Yo hablo de una herida de salud
Manolo Millares es uno de los
canarios con mayor arraigo internacional. Él perteneció a la generación de
artistas isleños que dieron respuesta desde las islas a los desafíos estéticos
de la modernidad. Hermano de los poetas Agustín y José María Millares Sall,
artífices de la primera revista de poesía social en plena dictadura franquista,
desarrolló un periplo artístico de reconocido prestigio con exposiciones
individuales y colectivas por todo el mundo. Numerosos críticos de arte
contemporáneo siguen aumentando la extensa bibliografía sobre su obra cuarenta
años después de la muerte del creador.
Yo conocí hace un par de veranos
a Elvireta Escobio, viuda del artista, y hablamos de su vida, de su pasión por
el pasado y la arqueología, de los viajes internacionales y los homenajes
realizados en los últimos años -desde las retrospectivas individuales a las
exposiciones contemporáneas donde su obra aparece en catálogo-, si bien
destacan a pie de calle el monumento escultórico ubicado en el Cono Sur de Las
Palmas de Gran Canaria, obra de M. Alonso Muñoz (1993) y el documental fílmico
Cuadernos de contabilidad dirigido por Juan Millares Alonso en 2005.
Sin duda alguna, tras la muerte
del artista canario en el verano de 1972, la memoria viva de su enorme producción
artística conserva el reconocimiento internacional con un numeroso abanico de
obras diseminadas por museos contemporáneos de arte moderno. Desde Nueva York a
Cuenca. Aunque la raíz de su creatividad hay que buscarla precisamente en la
fascinación por el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria donde el artista
recibió en su primera etapa el influjo del imaginario precolonial.
La riqueza cromática de la
cerámica aborigen con sus motivos geométricos cautivó a la generación de la
Escuela Luján Pérez que había focalizado nuevas formas de recreación artística
inspiradas en el indigenismo. Y a partir de ahí vendría la experimentación
abstracta con el tratamiento de objetos residuales, telas recicladas y
materiales descosidos que darían cuerpo visible a sus míticas arpilleras.
Muchos ensayistas de la talla de Antonio Zaya o José Ayllón han abordado su
universo personal. Una exploración artística que se incubó en grupos como LADAC
o EL PASO y que rompió literalmente con el concepto tradicional de obra de arte
incursionando en una dimensión estética que abría nuevos horizontes para la
creación plástica insular.
La universalidad de Millares
residirá en la visibilización desgarradora de la pérdida de los orígenes bajo
el peso civilizatorio y la propia fractura ontológica de la condición humana en
el avance de la sociedad capitalista postindustrial. Su obra en vida fue un
ejemplo de compromiso social y amor por el arte. Vaya por él toda la luz del
solar atlántico. Y visiten su obra en Cuenca, a 90 años de su nacimiento, acá
les esperamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario