lunes, 5 de octubre de 2015

Millares a 90 años de su nacimiento

 Yo hablo de una herida de salud

Manolo Millares es uno de los canarios con mayor arraigo internacional. Él perteneció a la generación de artistas isleños que dieron respuesta desde las islas a los desafíos estéticos de la modernidad. Hermano de los poetas Agustín y José María Millares Sall, artífices de la primera revista de poesía social en plena dictadura franquista, desarrolló un periplo artístico de reconocido prestigio con exposiciones individuales y colectivas por todo el mundo. Numerosos críticos de arte contemporáneo siguen aumentando la extensa bibliografía sobre su obra cuarenta años después de la muerte del creador.

Yo conocí hace un par de veranos a Elvireta Escobio, viuda del artista, y hablamos de su vida, de su pasión por el pasado y la arqueología, de los viajes internacionales y los  homenajes realizados en los últimos años -desde las retrospectivas individuales a las exposiciones contemporáneas donde su obra aparece en catálogo-, si bien destacan a pie de calle el monumento escultórico ubicado en el Cono Sur de Las Palmas de Gran Canaria, obra de M. Alonso Muñoz (1993) y el documental fílmico Cuadernos de contabilidad dirigido por Juan Millares Alonso en 2005.

Sin duda alguna, tras la muerte del artista canario en el verano de 1972, la memoria viva de su enorme producción artística conserva el reconocimiento internacional con un numeroso abanico de obras diseminadas por museos contemporáneos de arte moderno. Desde Nueva York a Cuenca. Aunque la raíz de su creatividad hay que buscarla precisamente en la fascinación por el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria donde el artista recibió en su primera etapa el influjo del imaginario precolonial.

La riqueza cromática de la cerámica aborigen con sus motivos geométricos cautivó a la generación de la Escuela Luján Pérez que había focalizado nuevas formas de recreación artística inspiradas en el indigenismo. Y a partir de ahí vendría la experimentación abstracta con el tratamiento de objetos residuales, telas recicladas y materiales descosidos que darían cuerpo visible a sus míticas arpilleras. Muchos ensayistas de la talla de Antonio Zaya o José Ayllón han abordado su universo personal. Una exploración artística que se incubó en grupos como LADAC o EL PASO y que rompió literalmente con el concepto tradicional de obra de arte incursionando en una dimensión estética que abría nuevos horizontes para la creación plástica insular.


La universalidad de Millares residirá en la visibilización desgarradora de la pérdida de los orígenes bajo el peso civilizatorio y la propia fractura ontológica de la condición humana en el avance de la sociedad capitalista postindustrial. Su obra en vida fue un ejemplo de compromiso social y amor por el arte. Vaya por él toda la luz del solar atlántico. Y visiten su obra en Cuenca, a 90 años de su nacimiento, acá les esperamos.

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