(Libro editado por el Gobierno de Canarias, Prólogo
de Alfonso de la Torre,
2016)
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Millares en la memoria de un poeta
Cecilia Domínguez Luis
Cuando un escritor
-en este caso un poeta- elige como protagonista o fuente de inspiración a un
artista relevante, como es el caso de Manolo Millares, un artista plástico de
fama internacional, se encuentra con unos límites marcados por la obra del
artista, que parece indicarle el camino a seguir. Claro que esos límites son
solamente externos y su superación o acomodo depende del propio poeta.
En el caso
del libro que nos ocupa, su autor, Samir Delgado ha sabido enfrentarse a esos
límites, de tal manera que, siguiendo su propio camino, ha sabido encontrar el
territorio propicio para ofrecernos sus geografías circundantes.
El poeta
inicia el camino junto al pintor. Un camino en el que vida y arte van a darse
la mano para penetrar en los entresijos de una memoria colectiva. La memoria de
un pasado aborigen que, en la primera parte de este libro, titulada,
precisamente “Las geografías circundantes” sitúa al escritor frente al lienzo
Aborigen y escribe:
Una espiral al vacío
la primigenia
soldadura de la carne
saja del tiempo insular.
Si la palabra
aquí se vuelve reivindicativa de la memoria, como lo hace la pintura de
Millares, la vida de este pintor forma parte también de ese imaginario poético
que Samir va desgranando a lo largo de las tres partes en las que se divide el
libro.
En esta
primera parte, aún existe variación de color en los cuadros de Millares.
Espirales, figuras geométricas, ocres, verdes, azules, rojos, negros, con lo
que nos habla de ese pasado, de la cuadrangulación/de una isla interior:/un
objetivo íntimo, al mismo tiempo que aparece el deseo de recuperación de los
juguetes perdidos en la playa.
Pero la vida
avanza y, con ella, la mirada del pintor que necesita explorar otros
medios para expresar su postura frente a la existencia.
Y las
arpilleras comienzan a dar forma a ese mundo que se va tornando hostil o, al
menos, no deseado.
Y aparece la
necesidad del viaje, de la marcha de esa Ítaca que llega a agobiarlo pero cuyo
alejamiento hace que encumbre todas las distancias. Así lo expresa el
poeta en su poema “Millares, 1955”, a través de un yo del pintor que es, a su
vez, el yo del propio poeta.
La arpillera
surge con rotundidad, como lo hace el poema de Samir cuando dice: LA MANO y
el hilo/ tuercen al punzón/ su abrigo de junco.
Aún quedan dos
grandes hitos para la vida y arte de Millares: la fundación del grupo El Paso,
recogido en un texto que, a manera de carta a Cirlot, habla de la
preocupación de una serie de artistas para ofrecer una visión crítica y
comprometida ante la realidad, tanto artística como vital.
El otro gran
hito es la aparición del “Homúnculo” que, según Paracelso, es una criatura del
subsuelo, lugar en el que encuentra todo lo que necesita, y al que el poeta
pregunta acerca de sus propias preocupaciones existenciales.
Con estas
preguntas se inicia la segunda parte del libro, “Los escombros”.
Todos sabemos
que los escombros son materia de desecho que provienen de cualquier derribo, ya
sea real o imaginario, físico, moral o ético.
Aquí, el
poeta pone en palabras esa necesidad de demolición, de bajada a los infiernos,
para `poder resurgir de entre nuestras propias ruinas. Y los colores se
convierten en símbolos de esta destrucción necesaria. El negro, el rojo y el
blanco se convierten en símbolos de la muerte, del acabamiento, pero, al mismo
tiempo de denuncia, de lucha contra los espantajos de la guerra, las
injusticias, el dolor.
Esta vez,
arte y poesía se unen en la denuncia, en la reivindicación de la libertad, a
pesar de la oscuridad aparente de “La galería de la mina”, poema diecisiete, o
del “Asesinato del amor”, poema dieciocho, donde UNA BALA/ ensangrenta/ las
sienes/ de la víctima/ eros yaciente/ en el semisótano/ de la eternidad
En esta
parte, la evocación de un poeta como Miguel Hernández no es baladí, pues el
poeta oriolano conoció muy bien las sombras, el amor truncado por una muerte
injusta. El derrumbe.
Pero se hace
preciso salir de la oscuridad, resurgir de los propios escombros, y hacerlo con
un grito; un grito al rojo vivo, con el que empieza la última parte de este
libro, “El grito”, donde “El gran díptico” viene a ser una clave de sol/ en
la densa armadura/ para orquesta sinfónica/ del gran díptico universal
La vida de
Millares vuelve a estas páginas en el poema veintinueve, donde Samir Delgado hace
una interpretación muy personal y poética de la película documental sobre el
pintor titulada, precisamente Millares, donde la muerte, duración inversa,
protagoniza casi todos sus versos.
Artista y
poeta saben que hay que excavar, hundirse en la corriente de la vida y la
muerte, para brotar, como lo hacen las semillas. Y el blanco y el negro
apuestan, junto al grito del primer hombre, por el vuelo de las palomas.
Blanco y
negro, negro y blanco que cierran este bello libro, en un poema sin título con
el que se despide al artista.
Samir Delgado
ha sabido encontrar la luz que despide las arpilleras de Millares. Ha sabido
excavar en las profundas derrotas y victorias de un artista universal, y
viajar, de su mano a los lugares profundos de nuestro origen, de nuestro ser y
estar en este mundo terrible y hermoso, a pesar de todo.
21 de Mayo 2017, Santa Cruz de Tenerife
Suplemento cultural El Perseguidor- Diario de Avisos
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