Un abismo que se mira puede reflejarlo
todo. La mirada humana se nutre tanto de la infinidad imaginada como de los
límites exactos del mundo conocible. En plena era global de las tecnologías satelitales,
la humanidad sigue abismada en su condición mortal y finita. La pandemia lo
único que nos ha devuelto felizmente es el abismo de lo desconocido. Y tal vez
el arte sea justamente aquello que sobrevive a todas las crisis civilizatorias.
Tras la exposición artística “Objetos de tiempo” de Pedro Lezcano Jaén en el
Paraninfo de la universidad, ya clausurada, hay una interrogación que puede
hacerse sobre el papel de las bellas artes en el panorama cultural
contemporáneo. La necesidad ética de la belleza es incuestionable y realmente la
trascendencia pública de una exposición de arte, pasada o futura, nunca se podrá
cuantificar en números.
Las vivencias de una visita a los
museos constituyen un atributo de las libertades. A pesar del final de una
exposición, queda el remanso de luz de la memoria de quienes sumaron esa
experiencia del mundo y del abismo a sus vidas. Y la bondad radical del artista
Pedro Lezcano Jaén aflora también cuando sus obras han sido descolgadas, rumbo
al atelier de todos los días. No puede suceder que sus creaciones no prosigan
ahora la senda internacional. Tal vez México, La Habana o Nueva York, es el designio
del arte que desborda los sentidos y es capaz de donar perplejidad. La
retrospectiva puso fin al silencio de un lustro, esperemos que en adelante la
presencia del artista se multiplique y sea pródiga fuera del horizonte insular.
La clausura de “Objetos de tiempo”
de Pedro Lezcano Jaén conlleva una triple renovación cíclica de espacios vacantes.
Por un lado, comienza un nuevo compás de tiempo creativo para el quehacer
futuro del artista, por otra parte, la sala de arte universitaria renueva su
programación para dar sentido a la lógica institucional tan necesitada de vida
real. Y en tercer lugar, el imaginario colectivo que se nutre de pervivencias y
evocaciones, la memoria ciudadana, que es un factor de la vida pública esencial
y un valor imprescindible del progreso, tendrá otro tiempo añadido de
asimilación para fraguar el depósito social de reminiscencias que ha expandido el
arsenal de imágenes de la obra de Pedro Lezcano Jaén. En cada una de sus piezas,
los visitantes han podido encontrar un reflejo de la identidad fracturada de
todas las vidas. El retrato de familia es universal. Una Lolita Pluma rediviva ha
vuelto a recorrer las calles de la imaginación colectiva. El salitre desconcha superficies
y cuerpos, los congéneres y las personas amadas un día desaparecerán de
nuestras vidas. Los marcos que también combinaba en sus cuadros el artista
palmero Cándido Camacho forman parte extra de la exposición, Y el artista
insular ha vuelto a escena para pintar lo sagrado dentro de la cueva y sacar a
la luz una verdad, la conciencia de estar vivos es lo que nos salva.
La ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria atesora un circuito de arte actual de primera magnitud y la vida de los
artistas y creadores insulares depende de ella. Esta muestra, comisariada por Laura
García Morales, ha podido reunir toda la potencia de reivindicar más tiempo y
más espacio para la vida artística insular, más allá del escaparate turístico
unilateral que todo lo asimila y embadurna. Los cuadros han reflejado en el
devenir de las sociedades el rostro múltiple y diverso de las culturas, y en
las obras de Pedro Lezcano Jaén que nos han acelerado el pulso se puede extraer
la hipótesis de que la sociedad canaria habita realmente en ellas. El arte como
un espejo y un sudario, así como los personajes de Fernando Botero, agrandados
por la luz de Medellín, también la bañista y los niños, los personajes familiares
que Pedro Lezcano Jaén ha inmortalizado en su tiempo funesto de vida, atestiguan
el signo crucial de los años democráticos de la Autonomía canaria. Unas islas
que en su mayoría de edad comienzan a presentir la descomposición acelerada, donde
el deterioro irreversible y la pérdida inexorable de memoria generacional
evidencian el empacho del sistema del turismo de masas y el turbocapitalismo. La
caducidad, lo putrefacto, aquello que va a desaparecer se palpa en el impacto cotidiano
sobre las vidas y la representación de lo real que se hilvana bajo el imperio
del consumismo de las grandes superficies comerciales, en la vida extraña de las
autopistas, en el embrutecimiento social de la competitividad.
Pedro Lezcano Jaén, artista
polifacético, ha dado un jaque mate al aburrimiento y al control de la vida
social televisada, a la modorra del patio de recreo de ultramar que a pesar de
reproducir los males del individualismo y de la banalidad, la pestilencia de la
corrupción de décadas y el deterioro de su belleza natural, sigue conservando
en su panorama artístico y en la vida ciudadana el lado más cosmopolita que ha latido
siempre en su devenir histórico. La exposición “Objetos de tiempo” de Pedro
Lezcano Jaén insta a seguir viviendo, a reflexionar y a tomar conciencia de la
finitud de la vida. Como Manuel Millares que pintó lo más negro de la fatalidad
para dejar espacio a la esperanza, en la pintura y las esculturas de Pedro
Lezcano Jaén sobrevive el aura y la invocación, el llamado al diálogo
íntimo y a la rebeldía. El abismo permanece ante nuestros ojos y ha entrado el
pelicano del cuadro por la ventana.
Publicado originalmente en Canarias 7