Fotografía de Rafael Arozarena, (Coco Morales, El País, 2009) |
El
cielo de Rafael Arozarena (1923-2009) siempre cobijará las tierras volcánicas
de Lanzarote. Con su pluma fetasiana esbozando en las madrugadas de Femés la
magia de una novela inmortal salida a la luz en 1973, una novela que ha calado
profundamente en la sociedad isleña: el paso fugitivo de Mararía en la negritud
de la noche, Marcial, Don Fermín, Isidro, Don Abel el cura, todos los
personajes que pululan en uno de los libros más leídos en la historia de las
islas formando parte del imaginario colectivo como una cometa de nuestro
espacio insular.
Y
la palabra de Arozarena es esencialmente poética, por eso el oficio del verbo
nació en los adentros de nuestro escritor con un romancero canario publicado en
1946: las callejuelas del barrio santacrucero que lo vieron crecer se quedarían
estrechas para el espíritu inquieto del poeta que bulle sus versos desde la
percepción de la existencia, la compaginación del surrealismo onírico y la
cruda determinación de lo absoluto. El horizonte de la isla que se combina con
su rica naturaleza mítica y la soledad del autor que busca refugio en la
rocosidad de Igueste, lugar fetasiano como ninguno. Pero, teniendo nuestra
cometa una vez más en lo más alto de las bóvedas azulinas: ¿qué significa ser
fetasiano? Esta es la pregunta que siempre todo el mundo quiso hacer alguna vez
a Rafael Arozarena.
Y
es que la amistad surgió también con el juego, el riesgo y la aventura de la
exploración sobre el universo insular, la hondura de los espacios limítrofes y
el vértigo del más allá. Ahí quedan las viejas arrugas del escritor
representando los caminos de la novela de la vida. Junto con Isaac de Vega y
Antonio Bermejo, surgió el grupo fetasiano por entre las ramblas de Santa Cruz
de Tenerife y las veredas escarpadas de Anaga. Con la novela “Cerveza de grano rojo”, de
1984, vendría después la prolongación de los textos urdidos en el bache de la
historia, la tibieza de cada mañana y el arrebato de las tardes provocando la
pasión por la pintura bajo el remanso ensalitrado de Bajamar.
Años
después de su pérdida, en el sueño
siguen habitando otros mundos, de las palabras en el cuento y de los poemas en
las noches de inspiración nos llega un cielo nuevo para cada jornada, Arozarena
revive en cada página de sus libros abiertos de par en par entre las siete
islas del atlántico.
Samir Delgado
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