lunes, 11 de octubre de 2021

“La misma sed de entonces” El cuaderno de Provenza de Vicente Valero



 El autor Vicente Valero (Ibiza, 1963) ofrece a los lectores un cuaderno de viajes a los territorios de Paul Cézanne, la travesía de un diálogo necesario con los referentes literarios y ecológicos de Provenza


El poeta siente la misma sed de entonces, hacer memoria de lecturas pasadas y ver en vivo directo los lugares que fueron inspiración para otros constituye un ejercicio de ciudadanía, de cosmovisión. En el viaje de Vicente Valero a los lugares de la vida de Paul Cézanne o René Char, en la provenza francesa, hay una puerta abierta para el reencuentro esencial con el universo literario y artístico que significó varios hitos en la historia tardía de nuestra civilización. La modernidad, la fundación del paisaje, el diálogo entre la poesía y la pintura, la conciencia de la naturaleza son referentes del humanismo que, muy a pesar de la era global de las tecnologías y del consumo terminal de todo lo vivo, sostienen el valor de la belleza.


Vicente Valero recorre en coche la Provenza. El escritor ibicenco traza el mapa de la escapada, del retorno, de la ascensión al Mont Ventoux en compañía de Petrarca, se asoma a la Venecia campesina de L'Isle sur la Sorgue para seguir los pasos de René Char, visita la tumba de Camus. Hay en el viaje de regreso, en la cita a ciegas con la montaña Sainte-Victoire, un sentido de pertenencia del poeta a la tradición de la mirada poética como acto de fe en la vida y también de búsqueda a través de la escritura de un mundo que desaparece, que se esfuma. El arte y la literatura van de la mano, en el momento crucial del imaginario de una Europa que corre el riesgo de quedar secuestrada de nuevo, esta vez por las fronteras del dinero, del poder, de la discordia.


Antes que Valero, poeta y escritor de la insularidad mediterránea, Peter Handke se adentró en los territorios de Provenza para visitar a Cézanne, para recuperar la originalidad meditante de sus colores y de una naturaleza en proceso de desencantamiento final. Habla el Nobel alemán del momento en que aparecieron las refinerías de petróleo y de la decisión de Cézanne para dejar de pintar L´Estaque. La luz especial y mágica, la vida de un ser en paz, es el arte para Handke. Y esa atmósfera eternizada en la pintura de Cézanne, en el árbol de Le grand pin que motiva un poema al escritor viajero, pervive en los cuadros como un mundo abierto para el yo, para la mirada contemporánea que necesita luz y espacio libres. Dice Handke que la visita al Sainte-Victoire supuso un renacimiento, el derecho a escribir y conseguir algo, la imagen única, la vida a pleno pulmón, la manzana lanzada al aire.


Siguiendo los pasos de Handke y de Valero, nos damos cuenta de que la jaula de hierro de la que habló el sociólogo Max Weber ha vuelto para quedarse en nuestra sociedad pandémica. A los excesos de la burocracia en el desarrollo del Estado moderno, se suman ahora otros nuevos aislamientos, donde la tristeza cotidiana amenaza con ser una constante patológica sin remedio milagroso. Se ve en los ojos que se descubren sobre las mascarillas, en la actualidad de los perfiles de Facebook, hay una necesidad honda de contacto y de intercambio, a pesar del Covid la luz de las pantallas en el rostro de los internautas ya se está pareciendo en algo al espectro de luz matinal de la rendija de un calabozo del siglo XIX. Fuera del orden de la información y de los escaparates está la naturaleza o lo que queda de ella.


El propio Rilke, encontró en las pinturas de Cézanne el ideal de vida plena, en sus cartas de visita al Salon d'Automne vislumbró la extrañeza feliz de lo que crean al mirarlos, escribir los cuadros de Cézanne se convirtió en una plenitud, ya que “es como si hicieran algo por uno”. La promesa de un mundo mejor, de la libertad y la belleza, de ser un derecho se ha convertido en un imperativo al servicio de lo que está muerto, de las mercancías y de las cosas, de lo que tiene precio. Y tal vez, gracias a estos viajes de la ecocrítica literaria, en la excursión de Vicente Valero a Provenza, se nos advierte de la encrucijada y de la posibilidad del infinito.


Visto el escenario que se avecina para los recién llegados años 20, las formas de reclusión social que ha generado la crisis sanitaria no van a ser las únicas experiencias de fractura y de vaciedad. Respirar aire libre se ha convertido en un derecho fundamental pendiente de protocolos sociales. Y todo parece indicar que la normalidad venidera supondrá un retroceso en el ejercicio de las libertades, si es que ese derecho humano ha sido realmente practicado en algún momento de las democracias modernas. El cuaderno de Provenza de Vicente Valero, brillante y evocativo, audaz en la pertinencia de las fechas y de los lugares, nos seduce al tour, a sentir la misma sed de entonces. Y a la conciencia de la pérdida absoluta de sentido de un modelo humano de progreso que ha tocado a su fin. Las sucursales bancarias que han privatizado los cascos históricos de las ciudades europeas evidencian las tesis del filósofo alemán Walter Benjamin, donde el capitalismo se ha convertido en religión.


Publicado originalmente en Canarias 7 y Diario de Avisos

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