supone una especie de arqueología del arte canario contemporáneo. El comisariado del rescate de la pintura de José Martín, a cargo de Celestino Celso Hernández por encargo del CAAM, ha sido una labor de compromiso y un acierto trascendental
Toda la belleza que no fue un día encuentra su lugar en la pintura. El arte ha sido en todos los tiempos un espacio único para desvelar esencias y encrucijadas, cada país atesora en su tradición artística un cúmulo de referencias que valen para establecer un espejo de su historia. Así la pintura ha tomado la forma del retrato, de la fundación de los paisajes y de la reivindicación de los sueños individuales y colectivos. El crítico de arte John Ruskin dedicó toda su vida a coleccionar pinturas de Turner y escribió todo lo que se podía decir de las nubes y de los atardeceres en la obra del genio que donó sus cuadros a la nación inglesa y que ahora representan la reliquia de la luz y de la pintura en una posmodernidad pandémica.
La obra de arte tiene un valor documental, estético y de evocación para la sensibilidad humana. Las islas en el devenir de los siglos han tenido en la pintura uno de sus mejores valores de representación, desde los aborígenes a las vanguardias, de la cueva pintada a las casas de colores de Jorge Oramas, nuestra identidad se sostiene en el patrimonio de los colores y de las formas, la belleza ha sido un destello fulgurante que late todavía en los volcanes de César Manrique o hasta en las arpilleras de Manolo Millares. Como dice el filósofo coreano Byung-Chul Han vivimos una crisis de la belleza bajo el dominio de lo digital, que solo aspira al me gusta publicitario, hoy el consumo de imágenes hace imposible cerrar los ojos, esta frase vale para el nuevo siglo y hay pinturas que más allá de los museos y de las postales, reviven en quien las mira el hecho de estar vivos, son trascendencia y sucesión, magma de lo humano que constituye los imaginarios, la libertad.
La recién inaugurada exposición de pintura del artista palmero José Martín, en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria, representa un hecho singular sobre las posibilidades de reescribir la historia del arte en las islas y del mar abierto que supone la creación plástica de nuestro archipiélago para los hallazgos y los mitos en un tiempo marcado por el colapso y la incertidumbre. El artista Pepe Torres, como se le conoció en su pueblo de Tazacorte, descansa en el cementerio municipal de la isla bonita desde 1996, allí hay una placa conmemorativa de su fallecimiento que reivindica su figura. En el Ayuntamiento cuelgan algunas de sus pinturas junto a piezas de Bruno Brandt, como un reclamo postrero de sus personalidades auténticas. Hay en sus obras una frescura y un potencial evocativo fuera de serie que no participa de modas y tendencias, su vida de leyenda no aparece en los manuales de arte oficial y como muchos creadores de las islas, hizo del silencio del volcán su propio destino, el único modo de sobrevivir era pintar.
Hubo también en la historia de la cultura y del exilio otro artista de nombre Jusep Torres, de segundo apellido Campalans, inventado por el escritor Max Aub en una de sus mejores novelas y que según se creyó realmente había formado parte del nacimiento del cubismo en París y se refugió en las selvas de Chiapas. Nuestro artista palmero, Pepe Torres, lejos de la ficción de la novela de Max Aub, vivió parte de su vida al socaire de la luz de Tazacorte, un pueblo y un puerto en el mapa del atlántico, hay posibles dibujos suyos en las paredes olvidadas de un antiguo almacén del municipio palmero que peligra por el impacto de unas obras de carreteras, y que por iniciativa local, se defiende para ser declarado Bien de Interés Cultural.
El conjunto de cuadros de José Martín que se exponen en el CAAM hasta finales de octubre supone una especie de arqueología del arte canario contemporáneo. El comisariado del rescate de la pintura de José Martín, a cargo de Celestino Celso Hernández por encargo del CAAM, ha sido una labor de compromiso y un acierto trascendental, no solo para visibilizar el legado artístico de un creador canario que habitó en los tiempos de la dictadura y de la democracia con un mismo latido de resistencia y de marginalidad, sino también para incidir en el paradigma del arte insular como espacio de escritura de nuestra propia historia y el lugar del museo como signo democrático y de ciudadanía.
En la pintura renace el tiempo de los ojos que descubren por primera vez el mundo, tan sumergidos como estamos bajo el imperio de la pantalla como canon de la verdad, los cuadros de Pepe Torres insinúan la profundidad de los cuerpos y de la luz, el detonante que supone la imaginación para la vida, el artista vivió entre la espada y la pared con los colores como único sustento, llegó a falsificar billetes con una maestría de película y padeció prisión. De su pueblo era también el pintor Cándido Camacho, artífice de la generación del 70, de Pepe Torres habla el artista en uno de los pocos textos de su autoría que permanecieron tras su fatídico accidente de tráfico en 1992. De su puño y letra nos llega la confesión de la influencia iniciática de la personalidad de José Martín. Hay una fotografía de Domingo Vega en la que se ven juntos a los dos artistas, estaban en la isla y el mundo provenía de muy lejos, hacia sus pinturas, los cuadros que podemos mirar todavía como se miran de noche las estrellas, en silencio, igual a como solamente se puede pensar la muerte, o la belleza de los horizontes del pasado o la paleta de un pintor.
Publicado originalmente en Canarias 7
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