Soneto nº1
Y
ahora hay guerra, y nuestro camino será más pesado.
Tú,
que te uniste a mí para que compartiésemos camino,
estrecho
o ancho, llano o empinado,
instruidos
ambos y ambos instructores
y
ambos huyendo y con la misma meta,
que
sepas lo que sé: esa meta no es
más
que el camino, así que si uno cayera
y
el otro le dejara caer, interesado sólo
en
llegar a la meta, esa meta desaparecería,
ya
no reconocible, ¡imposible de averiguar!
él
correría tosiendo y al final se hallaría
cubierto
de sudor en una nada gris.
de
decirte esto en esta piedra miliar
le
encargo a la musa del poema.
(B.B,
Poemas de amor, Hiperión, 2001, página 39)
Hay un mensaje oculto en este primer soneto de
los Liebesgedichte que el dramaturgo alemán Bertolt Brecht compuso en su
dilatada trayectoria como autor primordial del siglo veinte.
Aparecidos en 1966 de forma conjunta, cada uno
de los poemas desvela la mirada íntima del amante, el continuum amoroso de un
poeta que conjugó de forma magistral la ironía moral, el desvelo de la amada y
la pulsión del deseo.
Ahora bien, este Sonett primerizo,
protagónico y paradigmático, revela a todas luces una declaración de
principios, su propósito es iniciático, la amada que se deja entrever está descarnada, invisible,
apenas inusitada con un rostro y un nombre. Desde el principio, en un estado de
guerra, de crisis, de incertidumbre, aparece la referencia innombrable, el
anhelo interior con una dimensión ética. Ella es la revolución, el camino. En
este poema, Brecht traslada la figura del amor al compromiso asumido, a la
dialéctica creativa, al proceso de síntesis que se plantea en la objetivación
de lo bello. Su amada es la compañera, el ideal del socialismo en un tiempo
marcado por la confrontación total en la vida cotidiana.
Lejos de mencionar a una esposa, carnal y
visible, su voz requiere a lo intangible.
Es la parte más didáctica, pedagógica e
instructiva de su teatro épico, ambientado para las masas y construido en
función del archiconocido “distanciamiento”, lo que deja que se asome al verso
de este soneto una confidencia primordial, la del Brecht socialista, que
redefine el latido amoroso en términos de autocrítica disciplinada, con un aire
postromántico que no abandona el lado sacrificado y doliente del genio.
Brecht atiende decididamente al lado del valor
constructivo del ideal, el deber revolucionario que hace de guía moral en el
camino común de la historia que es producto de la acción del ser humano. En la
confrontación permanente que estimula el mundo de lo social, el creador
persigue la utopía por medio de sus implicaciones estéticas. El
dramaturgo-poeta está enamorado de lo porvenir.
He ahí la provocación de instar a la musa del
poema, invocada en el propio mensaje, para que advierta el verdadero camino: la
meta es el cambio, la transformación social, el hallazgo de nuevos escenarios
de lo histórico que surgen a la par en el proceso emancipatorio de la creación.
La poiesis entendida como producción de
realidades vivas, cualitativamente distintas, creadas a su vez como producto
cultural constituyente de un devenir revolucionario.
Samir Delgado
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