Afirmaba Foucault
que la vida es una obra de arte en sí
misma pero necesita que alguien le ponga color y poesía, forma e intensidad. El
arte es la capacidad que tiene el ser humano de expresarse para así interpretar
la realidad e imaginar otros mundos. Poesía y arte en general siempre han ido
de la mano ya que poesía es una cualidad que suscita un sentimiento hondo de
belleza y el arte nos ofrece diferentes formas de percibir el mundo -- real e
imaginario-- y todo lo que lo conforma. Desde la Antigüedad escritores y
pintores han tenido una relación estrecha, persistente y complementaria que se
ha materializado en la poesía visual, los pictogramas y los caligramas. Pero
también pintores y poetas han usado las dos formas de expresión indistintamente
porque como bien sabía Pablo Picasso, poeta tardío, <<la pintura es
poesía y siempre se escribe en verso con
rimas plásticas>>. Muchos
creadores se iniciaron en la pintura para acabar escribiendo versos como Rafael Alberti que interpretaba
las creaciones plásticas de Leonardo, El Greco, Goya y Picasso entre otros
artistas. En Canarias Pino Ojeda y Juan Ismael constituyen claros ejemplos de magníficos pintores que aprovecharon el
lenguaje poético para enfatizar en sus versos el color, la forma y los
sentimientos. Luego están los poetas,
solo poetas, que en algún momento se inspiraron en obras pictóricas para
incorporarlas a su poética particular o simplemente – lo de sencillo es un
decir-- hacer écfrasis, esto es, la descripción precisa y detallada de una obra
artística con la finalidad de interpretarla y trascenderla. A esta tendencia
pertenece Samir Delgado, Premio Internacional de Poesía Tomás Morales 2019 por
su libro Pintura Número 100 (César
Manrique in memoriam) que se suma así al homenaje del artista lanzaroteño
por el centenario de su nacimiento.
La pintura número
cien es para el poeta el cuadro inspirador de todo el poemario que va de la
mano de César Manrique para encender <<el lenguaje secreto de la noche de
un bosque de estrellas>>. La pintura número cien es el resultado de una
búsqueda por parte de Manrique de un lenguaje pictórico personal insertado en
la geografía volcánica de Lanzarote. <<El derrame volcánico>> de
esta pintura áspera y rugosa como la lava se inflama de rojos anaranjados con
<<efluvios candeales>> para germinar en un incendio de lavas y
basalto al que nos lleva el poeta a través de este poemario lleno de
musicalidad, pues el ritmo nos traslada al origen mismo de la isla antes de
convertirse en el gánigo pintado << con la misma luz del reloj perdido de
los volcanes>>. Esta oda a Lanzarote y a Manrique -- imposible
disociarlos-- consta de 59 poemas que se distribuyen en seis secciones o cantos
(El sueño, La pintura, Los volcanes, Los
fósiles, La isla y El artista) que ensalzan la isla, su naturaleza y la
mitología que la envuelve. Esta tierra retorcida y llena de soledades, varada
en el océano, sueña con <<el agua de unos ojos>> que la fertilice y
navegar de la mano del pintor (<< Un solo pincel para el conjuro del
atlántico en el origen del hombre>>) hecha goleta o fragata para romper
el << aparejo de los sueños varados en tierra de nadie>>.
Lanzarote es
volcán, es fuego y es ceniza. El poeta, como el artista, no puede desprenderse
de esta identidad porque el volcán lo es todo para la isla. Como fuerza
primaria de la naturaleza provoca la
fertilidad de las tierras y simboliza el fuego creador y destructor. Es
<< la verdad del fuego>>, <<el calor líquido>> que
alimenta Tinecheide. Forma las tobas y
el picón que amenaza la fertilidad del jable. El volcán construye jameos y
pozos en los que los elementos de la naturaleza (aire, fuego, agua, tierra) se
relacionan y transforman para crear vida como la nécora abisal que sobrevive en
la oscuridad de la cripta. Pintar lo ignoto -- lo desconocido, lo que está por
descubrir- podría ser la tarea del artista que piensa en futuro al
<<cerrar los ojos para ver la isla volviendo de nuevo a nacer en
ti>>. El afán por descubrir la isla primigenia << surcando el
paladar de los vientos africanos con su bolsillo roto de la calima>>
lleva al poeta a dirigirse a Manrique
familiarmente y lo revive porque poeta e isla necesitan de sus juegos con los
vientos y porque suya es <<la arquitectura del sueño del niño>> y
la alegría de vivir y el color. La defensa de la isla y su naturaleza frente a
la especulación y los traficantes del suelo es el sueño de la inmortalidad de
la isla <<mientras el mundo mira a la cara del borde del risco>> y
el creador se queda <<en la soledad de todas las noches de la brújula
atlántica>>. Recordaba José Saramago que la idea de César no sólo era una
idea de presente sino de futuro y Samir Delgado lo inmortaliza con estos
versos: << Ser/ contemporáneo/ del futuro/ y de la piedra/ y de la
nube>>.
Pintura Número 100
nos acerca a la obra e indirectamente a la trayectoria vital del artista
lanzaroteño con una mirada poética muy personal. No es necesario que el lector
tenga delante la obra pictórica de Manrique o el mapa de Lanzarote para seguir
los latidos poéticos del volcán. Hay que dejarse llevar por los versos que
intentan atrapar la esencia de una estética arraigada en la naturaleza que
busca la belleza y la verdad. Samir Delgado explora un arte que se asienta en
basaltos, lavas, cenizas, volcanes y en los colores de las islas. Lo hace desde
la visión del crítico con técnica sofisticada, con la frialdad del observador
que evita la emoción – ausencia del yo lírico--
y que inicia un viaje exploratorio para anotar los descubrimientos. De
tal forma que dibuja con trazos imposibles una realidad que sabe única. Así es
este poemario que se va humanizando a medida que se acerca al final cuando isla
y artista son uno y se impone la energía telúrica de César Manrique. Para este la
sabiduría consiste en rodear de la mayor belleza el entorno donde el hombre
habita. Exaltación de la belleza y necesidad de conocimiento para encontrar la
felicidad podrían definir al artista y su relación con el paisaje. Samir
Delgado a través de la poesía busca ese conocimiento para adentrarse en lo permanente e invariable de
aquellos elementos que constituyen la esencia de un creador como César Manrique
y su mejor obra, Lanzarote.
Febrero 21
Publicado originalmente en el periódico Canarias 7
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