Obra del artista Kareem Sadoun (Irak, 1959)
El lienzo es un campo de batalla interminable
Antonio Saura
Desde la civilización griega a los indicios del romanticismo en la modernidad, la fascinación por el cuerpo humano, el descubrimiento del otro, la ensoñación por la arcadia perdida y el valor de los paisajes cotidianos han aspirado a desarrollarse como estadios de realización estética. Durante siglos, se ha ido produciendo una asombrosa conformación de imaginarios que traducen ese lado utópico de toda vocación artística frente al reverso destructivo de la propia dinámica de agresividad total sobre el globo terráqueo que han conllevado las guerras. A decir verdad, tal como sucedía desde los egipcios, la secuencia de reproducción de la vida entre jeroglíficos suponía un proceso de individualidad que concretaba la cercanía entre la frontera de lo humano y lo divino. Y el arte, en el transcurso de sus flujos históricos ha tenido en todos los puntos cardinales del planeta un papel fundamental para entender la esencia de cada episodio vital.
Por todo ello, en la obra del artista iraquí Kareem Sadoon (1959) encontramos una atractiva seducción instantánea, un romance hipnótico en el que los trazos pictóricos de sus distintos dibujos revelan la atracción envolvente de la relación corporal y del disfrute de la temporalidad común. Hoy en día, con el surgimiento de conceptos novedosos como el no-lugar de Marc Augé, las plataformas del tráfico social en la era del viaje sin fronteras y los espacios anónimos de la circulación permanente, han hecho que las esferas de la vida personal queden difuminadas en un tiempo de códigos de barras. Y es el artista árabe, en este caso afortunado y de originalidad renovada, con su trabajo de 60 piezas bajo el título “Reconstruir la memoria” el que configura una mirada personal de colores templados, orientalizante, capaz de simultanear el goce de la existencia y la atención pormenorizada hacia el instante perdido, favoreciendo que el espectador acostumbrado a la presión diaria de las masas, pueda volver a ensimismarse en los retablos en sí de lo bello, en el detonante seductor del pasatiempo íntimo, revalorizado y promiscuo, para la eclosión en arco iris de las identidades en plena sociedad global del tecno-futuro.
La obra artística de Kareem Sadoon, artista residente en Suecia y miembro de distinguidas asociaciones artísticas de la heroica sociedad iraquí en el exilio, sintoniza completamente con el lado puro, ancestral y, a la vez moderno, de la representación pictórica a base de tintas varias. Una forma de artesanía suculenta del deseo y de la intercomunicación en collage. No es casual que, a fecha de hoy, en medio de la soporífera abundancia publicitaria que ha caracterizado los submundos ciudadanos para el disfrute hipotético del universo simbólico del consumo en el calendario oficial de la sociedad, sea precisamente el arte, en sus diversas manifestaciones y géneros, uno de los salvoconductos sobrevivientes que propina, para el nuevo siglo, con todas sus consecuencias, problemáticas y desafíos, unos niveles mínimos y básicos de autoconciencia y referencialidad para afrontar las paradojas de una realidad clínicamente en estado de crisis y de colapso irreversible.
Y es que desde Platón a Baudrillard, la persistencia del debate imperecedero sobre las problemáticas inherentes al imperio de lo imaginario, reproduce a gran escala la cuestión sobre la conformación de la realidad dominante, con su status de verdad-falsedad puesto en liza en el tablero de ajedrez de las encrucijadas estéticas. De ahí que la obra del artista iraquí, encontrada como un feliz objet trouvé en los tiempos del simulacro total, nos brinde una salida airosa a esta problemática de la imagen en el cosmos multicultural de las sociedades posmodernas, volviendo por suerte, a posibilitar una continuación fértil y productiva, a nivel creativo, para la reflexión filosófica del curso de la historia particular de los cuerpos en libertad y las coyunturas artísticas de toda recreación humana con aires que recuerdan mucho al mejor Saura.
Al igual que el antecedente del flâneur de Baudelaire, la mirada del artista árabe desentraña por sí misma, con una finalidad poética determinante del estar-vivo, los sentidos confluyentes de las caricias y del encuentro con el otro, colofón necesario para el común de los mortales en unos momentos marcados por el éxodo, la migración masiva y la pérdida terminal de la fe en las diplomacias. En la obra del artista iraquí hay reflejos de esperanza, la efímera condición del tiempo cotidiano sucedido, que ya solo permanecerá bajo los rigores de una memoria pintada entre las poses discontinuas, aunque providenciales, de quien sabe hacer-de-lo-mirado una obra artística, plena de luz y de eticidad, coherente para con su tiempo y con su espacio, el del artista árabe que vive en Europa, heredero de todos los exilios, y que gracias a su arte nos conmueve nuevamente, haciendo verdad y realidad el hecho de la ternura en el campo visual absoluto.
Samir Delgado, 2016
The canvas is a field of endless battle
Antonio Saura
From the Greek civilization to of romanticism in modern times, the fascination with the human body, the discovery of the other, the dream for lost arcadia and the value of everyday landscapes have aspired to develop as stages of aesthetic realization. For centuries, it has been producing an amazing creation of imaginary translating the utopian side of all artistic vocation against the destructive reversal of the dynamics of overall aggressiveness on the globe that have led wars. In fact, as was the case from the Egyptians, the sequence of reproduction of life between hieroglyphics meant a process of individuality that concretized the closeness between the border of the human and the divine. And art, in the course of its historical flows has been in all corners of the world a key to understanding the essence of each episode vital role.
Therefore, in the work of Iraqi artist Kareem Sadoon (1959) found an attractive instant seduction, a hypnotic romance in which the painterly strokes of his different drawings reveal the envelope attraction body relationship and enjoyment of the common temporality. Today, with the emergence of new concepts such as the non-place of Marc Augé, platforms of social traffic in the era of travel without borders and spaces anonymous permanent circulation, they have made the areas of personal life remain time dithered in a barcode. And it is the Arab artist, in this case lucky and renewed originality with his work 60 pieces titled "Reconstructing Memory" which set a personal look of mild colors, orientalizante, capable of combining the enjoyment of life and the detailed attention to the lost time, encouraging the viewer accustomed to the daily pressure of the masses, can return to ensimismarse in altarpieces itself of beauty, in the seductive trigger intimate pastime, revalued and promiscuous, for hatching rainbow of identities in global society full of techno-future.
The artistic work of Kareem Sadoon, resident in Sweden artist and member of distinguished artistic associations of the heroic Iraqi society in exile, completely in tune with the pure, ancestral side and the modern time, the pictorial representation based inks several . One way of succulent craftsmanship desire and intercom collage.
It is no coincidence that, to date, amid soporific advertising abundance that has characterized the underworlds citizens for the hypothetical enjoy the symbolic universe of consumption in the official calendar of society, is precisely the art in its various manifestations and genres, one of the survivors laissez-passers tip for the new century, with all its consequences, problems and challenges, minimum standards and basic self-awareness and referentiality to confront the paradoxes of reality clinically in crisis and irreversible collapse.
And is that from Plato to Baudrillard, the persistence of undying debate on the issues inherent in the empire of the imagination, playing on a large scale the question of the formation of the dominant reality, with its status of truth-falsehood put at stake on the board chess aesthetic crossroads. Hence the work of Iraqi artist, found a happy objet trouvé in the times of total simulation, give us a graceful exit to this problem of the image in the multicultural cosmos of postmodern societies, returning thankfully, to allow a continuation fertile and productive, creative level, for philosophical reflection of the course of the particular history of bodies in joint artistic freedom and all human recreation with air that closely resemble the best Saura.
Like the history of the flâneur of Baudelaire, the look of the Arab artist unravels itself, with a decisive poetic purpose of being-alive, the confluent senses of touch and the encounter with the other, necessary finishing touch for the ordinary deadly at a time marked by the exodus, mass migration and terminal loss of faith in diplomacy.
In the work of Iraqi artist there are reflections of hope, the ephemeral nature of everyday time happened, now only remain under the rigors of a painted between the dashed poses memory, even providential, who knows how to do-from-it-looked a work artistic, full of light and ethicality, coherent with their time and their space, the Arab artist living in Europe, heir to all the exiles, and thanks to his art moves us again, making truth and reality the fact tenderness in the absolute visual field.
Samir Delgado, 2016
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